Narra Magaly
— No puedo creer que haya tomado un vuelo anterior—se queja Connor—.Ella sabía que yo iba a venir.
—Lo siento, hijo—el profesor se da vuelta en su asiento, con expresión suave. Es un poco sorprendente ver el cambio en su actitud—. Estoy seguro de que tenía una razón importante para tomarlo.
Está claro que en realidad no lo cree, pero hace todo lo posible para no demostrárselo a su hijo.
Mi teléfono suena en el portavasos y lo tomo.
Daniel: ¿Puedes recogerme ahora? Me duelen las rodillas.
Mi corazón se aprieta.
También lo estaban molestando esta mañana.
Ahora mismo no tengo dinero para médicos ni medicamentos, pero tiene otra cita con el médico en unas semanas. Tendré que darle más masajes y controlar su dolor hasta entonces. Con suerte, podrán encontrar algo nuevo, y no ridículamente caro, para ayudarlo.
—Lamento que se haya tomado tantas molestias por nosotros—el profesor me mira con preocupación—. Puede llevarnos de vuelta al negocio de Ben si no le molesta.
—Lo haré, lo prometo. Solo necesito hacer una parada antes de regresar. La escuela de mi hermano está de camino y necesito recogerlo.
—Creí que había dicho que tenía cuarenta y cinco minutos—me mira con los ojos entrecerrados.
—Creía que sí, pero no se siente bien—no quiero entrar en detalles. ¿Por qué lo haría? No es que le importe—. Lo siento. Prometo ser rápida.
Él asiente, sin dejar de mirarme.
—Está bien, vamos a buscar a su hermano.
—Gracias —siento alivio mientras me dirijo hacia la escuela.
Connor parece perdido, mirando por la ventana.
Su cara se ve muy triste. Algo me dice que no debe ver a su mamá tan seguido.
Llegamos a la escuela secundaria pública en unos diez minutos y me detengo junto a la acera.
—Vuelvo enseguida.
—¿Tiene que ir a buscarlo a una escuela pública?—el profesor me lanza otra mirada sospechosa.
Lucho contra el impulso de estallar. Él no lo sabe, así que no es su culpa.
—Sí.
El uniforme de Connor demuestra que va a una escuela privada, pero no todos podemos permitirnos eso, ¿no? Yo, desde luego, no puedo.
Y ni siquiera estoy segura de que haga una diferencia al final.
Mis zapatillas de tenis chirrían mientras troto hacia las puertas principales, las abro y entro al vestíbulo principal de la escuela.
Hay unos cuantos niños dispersos por ahí, algunos leyendo y haciendo los deberes y otros jugando con sus teléfonos. Mis ojos se posan en una cabeza rubia que reconozco, sentado en una mesa de madera en un rincón. Me dirijo hacia él, dibujando en mi rostro la mejor sonrisa que puedo.
—Hola —le toco el hombro—. ¿Listo?
—Sí —suspira, tomando su bastón—. Estoy cansado.
—Apuesto a que sí. Ha sido un día muy largo—mantengo mi tono ligero mientras recojo su mochila y la pongo sobre mi hombro— ¿Hay algo más que necesitemos conseguir?
Él niega con la cabeza.
—No.
—¿Tenemos que avisarle a la señorita Simpson que te vas? —mro a mi alrededor.
Su profesora está sentada con algunos estudiantes, probablemente ayudándolos con sus tareas.
—Prefiero no hacer una escena —Daniel me da una sonrisa tímida mientras se pone de pie con esfuerzo, apoyándose en su bastón—. De todos modos, ya llamo demasiada atención.
—No lo harás. Además, recuerda lo que dijo el doctor Lewis. Cuando tengas dieciocho años, todo esto será historia.
—Bien —murmura, cojeando detrás de mí mientras me dirijo hacia el supervisor.
—Nos vamos —le digo.
—Te vi entrar —me sonríe y luego baja la voz—. Daniel tuvo un buen día hasta hace unos treinta minutos. Dijo que le molestaban las rodillas.
Asiento.
—Me envió un mensaje. Por eso vine un poco antes a recogerlo. No empiezo mi próximo turno hasta las siete de la noche.
Él me mira con simpatía.
—No sé cómo lo haces. No es bueno tener que trabajar como lo haces.
—Estoy bien —me río—. Algunas personas de mi edad pasan el tiempo de fiesta. Yo me paso el mío trabajando. Y sé que trabajar tiene que ser mejor para mí que ahogarme en alcohol.
—No te equivocas en eso —se ríe suavemente—. Que tengas una buena noche.
—Tú también.
Daniel se aclara la garganta.
Le sonrío.
—Será mejor que me vaya —me dirijo a Daniel y le abro la puerta. Damos un paso hacia el aire del atardecer y Daniel se detiene de repente.
—¿Quiénes son esas personas en nuestro auto?
—Es una larga historia. Bueno, más o menos. Te lo explicaré después de que los dejemos en el lugar al que deben ir. Pero te prometo que no son un peligro. Son solo mi profesor y su hijo.
—Genial —gruñe Daniel.
Le ofrezco mi brazo para ayudarlo a llegar al auto, pero él no lo toma y sigue su propio camino. Abro el baúl y bajo su mochila mientras él se sube al asiento trasero junto a Connor.
Oh Dios, espero que Connor no sea malo con él.
Me dirijo hacia la puerta del lado del conductor y la abro. Tomo asiento y miro al profesor ¿En qué está pensando?
El aire en el auto está tenso cuando me alejo de la acera y miro por el espejo retrovisor, encontrándome con los ojos de Daniel. Le sonrío, pero él solo me mira con las cejas enarcadas. Probablemente me encuentre con un aluvión de preguntas cuando lleguemos a casa, pero, afortunadamente, puedo confiar en que mi hermano no hará nada precipitado hasta entonces.
Connor busca a tientas su mochila a su lado y saca un libro.
—También lo estamos leyendo —comenta Daniel—¿Te gusta?
—Mmm. Es un libro para chicas.
—El jardín secreto es un clásico— comenta el profesor volteandose para mirar a Connor—.No es una niña libro—Cuando se da vuelta hacia el frente, ambos chicos estallan en una carcajada.
Los miro por el espejo retrovisor, tratando de ver qué los hizo estallar, pero no tengo ni idea.
Los dos están hablando sin parar.
—¿Quiere que lo lleve a casa?—le pregunto al profesor mientras entro en la carretera principal.
—Puede llevarnos de vuelta al negocio de Ben —su voz es ronca y discordante, y no estoy segura de si alguna vez me acostumbraré a escucharla de cerca.
—¿Esta seguro? No me importa llevarlo a casa. Aún así se quedó varado.
—Bueno, resulta que Ben es un buen amigo. Estoy seguro de que puede llevarnos a casa. También tengo que llamar a una grúa para que se lleven el auto—el profesor deja escapar un profundo suspiro.
—Deja que nos lleven a casa —grita Connor desde el asiento trasero
—.Sí, no es como si tuviéramos algo mejor que hacer—Daniel se ríe antes de entregarle un cuaderno a Connor.
¿Qué están haciendo con esa cosa?
Daniel debe haber notado mi mirada.
—Estamos jugando al tres en raya, no escribiendo malas notas sobre ti.
—Es bueno saberlo —sacudo la cabeza.
El profesor se ríe entre dientes ante el intercambio, y yo lo miro y encuentro sus penetrantes ojos azules.
Uf, son impresionantes.
Trago saliva con fuerza y me concentro en la carretera, mientras regreso al restaurante. El tráfico aumenta a medida que se acerca la hora punta.
No puedo perderme en sus ojos…
Él sigue siendo un idiota.
Y no hay forma de evitarlo.
—Amigo, ¿tienes teléfono? —le pregunta Connor a Daniel en el asiento trasero cuando finalmente llego al estacionamiento.
—Sí —se ríe Daniel—. Estoy bastante seguro de que hoy en día todo el mundo tiene teléfono. Solo hay dos chicos de mi clase que no lo tienen. Y yo tengo que tener el mío para ponerme en contacto con Magaly.
–Entonces déjame tu número.
El profesor gruñe y espero que le diga a Connor que no puede conseguir el número de mi hermano, pero no lo hace, y los dos estudiantes de secundaria los intercambian con sonrisas.
No estoy segura de si es buena idea o no que Daniel se acerque al hijo de mi profesor...
Pero no voy a impedirle que haga un nuevo amigo.
No siempre es fácil para él.
—¿Realmente tenemos que quedarnos aquí y esperar a que Ben nos lleve a casa?
—Ya he pedido un Uber —dice el profesor con la mirada fija en su teléfono—. Llegará en cuarenta y cinco minutos. Cenaremos algo mientras esperamos.
—¡Oh! ¿Daniel puede venir con nosotros? ¿Y Magaly? —Connor ya no parece molesto, sus ojos brillan mientras se desabrocha el cinturón de seguridad.
—Eh... —el profesor se desabrocha el cinturón de seguridad—. No lo creo. No es profesional por mi parte compartir cenas con mis alumnos.
Connor hace una mueca.
—Oh, vamos, papá. Nick dice que algunos profesores hacen mucho más que simplemente compartir la cena con sus estudiantes.
Mis mejillas se calientan ante el comentario y el profesor niega con la cabeza.
—Sé que no lo sabes, pero eso es inapropiado en todos los sentidos. Así que dile adiós a tu nuevo amigo. Estoy listo para salir de este auto—Vaya, ¿muy desagradecido?—.Gracias por traerme, Magaly —Connor abre la puerta trasera—. Fue divertido, aunque acabamos de hacerle perder un montón de tiempo.
—Está bien —sonrío—. No me importa ayudar a alguien.
—Tome —el profesor saca un billete de veinte y lo coloca sobre la consola—. Por su tiempo. Y como dijo Connor, gracias por traerme.
—No tiene por qué pagarme —frunzo el ceño y recojo el billete. Intento devolvérselo.
—Sí, no. Quédeselo usted—sacude la cabeza—. Quizá lo pueda destinar a un fondo para comprar un auto nuevo—y dicho esto, da un paso atrás y cierra la puerta de un portazo.
¿Fondo para un auto nuevo? No soy yo el que tiene un auto averiado.
—Connor es genial —comenta Daniel.
—Sí.
Lástima que su padre no.
Sin embargo, antes de poder dar marcha atrás, el profesor regresa y golpea la ventanilla del lado del conductor.
Sobresaltado, lo hago rodar hacia abajo, encogiéndome por el chirrido que hace.
—Puede quedarse después de clase durante las próximas dos semanas. Tendrá que escuchar mi segunda conferencia, pero escuchará el material dos veces y luego estaré disponible para responder preguntas. Eso debería ayudarla a mejorar su calificación y su tasa de entrega.
Estoy sorprendida, pero aun así logro asentir.
—Eso sería perfecto. Eso debería darme el tiempo justo para llegar a mi turno después.
—Bien—da un golpecito al techo del auto y luego se da la vuelta y se dirige al restaurante.
Gracias a dios.
No es exactamente un crédito extra, pero seguro que ayuda, y puedo usar toda la ayuda que pueda conseguir.
***
Nota: Las historias nuevas para estos meses de Noviembre-Diciembre, ya estas disponibles para que las vayan agregando a sus bibliotecas. Seran actualizadas segun el orden de esta lista:
1)El bebé de mi profesor
2)Mi jefe, prometido falso.
3)Embarazada del amigo de mi padre.
4)Contrato con el jefe