Cuando Harmon divisó a su madre en aquella reunión que había planeado en honor a Fletcher, el guardia que había muerto por ellos, la sangre se le acumuló en el rostro, no podía creer que esa mujer estuviera allí tan tranquila, no le perdonaría que hiciera una escena, no ese día. Como si los astros le hubieran escuchado para mal, la mujer como siempre tan astuta, comenzó a hablar cuando vio sus intenciones de acercarse y evitar la tragedia. El desprecio que sentía hacia ella no era algo que pudiera esconder, no era algo que pudiera simplemente ignorar como varias veces la psicóloga le pidió que hiciera, no era un maldito robot, no podía solo olvidar cuán manipuladora y frívola era aquella mujer. Acudió en muchas oportunidades a consultas con psicólogos y terapeutas de la salud mental, p