Eliza Nunca había sido parte de algo tan tortuoso como la cena que estaba presenciando. La única razón por la que no me levantaba y me iba era porque Lewis, con una emoción infantil, había insistido en que cenáramos todos juntos, porque, tenía un anuncio importante que hacer y quería que todos estuviéramos aquí. Desde el primer saludo, me quedó claro que este hombre, el Jonathan que conocí años atrás, se había convertido en alguien que ya no reconocía en lo absoluto. Y su prometida, una talentosa diseñadora de modas en ascenso, parecía hecha a su medida, distinguida, elitista y para mi gusto, completamente insoportable. Estábamos todos sentados en el comedor, degustando ya el postre que mi madre había preparado, que casualmente era el favorito de Lewis y Jonathan, desde siempre. La atmó