Eliza Cinco años después… Siempre me había enorgullecido de mi puntualidad. Llegar tarde no era una opción, y mucho menos al trabajo. Así que, cuando mis ojos se abrieron y vi la hora en la pantalla de mi teléfono, el pánico se adueñó de mí en un segundo. ¡No había escuchado la alarma! Un dolor de cabeza punzante me atravesaba como si tuviera un ejército de tamborileros en mi cerebro. Me llevé una mano a la frente, intentando ahogar el lamento que brotaba de mis labios, y en ese preciso momento, sentí una ola de arrepentimiento profundo, me reprendí por haber aceptado la invitación de Emily para salir un domingo en la noche. Lo había hecho mil veces, pero esta vez se sintió más como un suicidio lento que como un escape divertido. "No más vino," me prometí a mí misma. Parecía