Las palabras de Caden habían sido confusas, ahora menos entendía por qué había insistido en casarse con ella de una forma tan apresurada.
Aquello no dejaba de rondar en su cabeza, una joven del castillo la ayudó a desvestirse, deseaba que Rossabel estuviese alli, con ella sentía más confianza.
Se metió a la cama y luego de unas lágrimas se quedó dormida, no entendía por qué aquel hombre había insistido en hacerla su esposa, empezaba a hacerse la idea de que los planes de Caden eran turbios.
Su primera noche en aquel castillo había sido rara, pensaba que sería difícil acostumbrase a aquello.
La chica de la noche anterior estaba frente a su cama, al parecer esperando que despertase.
—Mi señora, debe bajar, el Conde desea presentarla formalmente con todos.
Abostezó mientras se estiraba.
—Mi esposo aún no asume el cargo—. Fue todo lo que pudo decir.
La joven ignoró sus palabras, la ayudó con su baño, vestimenta y peinado.
Ese día usó un vestido verdad jade, y algunas joyas que su fallecida abuela le había obsequiado en vida.
La chica la condujo hasta el salón donde comerían, Anna estaba ahí, parecía bastante sumergida en la lectura y Caden de pie, como esperando a alguien más.
Le ofrecio la silla que estaba a su lado a Ivette, ambos se sentaron.
El ruido de la silla hizo que Anna abandonara la lectura, miró a Ivette con asombro
—¿Alguien puede explicarme que sucede?—. Su curiosidad se elevó más al darse cuenta que Ivette había pasado la noche allí.
Addie también se unió a la mesa, estaba tan distraída abanicandose que pareció no contar con la presencia de Ivette por un momento.
La miró directo a los ojos, fingió una sonrisa y le habló.
—Me alegra verte— la hipocresía brotaba de sus palabras—, Caden no nos avisaste que tendríamos una invitada.
—No es una invitada—. Anna vio la alianza en su mano y en seguida obtuvo la respuesta, Addie ignoraba aquello por completo.
Ivette miró a Caden y luego a Addie.
—¿Ella vive aquí?—. Preguntó Ivette indignada.
Caden se puso nuevamente de pie y tocó la mesa con los puños cerrados.
—Las tres fueron educadas como señoritas, por favor comportense como tal y no griten, no estamos en una subasta—. Tragó saliva, lo que diría después sería difícil.
Todos los sirvientes estaban de pie alrededor, esperaban el aviso de Caden.
Invitó a Ivette a ponerse de pie junto a él.
—Quiero que conozcan a Ivette, de ahora en adelante ella será su señora y mi compañera de vida, ayer contraimos matrimonio. Agradecería que la respetasen tanto como a mí—. Fue directo al grano, darle más vueltas al asunto no tenía caso.
—¿Hiciste qué?—. Preguntaron Anna y Addie al mismo tiempo, ambas se miraban como si necesitasen explicación de lo que acababan de escuchar.
—Nos casamos ayer—. Dijo Ivette con toda normalidad.
Addie abandonó la mesa y subió las escaleras corriendo, aquello había sido un golpe brutal, justo en el corazón.
—¡Addie espera!—. Gritó Caden tras ella, siguiéndola.
Ivette se quedó atónita, sabía que eran amigos y Caden había expresado que la quería como a una hermana pero consideraba que la noticia no era para hacer tanto drama.
Quedando a solas con Anna, se moría por preguntarle que se traían Caden y Addie.
—¿Caden no te lo dijo cuando acordaron fingir comprometerse?
Negó con la cabeza, Caden no le había dicho nada más allá de saber actuar frente a Gregor, si existía algo más supuso que se lo había callado.
—Si hay algo que deba saber espero que me lo aclares, Caden no me dijo nada.
Anna tomó una bocanada de aire para articular sus palabras.
—Caden y Addie están comprometidos desde su nacimiento, ambos son herederos de condados, como bien sabes las mujeres no podemos regir, ella es hija única así que decidieron que casarse con mi hermano simbolizaría fuerza para ambos condados, Wiltshire y Gloucester.
—¿Eso significa que?—. Preguntó Ivette como si la respuesta no le bastara.
—Que mi hermano rompió un trato hecho por mis padres y el conde Ronald quien es el padre de Addie romperá toda amistad, acuerdos y negocios con nosotros, o probablemente traten de anular tu matrimonio.
«Mi matrimonio empieza a ponerse interesante». Pensó mientras tomaba un sorbo de vino, lo demás habían perdido el apetito, ella no. La verdad le había parecido chistoso que Addie quedará como estúpida.
Por otro lado también le inquietaba que anularan el matrimonio, si hacían eso ella podría salir muy perjudicada.
—No creo que nuestro matrimonio se pueda anular, aunque no soy la hija de un conde mi familia también es influyente.
—Esperemos que eso no sea necesario, si no te importa voy a retirarme, apenas empieza el día y ya hay todo un problema.
Addie se había encerrado en la biblioteca. Caden tocaba la puerta y le pedía que por favor lo escuchara. Luego de varios puñetazos a la puerta ella accedió a hablar con él.
Tenia los ojos enrojecidos, lloraba de rabia.
—¿Qué tiene ella de especial?—. Preguntó mientras lo agarraba del cuello con las dos manos, no era con intensión de hacerlo daño, solo quería que le dijera en su cara que hacía a Ivette merecedora de él.
—Nada, no pido que me perdones ni que me entiendas. Siempre te he querido como mi mejor amiga, para mí eres una hermana.
—Lo que tú y yo hacíamos no era de amigos... Ni de hermanos—. Lo soltó y caminó hasta el escritorio.
—Eramos muy jóvenes.
Se limpió las lágrimas y volvió hacia él, esta vez sostuvo su rostro entre las manos.
—No solo rompiste un viejo acuerdo, junto con él rompiste mi corazón. Ni se te ocurra decir que no notabas que te amaba porque estar siempre para ti fue mi mejor forma de demostrarlo—. Las lágrimas estaban por salir nuevamente, pero las reprimió.
—Merezco tu odio, no hay excusa que valga y lo sé.
—A la hora de elegir solo existía ella, podría jurar que nunca pasé por tu mente, solo te decidiste por alguien que no conoce tus miedos y demonios, recuerda mis palabras, nunca te amará y nunca serás feliz con ella— Dijo a lo que soltó su cara y salió—. Ah, felicidades por tu boda.
Solo con palabras Addie lo había herido, no la amaba pero tampoco tenia intención de herir sus sentimientos, en el pasado pasaron cosas, pero ahí se quedaron.
La dejó marcharse, no tenia nada que decirle, él había hecho las cosas mal.
Cuando volvió al salón esperando terminar el desayuno sólo encontró a Ivette mirándose al espejo y hablando con las criadas.
—Retirense—. Ordenó Caden.
Las jóvenes asintieron y se marcharon a la cocina.
—Querido esposo, ¿Qué ha pasado?—. Sus palabras estaban cargadas de sarcasmo, pretendía molestarlo.
—Conozco a Anna, se que ya te lo contó.
Ivette se levantó de la mesa, sacudiendo un poco su vestido y luego fue hacia Caden.
Pasó una mano por su mejilla acariciándolo suavemente, él no hizo esfuerzo en quitársela, por un lado se preguntaba que mosca le había picado.
Tiernamente le dio un beso en los labios.
—Tu idea de que nos casáramos tan pronto empieza a encantarme, no pudiste haberlo hecho mejor, ¿Cuantos hijos tendremos, cinco?
—No querrás averiguar mi proceso para engendrar bebés—. La agarró por la mandíbula y le estampó un beso carente de pasión
Sin despegar su rostro de él, seguía acariciándolo.
—Imaginarlo me da asco.
—Podría hacerte cambiar de opinión pero no compartiré mi cama contigo ni para poseerte.
Qué bofetada sin manos, ¿por qué insistía con eso?
Ella se alejó un poco, no pensaba quedarse así, quería algo que pudiese ofenderlo pero nada se le ocurrió, no sabía sobre el sexo, lo poco que su madre le había explicado no le bastaba.
—Tengo una petición, esposo mio.
—No planeo consentirte pero adelante, ¿qué quieres?
—Quiero una muchacha que me acompañe, en casa de mi padre tenía a Rossabel, pero supongo que no querrás traerla.
—Addie es quien se encarga de escoger jóvenes a trabajar aquí, en cuanto se calmen las cosas le hablaré.
Una ola de incomodidad la invadió y no se limitó a protestar.
—No puedo esperar a que su iluso corazón se cure, quien necesita soy yo así que yo elijo, ni que mi esposo fuera Addie para escoger quien me acompaña.
Aquellas palabras lo habían molestado, notó que a Ivette le divertía la reacción de Addie cuando el no le veía nada de gracioso.
Se levantó de la mesa y fue hacia ella, la tomó por un brazo y la giró para verla a la cara.
—Creo que tu tono no me gusta, querida, recuerda quien es el hombre.
Nuevamente se marchó, al bosque quizás, necesitaba distraer su mente. Solo tenía un día casado con Ivette y esta ya empezaba a molestarlo, no parecía que su plan de castigarla estuviera haciendo efecto.
«Al menos me salvé de tener el asqueroso y mencionado sexo». Pensó Ivette mientras recorría el patio trasero, llevó un viejo libro que había encontrado en su habitación.
No habían flores, todo parecía muy abandonado, tal vez porque el tío de Caden visitaba muy poco el castillo, solo le daba mantenimiento a lo necesario.
Puso el libro a un lado y empezó a examinar el jardín y todo el trabajo que implicaba arreglarlo.
Llamó a un joven de al menos unos 16 años que estaba dándole mantenimiento a los establos.
—¿En qué puedo ayudar a mi señora?—. Dijo el chico cortezmente.
—Quiero darle mantenimiento a estos jardines, ¿Crees que podrías encargarte de prepararlos?
—Como usted desee mi señora, solo debe decirme cuando empiezo—. Estaba alegre, el trabajo de los establos era un poco forzado.
—Muchas gracias, en cuanto le comunique a mi esposo te avisaré. Ya puedes irte.
El chico se alejó sonrinte, se podía notar que la nueva asignación le había gustado, Ivette aplicaba algo que decia su padre, «Un sirviente feliz, es un sirviente que trabaja bien».
No por ser el amo se debía ser desagradable.
Se preguntaba cómo la estarían pasando Roger y Marie, ellos si eran una pareja real.
También pensaba en Sophie, tal vez estaría aburrida en una casa tan enorme como la de sus padres, pero luego recordaba que estaría con Rossabel. Al contrario de ella Sophie y Rossabel tenían una amistad y solían platicar mucho.
Mientras su mente vagaba vio a Caden regresar, pensó que era la ocasión perfecta para hablarle de sus deseos por arreglar aquel jardín abandonado, si continuaba sin hacer nada se iba a volver loca.
—Volviste—. Dijo a lo que pensaba como empezar con el tema del jardín.
La miró desconcertado, pudo notar que su acercamiento a él, se debía a algo más.
—Puedes hablar, no tienes que fingir que te importa si volví, no somos una pareja de libros, aquí no hay romance.
—Me resultas tan desagradable.
—El sentimiento es mutuo, ma rose—. Respondió a lo que besaba su mano.
—No soy tu rosa, y quería decirte que no planeo pasar mis días aburrida, quiero que por favor me facilites las herramientas para arreglar este jardín, ya hablé con alguien que se encargará de prepararlo—. Dijo sin vacilar.
Dudó un momento antes de responder, era el viejo jardín de su madre, repararlo sería revivir recuerdos de ella, recuerdos tristes.
—La respuesta es no. Addie me pidió hacer eso mucho antes, le di mi palabra así que no, busca otra forma de entretenimiento, bordar, tocar piano, lo que sea—. Mentía a Addie también se lo había negado.
Se enfureció, ¿Acaso Addie estaba por encima de ella? Todo lo que pedía Caden se lo negaba por algo relacionado con Addie, aquello empezaba a decepcionarle, sería difícil soportar mucho viviendo allí.
No le dio el gusto de verla molesta, le brindó su sonrisa más radiante, ya estaba entendiendo más o menos el maldito problema de Caden.
—Tienes razón, puedo hallar otras formas de entretenimiento, con permiso—. Dicho esto se marchó, tenía tanta rabia que quería llorar, no eran celos, el problema era Caden humillandola constantemente sin ninguna razón, se sentía como una estúpida.
—No entiendo que diablos le pasó, parece alguien totalmente distinto a aquel hombre del río—. Murmuró para sus adentros.
Mientras exploraba el castillo se encontró a Addie, se le notaba lo mucho que había llorado.
—¿Donde está Caden?
—No lo sé, ojalá se lo haya tragado la tierra y esté rumbo al infierno—. Camino rápidamente hasta estar lejos de Addie, ella era quien debía estar casada con aquel monstruo y soportarle sus cambios de humor.
Addie pensaba en lo injusta que aveces era la vida, era más que evidente que Ivette no sentía nada por Caden, hasta se había dado cuenta que no pasaron juntos su primera noche, todo apuntaba a que dormirían en camas separadas.
«Algo estropeado desde el inicio, con las influencias de mi padre haré que sea anulado». Pensaba esperanzada mientras buscaba a Caden.
Luego de tantas vuelvas lo encontró en los establos, era un gran amante a los caballos, amaba que los mantuviesen en condiciones, fue algo que aprendió de su padre.
—No esperaba verte tan pronto—. Afirmó Caden con bastante asombro.
—La verdad es que yo tampoco—. Lo estaba buscando para avisarle que se quería ir a Gloucester, ya no tenía nada que la atade a Wiltshire court.
—Quiero que sepas que acepto que te encargues del jardín, pensé en tu consejo y coincidí en que querer alejar los recuerdos de alguien a quien amaste es un acto de cobardía, eso no hará que lo olvides, solo hará que duela más.
—¿Estás seguro? Me habías dicho que no, espero que no sientas que me debes nada, se que el tema te molesta.
—Muy seguro, ya hablé con alguien que se encargará de prepararlos para ti.
—Significa mucho para mí que me confíes esto—. Le dio un abrazo.
«Maldito gusano, no era cierto, tu palabra no vale nada.» Pensó Ivette la cual había escuchado todo, habia vuelto a buscar el libro que olvidó en el patio y esto fue lo que encontró.
Sin pensarlo salió de detrás de una pared aplaudiendo y sonriendo como si hubiese presenciado una buena obra de teatro.
—Oh esto es hermoso, ¿Era algo que no debía ver?—. Preguntó mientras los miraba a ambos.
—¿Nos estabas espiando?—. Preguntó Addie a su vez.
—Por favor, no se sientan con tal importancia, volví a por un libro que había olvidado—. Había incluido a Caden en aquel comentario.
—¿Te das cuenta que estás montando toda una escena?—. Addie permanecía serena, Ivette era quien parecía verdaderamente molesta.
—Si, se parece a la que hiciste en el salón cuando mi esposo comentó lo de nuestra boda—. Al menos su matrimonio le servía para molestarla.
—No sabes lo que dices.
Caden interrumpió, aunque no se estuvieran gritando se notaba que cada palabra iba cargada de odio.
—Agradecería que paren con esto, Ivette por favor vete a la habitación, es ridículo esto que haces.
Addie sonrió victoriosa, Ivette parecía avergonzada, había sido tratada como un objeto. Que la reprendiera delante de Addie habia lo sido lo más insultante que había hecho hasta ahora.
—No, no es ridículo, soy tu esposa y quieres o no me debes respeto, no puedes andar por ahí abrazando a tu vieja prometida—. Levantó un poco la voz.
Todo esto resultaba divertido para Addie, Ivette y Caden no se llevaban bien, aquella pequeña discusión lo había dejado más que claro.
—Queda claro que la belleza no compra la clase y mucho menos los modales, tu esposa ni siquiera te respeta—. Addie jugueteaba con un pañuelo.
—También queda claro que los modales y la clase no compran al hombre que quieres, porque llega alguien que solo posee “belleza” y se queda con él, sin hacer ningún esfuerzo—. dicho esto se sacudió el pelo con elegancia y se dirigió hacia sus aposentos.
Dejando a Addie sola Caden fue tras Ivette, fue demasiado lejos con sus insultos.
—¡Te ordeno que te detengas!—. Le gritó.
Ella continuaba corriendo como si no hubiese escuchado nada.
Exhausta se encerró, la impotencia la hizo llorar, en verdad las cosas serían dificiles con Caden.
Del otro lado de la puerta Caden la escuchó sollozar y tirar cosas, le había recordado aquella noche en la boda de Roger, pero sabía que lo único herido de Ivette había sido su orgullo, no celos.
Tocaba la puerta con fuerzas, ella no mostraba el mayor interés, solo continuaba tirando cosas y llorando.
—Deja de comportarte como una loca y abre la puerta.
Que la haya llamado loca fue lo que más la enfureció.
Tomó un jarrón de barro y lo lanzó a la puerta haciendolo romperse cuando tocó el piso.
—¿Te parece que soy una loca? Entonces debiste dejarme sola con mis problemas aquella noche, más bien tu pareces el demente, casarte conmigo para traerme a este maldito lugar a que todos estén sobre mí.
Escuchando sus palabras, una vez vez alzó su puño para tocar la puerta, si no la abría entonces procederían a tirarla.
Con esa rapidez bajó la mano, decidió no presionarla para que abra la puerta, verla llorar la primera vez le había conmovido el corazón, sus lágrimas parecían sinceras, si le daba la oportunidad de escucharla le creería y tal vez tratara de que las cosas entre ellos fuesen mejor.
«Que tu disfraz de oveja no me haga caer nuevamente.»
Ese día se podía considerar como el peor, al tratar de arreglar las cosas solo se empeoraban más.
Quería ser duro con Ivette, pero se había sentido un poco mal por ella.
Había pasado rodó el día encerrada, ni siquiera bajó a cenar. Addie presentía que no todo estaba perdido, solo había una forma de que aquel matrimonio no fuera anulado, y al ritmo que iban las cosas aquella era muy dificil que pasara.
Se había propuesto como meta, quitar a Ivette de su camino, desde ese día se había vuelto su enemiga, provocarla con aquellas palabras.
«No lo quiere, solo alardea para provocarme.»
—Buenas noches—. Inrrumpió en la cena un hombre alto y robusto de al menos 46 años, tenia barba y una gran cicatriz en la frente.
Era el tío Arthur.
Todos se pusieron nerviosos, habia regresado para que se llevara a cabo la boda de Addie con Caden. Lo que iba a escuchar no le gustaría.
—Buenas noches Tío Arthur—. dijeron Caden y Anna al unísono.
—Que agradable sorpresa—. Dijo Addie.
—Siempre es un gusto verlos, disculpen pero debo quitarles a mi sobrino por un momento.
Las jóvenes asintieron con la cabeza.
—Debemos hablar—. Caden quería mencionar lo de Ivette desde un principio.
—No te preocupes ya se de que quieres hablar, yo también quiero tocar ese tema.
—¿En serio?—. Preguntó sorprendido, sabía lo de Ivette y no estaba enojado. Según Caden.
Abandonando el comedor se dirigieron al despacho.
Caden le sirvió un poco de licor y ambos se sentaron.
—Disculpa mi tardanza, se que debe ser difícil para ti tenerla tan cerca y no poder hacer nada al respecto por eso he venido—. Dijo el tío Arhur con una sonrisa pícara.
—Te equivocas, no me interesa en lo más mínimo tenerla cerca, de hecho dormimos en habitaciones separadas.
—No te hagas el duro muchacho, se que esa mujer es tu debilidad.
—En realidad no, no me casé con ella por amor, más bien para darle una lección.
Arthur casi se ahogó tomando el licor.
—¿De qué demonios hablas muchacho? ¿Hablamos de Addie Williams, verdad?
—No. Ayer me casé con la hija de Gregor Chadburn.
—Me estás jugando una broma, ¿verdad? De niño te gustaba.
Y si acaso no es una broma, ¿te das cuenta la tonteria que has hecho?