Capitulo Nueve

3162 Words
—No es una broma, creí que estaba enterado. El tio Arthur no decía nada, permanecía pensativo, estaba procesando aquella estupidez hecha por Caden en medio de un arranque. ¿De verdad quieres darle una lección de la que nunca se olvide? Siendo así puedo ayudarte, si es que la odias tanto como quieres hacerme creer—. Era un hombre con mucha experiencia. Caden caminaba de un lado a otro. —Púes claro que quiero darle una lección, es una mentirosa. —Bien, anularemos tu matrimonio, enviarla a casa de su padre será algo que nunca olvidará, aunque no la hayas tocado la gente pensará que si, será muy dificil que vuelva a casarse. Si tanto odias a tu esposa creeme que esta es la oportunidad para demostrarlo. Dime Caden, ¿Querrás hacerle esto a una joven que no tuvo elección?—. Lo estaba probando, queria comprobar que de verdad la odiara. Aquello sonaba despiadado. —Hice unos votos, no pienso faltar a Dios. Arthur soltó una carcajada, había llegado a donde quería. Lo de Caden no era más que un disfraz. —¿Sabes que creo? Que estás poniendo esos votos de pretexto porque no quieres dejarla, y está bien que sientas algo por ella. Ahora el problema será cuando Lord Ronald desee que tu matrimonio sea anulado, ya sabes lo unico que puede impedir eso. Lo miró avergonzado, se habia puesto en evidencia. —No lo haré. —Oh no, si lo harás, te doy dos semanas para que todas las cosas de tu esposa sean llevadas a la habitación principal, sino, yo mismo lo ordenaré. Tu tienes el mando ahora, pero seré yo quien enfrente las amonestaciones, se supone que debia evitar cosas como estas. !Maldita sea¡ le habia dicho que jamás compartiría la cama con ella y ahora debia hacerlo, eso y engendrar un bebé era la unica forma de que no fuera enviada a casa tras el anulamiento de su matrimonio. —Ella me odia, la he tratado mal, si no deja que me le acerque mucho menos se acostará conmigo. Y no la obligaré—. Parecía frustrado. —Nadie dijo nada de que la obligaras muchacho, sabrás acercarte a ella. Ese era el problema, no quería acercarla a él, al menos no ahora. Tampoco queria que se fuera, estaba entre intentar un nuevo comienzo con su esposa, o dejarla ir. Dando por terminada la conversación, volvieron a la cena, las jovenes ya se habían retirado, el tema aún resonaba en su cabeza, solo tenía dos semanas para hacer las cosas a su modo. Ya era hora de dormir, habia pasado un buen rato con el tio Arthur, era de las personas que se veian intimidantes pero al conocerlas se convertían en alguien totalmente distintos. Los días pasaban como una estrella fugaz, Ivette y Caden ni siquiera se dirigian la palabra, ni siquiera en las comidas se daban el saludo. Addie estaba trabajando duro reparando el jardín. Anna inmersa en sus libros. Todos actuaban como si las cosas estuvieran bien, en todo el castillo habia corrido la noticia de que el Conde no había pasado ni una sola noche con su esposa, tambien se decía que ella no lo respetaba. Las especulaciones aumentaban, algunos decian que Caden la repudiaba por no ser doncella, otros decian que se habia casado con ella para evitar comentarios de su hombría. Este ultimo rumor fue creado por la propia Ivette, hacia todo por llamar la atención de Caden y verlo molesto. el tio Arthur la habia conocido y le cayó muy bien. Se habia familiarizado con las mujeres que trabajaban en el castillo, le habia pedido que la orientaran más acerca de las relaciones sexuales. En su explicación fueron más cuidadosas que su madre. Una tarde durante estaba bordando junto al balcón Caden se acercó a ella, queria reclamarle por su comportamiento. —Me parece de mal gusto que vivas socializando con los sirvientes, comportate como la señora de esta casa. Como si no lo hubiese escuchado continuó bordando. Caden empezaba a impacientarse por su silencio. —¿Me habla a mi, su excelencia? Pensé que la señora de esta casa era Addie, dado que ella supo antes que yo que usted ya era Conde. Su casa no me importa, si se cayera a pedazos me daría igual. No te imaginas cuanto te odio y te detesto. —Deja tus cosas aqui, quiero mostrarte algo—. Ese era el comienzo de que todo fuera bien. —No iré a ningún lado. —Por favor, ven conmigo—. Le estaba costando mucho ser amable. Para ella tambien estaba siendo dificil. No queria que fuese otra forma de humillarla. Se puso de pie y lo siguió hasta el patio trasero, donde habia un caballo. —¿Y ahora qué?—. Preguntó confusa. Unos sirvientes se acercaron, la idea era ayudarla a subir al caballo. Algo más era que Caden también lo haría. Dejandose llevar porque nada malo pasaría aceptó la ayuda y montó el caballo, Caden hizo lo mismo. Tomó las riendas y empezó a andar. Los dos iban en silencio, a pesar de estar tan cerca ninguno se atrevia a decir nada. No reconoció el camino que estaban tomando. Terminando el camino llegaron a una pequeña cabaña de madera. La corta hierba de la pradera terminaba justo donde comenzaba un precioso lago con una superficie suave y azul, se extendía casi al borde del horizonte y estaba enmarcado por rocas y arboles altos. Caden fue el primero en bajar del caballo y luego ayudó a Ivette. Ella aun no entendía que hacian allí. Como un niño emocionado se quitó la camisa, las botas y corrió hacia el agua. Incapaz de evitarlo sus ojos fueron inmediatamente a sus abdominales firmemente formados. Él se dio cuenta de aquello, sonrió por lo bajo y luego se surmegió en el agua. El paisaje era hermoso y tranquilo. Estar allí era casi meditativo. Luego de unos minutos salió del agua, estaba allí para hablar con Ivette meterse al agua no era parte del plan. Estaba estaba sentada en la hierba, admiraba las flores silvestres. Empapado de agua Caden se sentó a su lado, ella no lo miró. —Quisiera que fuesemos amigos, reconozco que estuve mal, pero los motivos me los diste tú—. Dijo sacudiendose el pelo. Su cabello era tan brillante con la luz del sol, gotas de agua le caían, yendo a parar a su pecho desnudo. Estaba jodidamente sexy. —¿Quieres decir que tengo la culpa de haberme casado con un idiota contra mi voluntad? Sus palabras sonaron graciosas. Miraba fijamente lo hermosa que era, su hermosa piel expuesta al sol era algo magico. Verla le había dado ganas de olvidar sus rencores y portarse como un buen esposo. —Quiero decir que empecemos de nuevo, respetandonos mutuamente, tratando de que esto funcione. —La respuesta es no. Frustrado por la testaruda que estaba siendo la agarro por los hombros, no quería hablarle sobre anular el matrimonio pero su actitud no le dejaba opción. —Escuchame bien, el padre de Addie ya debe estar al tanto de que nos hemos casados, no tardará en pedir la anulación de nuestro matrimonio. Si eso pasa la más perjudicada serás tú... Ivette no lo dejó terminar. —Seré enviada de vuelta a casa de mi padre. El asintió y le dedicó una mirada triste. —No dejaré que eso pase, solo necesito que por favor pongas de tu parte, ¿Crees que puedas?—. Puso el dedo en su barbilla obligandola a verle a la cara. Como por impulso ella lo agarró del cuello y tiró de el reclamando sus labios, aquella reacción lo sorprendió pero se dejó llevar. Una sensación de calor se extendió por todo su cuerpo. Caden gemía contra sus labios, levantó su vestido y acarició sus muslos, luego la levantó haciendola sentarse a horcajadas sobre su regazo, ella no lo rechazó. Una oleada de fuego atravesó su cuerpo haciendola inclinar la cabeza hacia atrás. Acariciaba la base de su cuello haciendola estremecer, le besó la base de la mandibula hasta llegar a su cuello y luego le susurró al oído. —Que impaciente eres, me sorprendes Ella se retiró avergonzada, se había dejado llevar demasiado. —Debemos volver a casa—. Dijo mientras se levantaba sacudiendose la hierba del vestido. No habia dicho aquello con intención de espantarla, solo pretendía ser sexy. «Malditos libros de romance, no se por qué les hago caso.» Pensó. No lo miraba a la cara. El notó que sentía vergüenza por lo sucedido. —!Espera¡— Sustuvo su mano, esta vez no la obligó a mirarlo— Que hagamos esto no está mal, no debes sentir vergüenza por ello estamos casados. —¿Por qué me trajiste a este lugar?—. Preguntó mientras caminaba hacia la pequeña cabaña. —Este era el lugar favorito de mis padres, decían que cuando tenían alguna dificultad solo acudian aquí y la olvidaban, contruyeron la cabaña cuando Anna nació, veniamos una vez al mes. Decía aquello con tanta nostalgia que Ivette sintió la necesidad de abrazarlo, pero se limitó a hacerlo. —Significa que aquí solucionaremos las nuestras, me gusta. —Si lo deseas, si. Puso una mano en su mejilla. —Gracias por confiar en mí y mostrarmelo. Le dio un abrazo. *** El camino a casa fue muy diferente, no actuaban como un matrimonio enamorado pero si se notaba que hubo un cambio en su relación tras aquella conversación en el lago. Addie los observó regresar desde su ventana, ambos venian sonriendo. Bajaron del caballo y fueron hacia la casa, entraron agarrados de la mano. —¿Qué es lo que veo?—. Preguntó Anna con una sonrisita traviesa mientras se ponía sus lentes. Todos rieron. —Anna necesito que ordenes llevar las pertenencias de Ivette a la habitación principal. Addie venia bajando las escaleras pero se detuvo a escuchar más de la conversación. —Como desees, ahora mismo daré la orden—. Se retiró a buscar personal que cumpla con lo encargado por Caden. Dejandolos a solas Caden se acercó a Ivette para explicarle de que iba aquella orden, se habia asustado al escucharlo. —No estés asustada, te garantizo que no pasará nada malo—. Dijo mientras daba palmadas a su hombro. Aquello la tranquilizó. —Caden, quisiera comentarte algo acerca del jardín, es muy importante—. Interrumpió Addie. Él se dio la vuelta para mirarla. —No es necesario, confio en lo que hagas—. La evadía, no queria dejar a Ivette sola. —Yo preferiría hacerlo— Miraba a Ivette con asco— por favor hablemos en privado. Soltando la mano de Ivette, siguió a Addie al despacho, no cerró la puerta con seguro, no queria que nuevamente se malinterpretaran las cosas o Addie pensara que tenia oportunidad con él. —¿Qué te inquieta?—. Preguntó con curiosidad, sabía que aquella tarea no era algo de lo que tuviesen que hablar, era muy sencillo, conocia a Addie, no queria hablar del jardin, tenia otros motivos. —La verdad es que ya debes saber que no quiero hablar del jardín—. Dijo confirmando ya las sospechas de Caden. —¿Entonces de qué quieres hablar? —Los vi regresar juntos del bosque, estaban mojados y escuché lo que le dijiste a Anna, algó pasó, ¿De verdad dormirás con ella?—. Estaba a punto de quebrarse a llorar pero alguien interumpió en el despacho abriedo la puerta de par en par. —¿Con quien se supone que debe dormir? Soy su esposa, creí que esa parte había quedado clara—. Dijo Ivette mientras se situaba al lado de Caden agarrando su brazo. Para Caden aquella reacción de Ivette habia sido verdaderamente graciosa, se habia tomado muy en serio eso de llevarse como una pareja de verdad. Por otro lado no le gustaba ver sufrir a Addie. —No seas ridicula, todos sabemos que nunca han compartido el lecho. —Preferimos hacerlo del modo sucio, ya sabes, él se escabulle a mi habitación y yo hago lo mismo. Es muy excitante portarnos como amantes, te recomiendo que cuando tengas marido lo intentes—. Ivette apoyaba su cabeza en el hombro de Caden. Aquel comentario lo habia sorprendido tanto como le habia causado gracia. Mientras tanto Addie miraba a Caden como esperando que desmintiera las palabras de Ivette, él no hizo nada. —Hablas como una vulgar mujerzuela—. Fue todo lo que Addie pudo decir. Sumida en la vergüenza salió dejandolos solos, al parecer habian arreglado sus diferencias. «No por mucho tiempo.» Pensó. —¿Qué fue eso?—. Caden se reía casi al punto de que le salieran lagrimas. —Aprendí a hablar así con las mujeres que trabajan aqui, ellas me han enseñado mucho—. Dijo bajando la mirada y apartandose de Caden, no sabia por qué reaccionó así. —Aunque fue muy gracioso, no quiero que mi esposa se exprese así—Dijo dandole un beso en la frente— no delante de otra persona que no sea yo. —Ella hace todo para molestarme, solo queria devolverle el favor. Caden le dio un tierno abrazo, le recordaba a una niña peleando por dulces. —Quiero que traten de llevarse bien, Addie es una excelente amiga, solo que ahora está confundida. Le devolvió el abrazó. —Aún estás mojado, y yo también, ve a cambiarte o te puedes enfermar. —Deja de tratarme así, luego de que me acostumbro jamás te puedes deshacer de mí. Los dos rieron. Ambos fueron a sus habitaciones, ella no estaba tan mojada como él pero sentía la necesidad de cambiarse de ropa. Casi era hora de bajar a cenar peto se sentía cansada, montar la había agotado, no estaba acostumbrada a hacerlo. Ya instalada en la habitación principal, exploraba todo, las cortinas y las ventanas, como lucian a juego. Caden estaba en el umbral de la puerta, llevaba tiempo observandola, Ivette parecía no darse cuenta y continuaba curioseando en aquella habitación. —Pedí que trajeran nuestra cena, yo tampoco tengo ganas de bajar. Espero que no te moleste. —Para nada, ven—. Lo invitó a pasar. Se sentó en la cama junto a ella. —Quiero que olvidemos todas las estupideces con la que empezamos, mi madre decia que antes de todo debia existir amistad, quiero eso. Lo vio a los ojos, sus palabras eran sinceras. Toc... Toc... Alguien llamaba a la puerta, a lo mejor era la cocinera llevando la cena. Si, era ella, le dio una mirada de complicidad a Ivette se retiró. —¿Por qué Caden no está aquí? Siempre nos acompaña en la cena—. Addie parecia molesta. Anna se encogió de hombros. Arthur se limitó a opinar, su atención solo estaba en aquello que contenía su plato. —Tú— señaló a la cocinera— ven aquí. Obedeciendo fue hacia ella. —¿En qué puedo servir a la señorita? —¿Le pasa algo a Caden? La mujer casi dejó escapar una sonrisa, todos estaban enterados de lo que sentía Addie. —El señor está bien, él y su esposa pidieron que subieran la cena. Al parecer están muy contentos y desean comer en sus aposentos. La felicidad con la que aquella criada lo habia dicho la había enfurecido. —No te pregunté si estaban felices o no. ¡LARGATEEE¡ desaparece de mi vista, inutil—. Siempre solía tratar mal a la servidundre, por eso todos se habían encariñado con Ivette, ella si los trataba como personas. Arthur y Anna se habían quedado sorprendidos. Addie actuaba Como una loca, bien podia dejar Wiltshire Court y no mortificarse viendo y escuchando cosas que no eran de su agrado. Terminando de cenar Caden e Ivette decidieron platicar sobre sus infancias, él le contaba acerca de la belleza de Francia. —¿Como son las iglesias? —Algo magnifico, todas son perfectas, pero para mí ninguna se comparan con la de Saint-Etienne-Le- Vieux y Saint Germain L' Auxerrois, tendrias que verlas, parecen hogar de ángeles. —Algún día visitaré Francia. —Espero ser yo quien te la muestre—. Estaba esperanzado. Le apartaba el cabello de la cara, ella no pudo ocultar el color en sus mejillas, el tacto de Caden era electrizante, más de lo que queria admitir. Nuevamente alguien tocó a la puerta, era la joven que ayudaba a Ivette a desvertirse antes de dormir. Ahora era diferente compartia la cama con su esposo, pero aún no tenia valor de desvertirse frente a él. —Yo me retiro—. Sabía que ah presencia le incomodaba. Poniendose su bata, se metió rapidamente a la cama y se cubrió con la sababa hasta el cuello, cuando Caden volviera solo vería su cabeza. Cuando vio a la chica salir, volvió a la habitación, también tenía que desvestirse y meterse a la cama. Empezó por quitarse la camisa revelando su musculoso pecho, luego se quitó los pantalones, bajó la luz de las velas lucia como un Dios griego, Ivette nunca había visto a un hombre con tan poca ropa. Pensaba en lo perfecto que era Caden, viendolo de ese modo, habia tenido suerte por tenerlo a el como esposo y no a un hombre asqueroso y mucho mayor que ella. Quedando solo en ropa interior se metió a la cama. —Buenas noches—. Dijo ella dandose la vuelta para dormir. —¿Te puedo abrazar?—.Preguntó con la voz casi temblando, no queria parecer un pervertido. —Si—. Respondió dudosa. Caden alargó la mano buscando a Ivette, en medio de eso tocó uno de sus senos, por error. Al sentir el tacto sus pezones se endurecieron, era una sensación muy extraña. Quitó la mano de inmediato, lo menos que quería era asustarla. Aquello le demostró que iba a ser muy dificil tenerla cerca y no poder tocarla, no sin su permiso. Ella tomó su mano nuevamente y la guió hacia un abrazo. Ambos estaban en silencio, ella fue la primera en quedar dormida. Caden pensaba en lo bien que habia sido el dia sin discutir por tonterias, queria quedarse así. La luz de la luna iluminaba su rostro, lucia como un ángel, pensaba en el primer dia que la vio, desde ese dia ella jamás salió de su cabeza. Con el dedo indice acaricio su cara, era imposible no estar rendido ante aquel rostro de ángel, Ivette era perfecta, y solo de él, aunque quisiera negarlo sabia que desde que la conoció solo quiso algo, tenerla. Sentia una necesidad de cuidarla como una fragil copa de cristal. —Posar los ojos en ti me hizo desear algo más que solo mirarte—. Dijo en voz Baja mientras le daba un tierno beso en la frente.
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