Capitulo 10

2132 Words
Eliza La semana, por suerte, había pasado en un abrir y cerrar de ojos. Agradecía cada segundo en que el tiempo avanzaba, llevándose consigo esos encuentros tensos con mi pesadilla personal en la agencia, que, aunque breves, siempre dejaban esa carga incómoda en el aire. Hoy era viernes, y después de la conversación con Emily, me sentía decidida a tomar las riendas de mi vida, abrirme a nuevas posibilidades y dejarme llevar por algo distinto, fresco. Si mi vida iba a tomar un rumbo nuevo, quería que eso se reflejara en cada aspecto de mí. Todavía no había probado las apps de citas, pero si iba a hacerlo, necesitaba más que esas fotos aburridas y anticuadas que tenía guardadas en mi teléfono. Con esa idea en mente, me fui de compras. Paseé por las tiendas, eligiendo a mi antojo algunos vestidos nuevos, un par de tacones que hacía tiempo me llamaban la atención, y alguna que otra prenda que realmente me hacían sentir especial. Dos horas después, y cargando varias bolsas en ambas manos, me detuve frente a un salón de belleza. Me quedé mirando mi reflejo en la vitrina. Mi cabello, siempre largo y sin mucha forma, colgaba sin gracia sobre mis hombros. Lo había llevado así desde siempre, casi como si formara parte de una versión de mí que se negaba a evolucionar, quizás era el momento de un cambio, algo que se sintiera radical y renovador. Sin pensarlo demasiado, porque sabía que si lo hacía seguramente me arrepentiría, entré. La recepcionista me recibió con una sonrisa y me acomodó rápidamente en una silla, como si presintiera que era mejor no darme tiempo para dudar. Apenas unos minutos después, un estilista se acercó con una sonrisa y comenzó a tocarme el cabello, evaluando cada mechón. ―Bueno, hermosa, dime qué haremos hoy― me dijo con un entusiasmo contagioso. ―Quiero un cambio― le respondí, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. No quería solo cortar las puntas. Mi cabello largo ya no tenía forma ni personalidad, y quería algo que me hiciera sentir renovada―. Quiero cortarlo al estilo bob, algo justo a la altura de la mandíbula. Sus ojos se iluminaron y sonrió aprobadoramente. ―Te quedará perfecto, tienes unos rasgos preciosos― me dijo, entusiasmado―. Mira, te propongo hacerte un tratamiento de nutrición, bajar un tono el color a un castaño claro, algo que haga resaltar aún más tus ojos. ¿Qué dices? ―Confío en ti― dije, entregándome por completo al proceso, dejando que él hiciera su magia. El sonido del agua, el masaje en el cuero cabelludo y el olor de los productos crearon un ambiente de relajación total, como si me preparara para un renacimiento. Luego de lavar y tratar el cabello, empezó el corte, vi cómo cada mechón caía al suelo, una sensación extraña, casi simbólica, como si con cada tijeretazo dejara atrás a alguien que ya no quería ser. Finalmente, dos horas después, estaba mirándome al espejo, estupefacta. El estilista me daba los últimos toques, peinando con delicadeza cada mechón de mi nuevo bob. El corte se apoyaba justo en la línea de la mandíbula, con un ángulo que le daba estructura a mi rostro y me hacía lucir sofisticada y segura de mí misma, mi cabello caía hacia un lado, resaltando mis pómulos y enmarcando mis ojos con un brillo que parecía más vivo. El tono castaño claro era sutil, pero tenía esa calidez perfecta que hacía resaltar el azul de mis ojos de una forma casi mágica. ― ¿Qué te parece? ― preguntó el estilista con una sonrisa, esperando mi aprobación. Me quedé en silencio un momento, absorbiendo cada detalle. No solo era el cabello, era la persona que veía en el reflejo. Mis rasgos parecían más luminosos, como si esta versión de mí hubiera estado esperando salir a la superficie. Me sentía más fuerte, más segura y… jodidamente poderosa. ―Es increíble… Me encanta― dije, sin poder apartar la vista del espejo. Era un cambio que había empezado en mi interior, pero que ahora podía ver claramente frente a mí. Con una emoción desbordante y una energía renovada fluyendo por cada célula de mi cuerpo, pagué y salí del salón, sintiéndome como una estrella de Hollywood. Mi cabello se movía con ligereza, y la sonrisa que adornaba mi rostro era de una seguridad que hacía mucho no sentía. Todavía no decidía si regresar a casa para cerrar mi día de compras o si debía llevar mi plan de "mimos" a otro nivel y cenar en algún lugar bonito, solo para celebrar esta nueva versión de mí. Pero, antes de que pudiera resolverlo, mi cuerpo chocó de lleno contra algo firme y duro. Sentí cómo mis bolsas salían disparadas y caí al suelo sin siquiera poder reaccionar. ―Joder… ― mascullé, frotándome el trasero adolorido y sintiéndome ridículamente torpe. ―Lo siento, no te vi…― una voz familiar y cálida me hizo levantar la vista, y, en cuanto mis ojos se encontraron con los suyos, mi boca se abrió de sorpresa. ― ¿Eliot? ― murmuré, apenas procesando que era él quien estaba frente a mí. ― ¿Eliza? ― su tono reflejaba la misma sorpresa que el mío mientras me tendía una mano para ayudarme a ponerme de pie. La tomé, y cuando estuve erguida, pude verlo mejor, su sonrisa era la misma de siempre, encantadora, con una mezcla de calidez y un toque de coqueteo que parecía tan natural en él―. Dios, estás… estás tan cambiada― murmuró, observándome de pies a cabeza―. Estás más hermosa de lo que recuerdo. ―Gracias, acabo de cambiar de look― dije, sintiéndome algo sonrojada mientras movía mi cabello de un lado a otro, disfrutando de la ligera coquetería en su tono―. Tú también estás diferente. ¿Cuándo has vuelto? Eliot era el hermano menor de Jonathan, pero los dos no podían ser más distintos. Mientras que Jonathan siempre había sido serio y reservado, Eliot era el tipo de persona que iluminaba cualquier habitación con su presencia; alegre, coqueto y sin miedo a decir lo que pensaba. Aunque no éramos cercanos, nos habíamos visto ocasionalmente en reuniones o eventos sociales, y siempre me había caído bien. Después del bachillerato, él se fue a Oxford para estudiar abogacía y, según sabía, había pasado unos años en Francia antes de volver a casa. ―Hace un mes― me respondió, y se inclinó para recoger mis bolsas esparcidas por el suelo―. Parece que has estado castigando a tu tarjeta de crédito. ―Yo lo llamo "mimarme un poco"― dije, riéndome mientras él me lanzaba una mirada divertida. ― ¿Y tú? ― continué, aceptando mis bolsas mientras él me las iba entregando―. ¿Vuelves de forma definitiva? ―Sí, esta vez he vuelto para quedarme. Estoy abriendo mi propio bufete aquí, así que me verás seguido por la ciudad― me dijo con una sonrisa que dejaba entrever orgullo y emoción. Parecía realmente feliz por este nuevo comienzo, y me alegraba sinceramente por él. ―Eso suena genial, Eliot. Me alegra que así sea― y lo decía en serio. Ver a alguien tan apasionado y decidido era refrescante, y me inspiraba. ―Bueno, estaba a punto de ir a comer algo. ¿Te gustaría acompañarme? ― preguntó, lanzándome esa mirada suya, llena de ese brillo de siempre―. Podemos ponernos al día, y además podré presumir de una mujer tan hermosa a mi lado. Solté una carcajada. ―Veo que no has cambiado en lo absoluto― dije, recordando cómo siempre había sido encantador y algo descarado. Él se rio, llevándose una mano al pecho en un gesto exagerado. ― ¿Yo? Jamás cambiaría algo que funciona tan bien. No pude evitar sonreírle, esa sonrisa genuina que él siempre lograba sacar en mí. ―Está bien, acepto tu invitación. Después de todo, no me vendría mal un poco más de “mimos” ― respondí, poniéndome en sintonía con su tono ligero y desenfadado. ―Perfecto. ¿Sabes? ― dijo, mientras me ofrecía su brazo para que camináramos juntos―. Siempre creí que eras especial, Eliza. Aunque no tuviéramos mucho trato en aquel entonces, siempre tenías algo diferente, algo… único. Mis mejillas se sonrojaron ante el comentario, pero traté de disimularlo con una sonrisa agradecida. Aunque lo que había dicho me tomó por sorpresa, de alguna manera me sentía cómoda a su lado, como si pudiera relajarme y disfrutar del momento sin complicaciones. Caminar juntos hasta el restaurante fue una experiencia inesperadamente divertida. Eliot no dejaba de hacerme reír con sus ocurrencias y anécdotas, y cada tanto se detenía para hacer algún cumplido sutil, manteniendo un tono de caballero despreocupado que me resultaba refrescante. No recordaba haberme sentido tan cómoda con alguien desde hacía mucho tiempo, y conforme avanzábamos, el peso de los últimos días comenzaba a desvanecerse. Ya en el restaurante, mientras la conversación fluía de manera natural, me di cuenta de lo mucho que necesitaba esto, un cambio, una noche diferente, y quizás una amistad nueva que me recordara que podía ser quien quisiera ser. Después de una cena deliciosa y una conversación refrescante, Eliot me acompañó hasta mi auto, nos despedimos con una sonrisa cómplice y la promesa de organizar otra salida pronto, algo que realmente me emocionaba. No solía conectar tan fácilmente con la gente, y menos aún con alguien como Eliot, que parecía tener una intensidad y esa energía capaz de iluminar cualquier momento y lugar. Nos intercambiamos números, y al ver su contacto en mi teléfono, sentí que quizás esta nueva etapa en mi vida traería más sorpresas de las que esperaba. Una media hora más tarde, entraba finalmente a mi apartamento, exhausta, pero con una satisfacción que hacía mucho no experimentaba. Me descalcé apenas cruzar la puerta, dejando los zapatos tirados junto al sillón, las bolsas de compras quedaron esparcidas en el sofá, y me prometí a mí misma que mañana les encontraría un lugar, pero ahora no había nada más tentador que relajarme. Caminé hasta la cocina, sintiendo aún el cosquilleo de la velada, y me serví un vaso de agua fría. Mientras bebía, mis pensamientos volaban al Eliot que había conocido esta noche, tan diferente a como lo recordaba, y a la seguridad nueva que había sentido en mí misma después del cambio de look. Parecía una tontería, pero a veces un pequeño cambio podía hacer que te vieras desde otra perspectiva. Hoy me sentía… viva. Y quizás este cambio fuera el comienzo de algo nuevo, de algo mejor. Con esa última reflexión, me dirigí al baño, ansiosa por tomar una ducha que lavara no solo el día, sino cualquier rastro de la semana que había dejado atrás. Me quité la ropa y la dejé caer en el cesto, encendí la ducha y me metí bajo el agua caliente, permitiendo que el calor relajara mis músculos. El vapor llenaba el baño, y mientras el agua resbalaba por mi cuerpo, sentí cómo se iba disipando el cansancio, dejándome solo una placentera sensación de paz. Cerré los ojos, disfrutando del silencio. El agua caía como una lluvia suave, y en ese momento, me di cuenta de que hacía mucho no me permitía este tipo de tranquilidad, siempre con la mente en el trabajo, en la rutina… hoy había sido diferente. Hoy había sido un día solo para mí, y me prometí que no sería el último. Diez minutos más tarde, con la piel enrojecida por el agua caliente, salí de la ducha sintiéndome ligera y renovada. Al salir, me envolví en una toalla suave y tomé un pijama cómodo del armario. Al tacto con mi piel recién bañada, me sentí rodeada de calidez y confort, apagué la luz del baño, y con una sonrisa cansada, me deslicé debajo de las sábanas, disfrutando del frescor de la cama y del suave aroma a limpio que se desprendía de la almohada. Mientras el sueño comenzaba a vencerme, sonreí. Había sido un día para recordar, un día que me había traído quizás, el comienzo de una nueva amistad con Eliot, nuevas compras, y un cambio de look que aún no terminaba de creer. Recordando su expresión sorprendida cuando me vio, y el brillo en sus ojos mientras me lanzaba piropos, no pude evitar reírme entre sueños. Quizás este fuera el primer día de una versión diferente de mí misma, una versión que tomaba riesgos, que no le temía a los cambios y que se daba la oportunidad de disfrutar. Poco a poco, la habitación se fue desvaneciendo y, con una última sonrisa, me dejé llevar por el sueño, lista para descubrir qué otras sorpresas podría traer mañana.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD