Narra Andres
—Eso es todo por hoy, clase —me apoyo en el podio que hay al frente del salón de conferencias—. No se olviden de estudiar para el examen que se realizará dentro de dos semanas. Todo lo que necesitan saber está en el material de lectura. Pueden retirarse.
Un par de estudiantes gruñen y yo me río.
Sé que el material de lectura es mucho, pero la prueba cubre los conceptos básicos y nunca los pruebo sobre nada que no hayan aprendido ni en el material de lectura ni en clase, a diferencia de lo que les gusta hacer a algunos de mis colegas.
Mis ojos se posan en la señorita Elvis, que hoy ha elegido un asiento más cercano. Está sólo dos filas atrás, aunque en la sección más a la derecha. Su pelo rojo intenso está recogido en un moño despeinado, que es la moda de la mayoría de las chicas universitarias. Sin embargo, hay algo que la hace parecer más...
¿Sofisticado, quizás?
¿Qué tiene esta mujer que hace que me fije en ella?
—Veo que se queda —mi voz es baja mientras el último estudiante sale de la sala. Afortunadamente, nadie decidió quedarse atrás y hacerme preguntas hoy.
—Sí... —la señorita Elvis me mira y sus ojos esmeralda se vuelven altivos—¿Está bien? Pensé que había dicho...
—Está bien —me río—. La oferta sigue en pie.
Ella sonríe y su rostro se suaviza. —Ah, vale. Lo siento. Ha sido un día muy largo. Trabajo de noche en el Golden y...
—¿Trabaja en un bar?
Sus ojos se abren de par en par.
–Uh, bueno, sí... En realidad no bebo, pero me ayuda a pagar las cuentas. Laura suele dejarme ir un poco antes. Tengo un vecino que vigila a Daniel...
Esta mujer trabaja en el negocio de mi amigo, cuida a su hermano menor, ¿y ahora me dice que también trabaja en un bar?
Esta es una clase de segundo año.
—¿Qué edad tiene?
Las mejillas de la señorita Elvis se sonrojaron.
—Veintitrés... Cumpliré veinticuatro el próximo febrero.
Asiento. Al menos no es menor de edad. Pero ¿por qué demonios es responsable de su hermano de doce años? Debería estar viviendo su vida adulta sola, no siendo responsable de su hermano como parece serlo y trabajando en dos empleos.
Estoy a punto de abrir la boca y preguntar cuándo empiezan a entrar los estudiantes para la siguiente clase. Me estremezco por dentro al ver que un montón de jugadores de fútbol saltan sobre las sillas estilo teatro, se caen y se ríen. Sé que son solo niños, bueno, adultos jóvenes, pero maldita sea, es sorprendente que no rompan cosas.
—¿Quién eres? —uno de ellos aterriza justo al lado de la Señorita Elvis —. Nunca te había visto aquí antes—pongo los ojos en blanco y vuelvo a mi computadora portátil en el escritorio, volviendo al comienzo de la presentación de PowerPoint.
Honestamente, a veces es agotador repasar exactamente la misma información una y otra vez, pero podría ser peor... Y la segunda vez suele ser más elocuente que la primera—.Entonces, ¿estás ocupada esta noche? —la voz del chico se dirige hacia mí mientras le pregunta—. Me vendría bien una cita para la fiesta de mi amigo. Definitivamente estás lo suficientemente buena como para servir de acompañante.
¿Qué le pasa a la juventud de hoy en día? ¿Es esto lo que le gusta?
—No, gracias. Tengo que trabajar esta noche.
¿Es mi impresión o ella está siendo brusca con él?
–¿Dónde trabajas? Apuesto a que es en el Cabaret Blue Diamond. Eres lo suficientemente sexy como para ser una de las chicas.
¿Qué demonios? ¿Quién se cree que es este tipo?
Aprieto los dientes. Nunca me involucro en los problemas de mis estudiantes a menos que las cosas se agraven hasta un punto en que sea necesario, pero este tipo está exagerando.
—En primer lugar, no soy stripper. En segundo lugar, déjame en paz, por favor. Estoy tratando de hacer mi tarea. Tal vez deberías ir a sentarte en otro lugar—su audacia es impresionante y sorprendente.
Mirándola, no me parece el tipo de mujer a la que le gusta la confrontación, pero aparentemente, tampoco aguanta tonterías.
Me hace respetarla mucho más.
—Como sea —el chico se pone de pie, enfurruñado, y regresa con su grupo de amigos.
Todos se ríen y se ríen burlonamente, pero mi atención está completamente centrada en la Señorita Elvis.
Sus ojos están puestos en su trabajo y no presta atención a los chicos. Eso, en sí mismo, es diferente a lo que ocurre con la mayoría de las jóvenes que entran a mi aula.
Los jugadores de fútbol son prácticamente celebridades de la universidad, y la mayoría de las chicas casi se tropiezan con ellos, incluso cuando actúan como imbéciles.
Miro el reloj cuando marca la hora.
–Muy bien, clase, sentémonos todos y comencemos—y así, toda la habitación queda en silencio.
Me cuesta mucho concentrarme en la clase y desvío la mirada para contemplar a la señorita Elvis inclinada sobre su computadora portátil, supuestamente trabajando para terminar su tarea.
De vez en cuando, se frota los ojos o se aparta el pelo de los ojos. Cuanto más la miro, más me doy cuenta de lo cansada que parece la mujer. Las ojeras no son precisamente visibles ni le restan belleza, pero están ahí.
¿Qué tan caótica es su vida?
Ella es mi alumna y, de alguna manera, no puedo evitar fijarme en ella. Mi mente está constantemente llena de pensamientos sobre ella, sobre su vida fuera de las paredes de mi aula. No es solo que conduzca un auto destartalado o que trabaje mucho. Muchos estudiantes se encuentran en situaciones similares. Me viene a la mente una imagen de su hermano menor caminando con un bastón.
Su dinámica parecía diferente a la de un hermano y una hermana. Tal vez se debía a la gran diferencia de edad.Pero ¿por qué me importa tanto? ¿Por qué parece cautivarme?–.No se olviden de estudiar para el examen—la segunda clase finalmente llega a su fin. Una vez más, los estudiantes se quejan, pero los ignoro.
Algunos de estos jóvenes me ven como su enemigo, otros me ven simplemente como otro profesor molesto y, ocasionalmente, algunos verán que realmente estoy tratando de ayudarlos a avanzar en su educación. Un movimiento en la esquina de la habitación me llama la atención y me doy vuelta. La Señorita Elvis cierra su computadora ¿Está huyendo de mí, tratando de escapar? —¿Terminó?—entrecierro los ojos.
Ella asiente y me mira con los labios fruncidos.
–En realidad, lo hice. También publiqué el debate que tengo previsto para la próxima semana mientras estaba en ello.
Esa fue una gran carga la que asumió hoy...
–Entonces, ¿eres un lector rápido?
Se ríe suavemente y cierra su cuaderno.
—Puedo serlo. La lectura de hoy también fue muy interesante. La ética empresarial a menudo se pasa por alto, pero es muy importante, porque el entorno en el que trabajas afecta la productividad. Puede motivar a alguien o frenarlo.
—Tiene razón, se puede. También es una línea muy fina. Hay algunas políticas que podrían considerarse demasiado duras en algunos casos, pero necesarias en otros.
—Como las relaciones entre un cliente y un empleado.
Asiento.
—Es un buen ejemplo. En algunas empresas, puede que no afecte a la reputación del negocio, como en una tienda de comestibles o una panadería. Es perfectamente aceptable que un cliente tenga una relación con un empleado, pero en un bufete de abogados, que un abogado tenga una relación con un cliente, bueno, eso no es bueno.
—Por supuesto—la Señorita Elvis mira su cuaderno y parece estar leyendo sus notas.
—¿Tiene alguna pregunta hoy? No tengo que ir a ningún lado durante una hora más, así que estaré encantado de responder cualquier pregunta que tenga.
Ella asiente.
—¿Si pudiera repasar mis notas? Pero siento que entiendo bien este tema.
—Bien.
Mi teléfono comienza a vibrar en el escritorio, resonando en toda la habitación.
Rara vez recibo llamadas en mi celular y, cuando las recibo, generalmente son de Connor o de la escuela, aunque no es habitual en este momento. ¿Ha sucedido algo? Me apresuro a alcanzarlo y lo recoge. Madeline. Mierda.
De mala gana, lo tomo y contesto, preparándome para recibir a mi exmujer. Ella nunca llama con buenas noticias.
—Andres, ¿ya fuiste a buscar a Connor? —Suena irritada e impaciente.
Respiro profundamente.
—Todavía no, ¿por qué?
—Acabo de llamarlo y no contesta. Tengo trabajo que hacer y estoy intentando concretar los planes de la boda. Este es el único momento que tengo para hablar con él.
Cierro los ojos y aprieto el puño alrededor del teléfono.
–Está en medio de la jornada escolar. Por supuesto, no responderá. No puede.
Ella resopla.
—¿Sabes lo duro que es tener que esperar a que salga de la escuela? ¿Por qué no puede responder, de todos modos? Estamos pagando por la maldita cosa. No es como si cinco minutos fueran a hacer daño a alguien.
–Tienes muchas horas al día en las que no tienes que esperar a que esté en la escuela para llamarlo. O a mí, en realidad, que todavía estoy en el trabajo.
–No puedo compatibilizar esta ridícula agenda con Connor y tratar de tener una vida propia. Es casi imposible.
—Mira, la escuela es la escuela. Como dije, hay muchas horas al día. No es su culpa que tuvieras que irte de la ciudad. Además, me ofrecí a cuidarlo durante la semana y tú lo tienes los fines de semana. —Ignoro la forma en que la señorita Elvis me mira—. Dijiste...
—Eso no funciona para mí, y tú lo sabes —su tono es cortante—. Sé que te molesta estar atrapado allí mientras yo estoy aquí afuera tratando de tener una vida. Dios sabe qué le dirás a Connor.
Me paso la mano por la cara.
—Estoy intentando que las cosas funcionen.
–Estás enojado porque me voy a casar otra vez. Estás celoso.
—No me importa que te vuelvas a casar. Me alegro de que hayas encontrado a alguien—mi estómago se tensa cuando digo esas palabras.
No la quiero para mí. Ya no la amo.
Ese barco ya zarpó hace mucho tiempo y se ha dicho y hecho demasiado como para que las cosas tengan alguna posibilidad de ir más allá de ser civilizados con nuestro hijo.
Pero con el fin de mi matrimonio, también se perdió mi oportunidad de amar.
Puede que ya no lo busque más, pero eso no significa que no sea algo que todos anhelemos. Ella suspira.
—Como sea. Mira, no tengo tiempo para esto ahora. Estoy a punto de subirme al avión para volver a casa.
—¿Quieres que lo lleve a tu casa más tarde?
—No llegaré a casa hasta tarde. Tengo que reunirme con nuestro organizador de bodas.
—Por supuesto que sí.
—¿Qué? Al menos uno de nosotros tiene una vida. Ah, cierto. Tienes tu lindo trabajito a tiempo parcial. Patético.
Me encojo de hombros ante sus palabras.
—Que tengas una buena noche. Cuelgo.
Nunca sale nada bueno de una discusión con mi ex esposa. Dejé el teléfono y me preparé para enfrentar a la señorita Elvis.
Estoy seguro de que tiene muchas preguntas sobre lo que acaba de escuchar. Suspiro.
Miro hacia donde la dejé, pero ella ya se ha ido y no puedo decidir si eso es una bendición o una maldición.