[MAIA]
Al día siguiente: 16 de septiembre
Dormir ha sido bastante difícil y no sé si fue porque no deje de pensar en el encuentro con Samuel, o porque Axel no dejaba de hablar del bebé después de que le di la noticia. Trato de quedarme en la cama un rato más, pero de pronto el movimiento en la cama me hace abrir los ojos y terminar con mi teatro de que aún seguía dormida.
—Buenos días bebé— Escucho su voz y al mirarlo esta acostado a la altura de mi abdomen. Besa mi cuerpo y dibuja círculos imaginarios haciendo que una enorme contradicción surja en mí —No sabes cuantas ganas tenia de que tu mami me dijera que ya estabas aquí— Le habla y no puedo creer que me sienta de esta manera cuando todo estaba bien.
—Debo ir a trabajar— Es lo único que digo e intento levantarme de la cama.
—¿Dónde vas?— Me pregunta serio y me abraza para volver a hacerme caer con él en el colchón.
—A trabajar, no vine aquí para estar de vacaciones. Cuanto más rápido termine con esto, más rápido volveremos a Nueva York— Le informo, pero me atrapa entre sus brazos.
—Es temprano, ven, festejemos la noticia— Insiste y me besa como si no hubiese entendido lo que le acabo de decir mientras que me acorrala bajo su cuerpo.
Coloco mis manos sobre su pecho y lo alejo de mi —¿Qué parte de debo ir a trabajar no entendiste?— Le reclamo empujándolo para después levantarme de la cama.
Camino hacia el baño cuando de pronto siento que me toma del brazo —¿Se puede saber que rayos te pasa? Creí que estábamos bien— Me pregunta y lo miró fijamente a los ojos.
—Simplemente odio tener que estar aquí ¿de acuerdo?— Respondo molesta.
—¿Y por eso te enojas conmigo?— Presiona.
Respiro profundo intentando tranquilizarme —Lo siento, no tienes la culpa, pero no estoy de humor para estas cosas— Declaro y sigo mi camino hasta entrar al baño.
Me despojo de la única prenda que llevo puesta que era mi braga, y me meto a la ducha mientras que él se queda parado afuera apoyando sus caderas contra la encimera del lavamanos —¿Por qué no le dices a tu padre que no quieres estar aquí?— Me pregunta.
—¿Crees que no lo hice? Prácticamente me obligo a tomar esta parte de los negocios— Explico mientras que lo miro a través de la mampara de cristal.
—¿Y cuando le diremos de la boda y el bebé?— Indaga y cierro mis ojos mientras que me lavo el cabello.
—Sabes que mi padre tiene sus reservas contigo ¿no?— Respondo.
—Si, no soy su yerno ideal, pero todavía no sé porque— Habla y la situación me pone tensa.
—Yo tampoco lo sé, pero las cosas son así y le tendré que decir de la boda y el bebé pronto antes de que se entere por alguien más— Cuento y ni siquiera puedo imaginar el escándalo que hará.
—Sera lo mejor— Contesta y hace una pausa —Iré a pedir el desayuno, mirarte duchar no es apto para mi— Comenta tratando de sacarme de mi mal humor, pero no creo que funcione, siento que mi llegada aquí ha sacudido mi vida de maneras inexplicables.
—Desayunare en la oficina, de verdad me espera un día muy largo— Anuncio sabiendo que no serán nada fáciles las cosas a partir de hoy.
[…]
Camino por los pasillos del área administrativa del hotel rumbo a la que será mi oficina con algo de prisa. Es como si estuviese tratando de evitar volverme a encontrar con él, pero no sé hasta qué punto vaya a servir esto ya que tarde o temprano nos volveremos a encontrar.
—Señorita Montenegro— Escucho una voz y al darme la vuelta veo a un mujer de casi mi edad de cabello n***o y ojos café.
—¿Si?— Pregunto con dudas.
—Soy Tania, seré su secretaria— Se presenta.
—Un gusto— Respondo tratando de ser cordial.
—¿Necesita algo?— Indaga.
—Si, ¿puedes pedir que me traigan algo de desayunar?— Le pido y asiente.
—Por supuesto, ¿algo en específico?— Averigua y niego.
—Solo té y cualquier otra cosa— Indico y al sentir que comienzo a marearme, vuelvo a apurar mi paso hasta entrar a mi oficina.
Ni siquiera miro a mi alrededor cuando voy directamente a sentarme a mi silla detrás del escritorio e intento que este malestar se me pase. Cierro mis ojos y con solo pensar lo que me espera en los próximos meses, respiro hondo. Vuelvo a abrir mis ojos intentando que se me pase el malestar, cuando de pronto lo veo a él parado debajo del marco de mi puerta.
—Hola— Saluda y lo miro con dudas por las ojeras que tiene.
—¿Qué te paso? Mira tú cara— Comento y resopla.
—Alcohol, eso paso… tuve una noche de mierda por darme cuenta de lo tarde que llegué— Declara sin rodeos.
—No se puede llegar tarde a un sitio donde no estabas yendo— Respondo firme.
—¿Crees que no te quise buscar después de lo que paso?— Inquiere.
—Creo que tú y yo debemos trabajar. No es momento de conversaciones sin sentido— Sentencio cuando de pronto el gira la llave de la puerta y la guarda dentro de su pantalón.
—Vamos a hablar—
—Eres un asqueroso, ¿puedes sacarte la llave de allí?— Le reclamo.
—Me escucharas primero— Insiste y niego.
—Puedes decirme lo que quieras, pero ya es tarde—
—No me importa, no me voy a callar— Anuncia y no sé qué es lo que me vaya a decir, pero ¿Qué diferencia puede hacer en estos momentos? Yo creo que ninguna…