Eliza Apreté los ojos, intentando que el peso en mi pecho disminuyera, luchando contra la presión que Jonathan siempre había ejercido sobre mí, aun cuando él no tuviera idea. El pasillo estaba en silencio, y aunque sabía que debía regresar a mi oficina y continuar mi día como si nada pasara, mis piernas se negaban a moverse, como si mi cuerpo entendiera el impacto de esta nueva realidad mejor que mi mente. El sonido de unos pasos me alertó, resonando como ecos pesados, y retumbando en mi aturdida cabeza. Eran pisadas seguras, lentas, el ritmo de alguien que sabe que tiene el control, que sabe dónde está parado. No tenía que verlo para saber que, al girar la esquina, Jonathan sería la misma figura que conocí hace años, solo que ahora el poder era palpable en él, dueño del lugar, dueño d