Capítulo 5

2041 Words
Narra Magaly —Connor es genial —Daniel se sube al auto —. Tenemos mucho en común. ¿Recuerdas a esa youtuber que te dije ? ¡Él también la ve! —¿Y apuesto a que está locamente enamorado de ella? —le digo, mirándolo burlonamente. —No —la cara de Daniel se pone casi tan roja como mi pelo—. Nadie está enamorado de ella. De todos modos, es demasiado mayor para nosotros. Tiene como... quince años. —Son sólo tres años —me río—. Espera a que tengas treinta. Entonces ella sólo tendrá treinta y tres. No habrá nada entre ustedes dos. —De ninguna manera. Tendré hijos cuando tenga esa edad. Casi me ahogo. —¿Qué? ¿Desde cuándo planeas tener hijos? ¡Solo tienes doce años! Él aparta mi mirada. —No sé. Creo que tener hijos sería genial. Además, tal vez para entonces pueda correr y jugar con ellos, ¿sabes? Realmente no puedo hacer mucho por mí mismo ahora—se encoge de hombros. Abrazando su mochila en su regazo—¿Sabías que Connor juega al fútbol? Suspiro, una sensación de cansancio se acumula en mi pecho por alguna extraña razón. —Eso es realmente genial. ¿A qué escuela va? —Academia Privada Philli. Por supuesto, tenía que ser la escuela privada más cara del estado. —¿Crees que podríamos ir a verlo jugar alguna vez? Me invitó a ir el próximo viernes. Creo que sería genial. Dijo que me presentaría al resto de los muchachos del equipo. —No sé… ¿A qué hora toca? —A las cuatro. —No hay manera de que pueda hacerlo—la culpa lo invade por haberle fallado otra vez—.Estaré en el trabajo... —Vamos, Magaly. ¿No puedes tomarte un turno libre? —No puedo, y tú lo sabes. Apenas llego a fin de mes así como están las cosas. Tenemos suerte de que la casa esté pagada. No sé cómo podríamos sobrevivir de otra manera. —Vendrían y me llevarían —murmura Daniel, recostándose en el asiento. Se me forma un nudo en la garganta. Nunca pensé que tendría que preocuparme por el hecho de que los servicios de protección infantil se llevaran a mi hermano, pero tampoco imaginé que tendría que criarlo. —Nadie te va a llevar lejos de aquí. —me acerco y le agarro la mano—. Vamos a resolver esto. Mamá y papá nunca querrían que nos separáramos. —Ya no están aquí, Magaly —dice con voz apagada mientras su mirada se dirige hacia la ventana—. Si estuvieran aquí, no estaríamos en esta situación. Las lágrimas amenazan con salir, pero las aparto. Llorar no resuelve nada y, por mucho que quisiera poder llamar a mi madre y pedirle ayuda, no puedo. Nunca más. —Todo va a ir bien —le doy una palmadita en la pierna—. Tenemos todo lo que necesitamos y nunca nos falta nada. Cuando termine la escuela, las cosas irán aún mejor. Podré conseguir un mejor trabajo con mejores horarios y mejor sueldo. Ya no tendré a la señora Wellington vigilándote. —Sí, realmente podría vivir sin nuestra vecina de ochenta años espiándome por las ventanas—me mira y ambos nos echamos a reír. —Pero ella es agradable— me río. —Creo que está loca. Tiene más gatos que cualquier otra persona que haya conocido. —Ella sí que ama a sus gatos—me seco una lágrima y, sinceramente, no estoy segura de si es de la risa o de la conversación previa, pero no importa. No tengo tiempo para preocuparme por eso. Necesito llevarlo a casa y que se acomode para poder comenzar mi próximo turno. *** ¿Puedes recoger el turno de la mañana? Miro el mensaje del gerente de Bert's mientras me apoyo en el mostrador del bar. El Golden no es un bar universitario. De hecho, no recuerdo la última vez que vi estudiantes universitarios aquí. La mayoría de los asistentes son mayores, pero no me importa. Suelen dar buenas propinas y no hacen comentarios groseros. —¿Estás bien? —Lindsey, la otra camarera, es unos buenos diez años mayor que yo, y creo que, al igual que Fran, siempre tiene miedo de que esté a punto de estallar. —Sí, han sido unos días agotadores y me acaban de pedir que haga el turno de mañana antes de la clase— al menos no he visto al profesor Bentacour los últimos tres o cuatro días, aunque estoy haciendo todo lo posible para estar al frente de su clase, haciendo la tarea para la semana siguiente mientras estoy en la segunda clase mientras trato de aclarar cualquier duda.Dudas que pueda tener para no quedarme sola con mi profesor después de las clases. —¿Quieres decir que ese bar ha comenzado a servir el desayuno? —Es su nueva novedad— suspiré y escribí nuevamente para aceptar la oferta–.Y significa dinero extra para mí. Ella sacude la cabeza, su cabello oscuro rebotando sobre sus hombros. —También significa que duermes mucho menos, algo que ya no haces lo suficiente. Tienes que cuidarte. —Lo sé, lo sé. Pero me cuido . Me cuido asegurándome de que mi hermano tenga todo lo que necesita. Lo que significa que podemos permanecer juntos. Él es la única familia que tengo y me niego a perderlo. Antes de que nuestra conversación pudiera continuar, una pareja se acerca a la barra. Nunca había visto al hombre antes, pero hay algo familiar en la mujer rubia de nariz recta y ojos castaños oscuros. El hombre es probablemente unos diez años mayor que la mujer. ¿Dónde la he visto antes? ¿Quién es ella? —¿Qué puedo ofrecerte?—Sonrío. —Bueno, esta es nuestra primera vez aquí —la mujer sonríe radiante, apoyada contra la barra. Su escote casi se desborda—. Soy Madeline Bentacour, y este es mi prometido, Richard Sikes. De hecho, estamos considerando organizar una fiesta posterior aquí. Asiento, pero lo único que resuena en mi cabeza es su apellido, es igual al de mi profesor. —Ya veo. Llamaré a mi manager —Oh, por supuesto—su actitud cambia de agradable y abierta a una mirada del tipo «Eres solo una camarera » . No me importa. He aprendido que es la norma para algunos de los clientes. —Ve a buscar a tu manager y luego proporciónanos a ambos tu mejor ruso blanco. Asiento. —Un momento —me doy vuelta, le hago señas a Lindsey y le explico la situación. —Nuestro gerente aún no ha llegado–le dice Lindsey a Madeline—.Estará aquí en aproximadamente una hora. Salió hace unos minutos para hacer algunos recados. Tómate unas copas y para entonces ya estará de vuelta. —Mmm —se burla Madeline—. Y las bebidas serán por cuenta de la casa, ¿no? Es totalmente poco profesional que tu representante se haya ido. Observo cómo Lindsey frunce el ceño, pero luego cede. —Está bien. Dos tragos cada uno por cuenta de la casa. Nosotros invitamos. Eso significa que lo descontaremos de nuestro sueldo. —Maravilloso —dijo Madeline sonriendo y aplaudiendo. No extraño las uñas rojas recién cuidadas ni la forma en que me mira. Se gira hacia mí con la barbilla en alto. —¿Por qué me sigues mirando, cariño? ¿Quieres saber dónde compré mi vestido o algo así? Me arde la cara. –Tu vestido es precioso—y lo es. Aunque no es precisamente mi estilo, ya que se trata de un vestido n***o muy ajustado y escotado—.Pero, en realidad, fue tu apellido lo que me llamó la atención. Sus labios carnosos se curvan hacia abajo. —Por supuesto. Siempre delata a todo el mundo. No, no soy pariente de Jasper Bentacour. Aunque alguna vez lo fui, ya que me casé con un m*****o de la familia. Mi esposo era Andres Bentacour, que es profesor en la universidad. Ahora estamos divorciados —Madeline se inclina y rodea con sus brazos a Richard, que ni siquiera ha murmurado una sola palabra en todo este tiempo—. He conocido a alguien mucho más atento y maravilloso. —Ah, claro. Esta es la exesposa del profesor. La que abandonó a Connor y se fue volando sin pensarlo dos veces. La que discutió con el profesor por teléfono a principios de esta semana. Pensé que tal vez tenía una razón importante para decepcionar a su hijo la semana pasada, ¿pero ahora? ¿Qué tipo de mujer deja pasar la oportunidad de ver a su hijo para ir a un bar? —Pareces estar estupefacta—Madeline se ríe de mí. —Oh, déjala, Madeline. Parece agotada. Probablemente tenga mucho que hacer en un establecimiento como este—mira a su alrededor arrugando la nariz—. No todo el mundo tiene la suerte de ser tan bello o de estar tan bien en la vida como tú. —Lo siento—pone los ojos en blanco y se apoya contra el mostrador mientras termino sus bebidas. Les dejo dos copas rusas blancas y las observo con atención mientras beben un sorbo. En parte esperaba que odiaran las bebidas, pero en cambio Madeline sonríe. —Ah, esto sí que es bueno —dice sonriendo y se gira para mirarme— ¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí? —Un par de años. ¿Dónde buscan atención los clientes cuando los necesitan? Se siente tan... raro estar cerca de la exesposa del profesor. Y tal vez sea solo yo, pero lo único que quiero es huir de ella. —Mmm —Madeline pasa el dedo por la parte superior del vaso—¿Y acaso lo único que haces es servir bebidas? ¿Eres de las que encuentran arte en preparar tragos? ¿Cómo es que la mujer tiene la capacidad de hacer que todo lo que dice suene como un insulto? —No, no tengo intención de servir tragos durante más de un par de años. Sólo el tiempo suficiente para terminar mi carrera empresarial. Ella levanta la cabeza y me mira entrecerrando los ojos. —Entonces, ¿ por eso me preguntaste por mi apellido? ¿Porque tienes clases con mi exmarido? No tengo idea de cómo responderle a la mujer enojada, pero eso no me impide tratar de calmarla. —Tengo al señor Bentacour como profesor, por eso tu apellido me sonó familiar, pero también soy una gran admiradora de Jasper Bentacour–le fuerzo una sonrisa —.Pero no tenía ni idea de que alguna de las dos fuera pariente del actor—o no lo habría sabido si Fran no me lo hubiera dicho la semana pasada, pero por ahora solo necesito que esta mujer deje de hablar. —Mmm, sí. Andres no es tan encantador como Jasper, ¿verdad? Sé que la mayoría de los estudiantes piensan que los obliga a trabajar demasiado—resopla y sacude la cabeza—. Es un tipo que ladra y no muerde. No tiene nada de intimidante. —De todos modos —intercede Richard—. Por mucho que me gusten las críticas a mis ex, creo que deberíamos buscar algo más de lo que hablar... Como nuestra boda. Déjame mostrarte lo que encontré hoy, querida —saca su teléfono y ambos se concentran en lo que sea que esté en su pantalla. Esta es mi oportunidad. Me voy. Madeline parece una mujer insoportable, aunque no puedo decir que el profesor sea mejor. Su única virtud es que todavía me deja quedarme hasta tarde para hacer la tarea y que realmente se preocupa por su hijo. Recargo mi agua y tomo un sorbo mientras mi teléfono comienza a sonar en mi bolsillo. Rápidamente lo busco y aparece el nombre de la señora Wellington. Algo está mal. No habría manera de que me llamara tan tarde en la noche si algo no le hubiera pasado a Daniel. Mi voz tiembla mientras respondo: —¿Hola? —Soy Daniel. Me temo que necesitas volver a casa.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD