Eliza Llegué a la empresa diez minutos antes, notando al instante el cambio en la fachada. Ahora, en letras doradas y brillantes, el edificio proclamaba “Urbanismo y Diseño Kingston”. Ese apellido maldito. Me seguía como una sombra que nunca terminaba de desaparecer, recordándome una historia que había intentado dejar atrás. Pero no iba a permitir que eso me afectara; esta empresa era mi refugio, el lugar en el que podía volcarme en lo que amaba sin que nada más importara. Este era mi lugar feliz, y él no lo arruinaría. Después de aparcar en mi lugar habitual, me dirigí al ascensor y subí al piso de mi oficina. Las puertas se abrieron y ahí estaba Hannah, con su eterna sonrisa iluminando la mañana. ― ¡Buenos días, Hannah! ― le dije, correspondiéndole con una sonrisa mientras colga