-¿Qué diablos haces aquí?
La sonrisa en el rostro de su hermano se borró. Gideon lamentó sus palabras de inmediato, pero ya las había dicho. Era consciente de que había dejado escapar su frustración y que esta la había dirigido hacia su hermano.
-Lo siento -se disculpó, pasando una mano sobre su cabello todavía mojado y que se le había pegado a la frente-. Es solo que hoy no está siendo como esperaba.
Sabía que esa había sido una excusa de pena, sin embargo, tenía la esperanza de que eso fuera suficiente para su hermano y de que lo hiciera desistir de indagar más en el asunto. No fue el caso.
-Vaya, ¿todo bien, copia barata?
Le frunció el ceño antes de sonreír.
-No soy tu copia barata, idiota -se aclaró la voz-. Y no, las cosas no van muy bien -no dijo nada más.
Su hermano tampoco insistió demasiado. Gideon suspiró y caminó hasta su habitación antes de empezar a quitarse la ropa hasta quedarse solo con los pantalones y la camisa. Por último, desabotonó los primeros botones. El abrigo de Janet todavía seguía sobre su cama y, efectivamente, había terminado por empapar las sábanas.
Debería de ponerlo en otro lugar, pero ahora estaba más ocupado en cómo le explicaría a Félix que Janet se encontraba en su baño, dándose una ducha caliente.
-Oye, ¿todo bien? Te veo tenso, Gid.
Y eso no se acercaba realmente a cómo se sentía…
Al final, decidió tomar el abrigo de Janet y colgarlo en una percha. De ahí, lo sacó de su habitación y lo llevó hacia el salón, buscando un lugar donde colgarlo.
-¿Eso es un abrigo de mujer?
Demasiadas preguntas.
-Efectivamente, es un abrigo de mujer.
-Y está mojado.
-Y está mojado -concordó… y suspiró, cansado-. Janet está en mi baño en este momento.
Los pies de Félix se detuvieron al segundo. Gideon no necesitaba girarse para saber qué, seguramente, su hermano sonreía en ese momento. Diablos, probablemente acababa de darle pie para que hiciera bromas y comentarios sobre el motivo por el que ella se encontraba en su apartamento y, más exactamente, en su baño.
-Así que… ¿supongo que ya te has acostado con ella?
Ojalá.
-No, todavía no ha sucedido -era más lamentable decirlo en voz alta que pensarlo.
Su hermano tuvo el descaro de reírse en su cara. Su un sonido ronco y alegre que no consiguió otra cosa más que fastidiarlo.
-Vaya, que no se te note demasiado ese amor filial hacia tu gemelo más grande.
-Solo por un rato, idiota. Y sigo creyendo que soy el mayor, simplemente papá y mamá querían que no te sintieras mal por ser el pequeño.
Él resopló, ahora divertido.
-El pequeño es Leo y creo que él fue quien se llevó el palo más corto en la familia.
Félix rió entre dientes, sabía perfectamente lo que estaba pensando.
-Le tocó llevar vestidos de niña hasta que ya no quedó más remedio que afirmar que era un chico.
-Es demasiado bonito para ser un hombre -concordó.
-No lo digas demasiado alto o posiblemente acabé quejándose a James.
Un escalofrío recorrió su espalda. James era demasiado serio… y sabía que, seguramente, iría a darle una charla sobre por qué no debían molestar al hermano más pequeño de la familia.
-Lo tiene muy mimado.
Félix se encogió de hombros.
-Siempre nos hemos metido demasiado con él.
Una sonrisa alargó su rostro.
-Es que era tan divertido…
El sonido de una puerta abriéndose los interrumpió. Félix y él compartieron una mirada, sabiendo que se trataba de Janet. Ella todavía no sabía que su hermano estaba ahí, por lo que sabía de antemano que se llevaría una sorpresa al verlo.
Tal vez, debería de avisarle…
-Oye, Gideon, ¿te importa si..? -su pregunta se perdió en algún punto cuando salió al salón y sus ojos se cruzaron con los de su hermano.
La mirada grisácea de Janet se amplió con sorpresa, segundos antes de que su rostro se tiñera de un leve color rosado que pronto subió hasta sus orejas.
Interesante…
-Hola, señorita Dawnson -saludó Félix, el siempre cordial-. Me complace volver a verla desde la última vez.
Janet asintió, evidentemente cortada por la situación. Verla así, hizo que se sintiera increíblemente protector hacia ella. Le gustaba más cuando era avispada, de ideas rápidas e ingeniosas y con comentarios llenos de sarcasmos. La Janet, ahora tímida, no concordaba con la que él realmente conocía. Eso también lo hizo enfurecer.
Sus ojos se dirigieron al instante hacia sus pechos, ocultos bajo su camisa, pero que destacaban perfectamente gracias al contorno y la forma redondeada de estos. Estuvo casi a punto de gruñir cuando vio que sus pezones estaban tensos, sin nada que los cubriera además de la tela que, evidentemente, no hacía nada para evitar que se notaran.
-Iré a por una chaqueta.
No le dio tiempo a nadie a responder cuando ya había salido disparado del salón en dirección a su dormitorio. Ahí, abrió el armario y sacó un jersey blanco y con el cuello de pico. Estaba seguro de que le quedaría grande (como toda su ropa), pero eso era mejor que tenerla ahí con poca ropa, delante de su hermano y los pezones tensos como guijarros.
Esa era una vista que se negaba en rotundo a que Félix presenciara, hermano o no.
Rápidamente, rehízo el camino de vuelta y regresó a donde los había dejado. Gracias a Dios, su hermano no se había acercado a ella. En realidad, ni siquiera parecía haber notado aquel pequeño detalle que no lograba sacar de su cabeza. Tampoco es que estuviera dispuesto a confirmar si realmente lo había hecho o no.
-Aquí tienes -empujó el jersey hacia ella.
Janet pestañeó, sorprendida, pero no dijo nada mientras lo tomaba y se lo ponía. No fue hasta que la vio completamente tapada y ocultando sus pechos, que sintió que podía respirar.
Demonios, ni siquiera se había dado cuenta de que había estado reteniendo el aliento.
-Gracias -dijo ella, finalmente.
Él se limitó a asentir y trató de enfocarse en otra cosa. Se giró hacia su hermano.
-¿Te gustaría tomar algo Félix? Hay alcohol en la cocina.
Su hermano asintió.
-¿Tú no te ducharás?
La voz de Janet hizo que se girara hacia ella. Gideon alzó una ceja, lo que la instó a seguir hablando.
-A ti también te ha caído el agua encima -se tomó una pausa para humedecerse los labios-. ¿No deberías ducharte también para entrar en calor?
Debería. El problema es que no se atrevía a alejarse de ella.
-Deberías de hacerle caso, Gid -alentó su gemelo-. Eres propenso a los resfriados. Será mejor que te duches y entres en calor.
Su mandíbula se apretó. Realmente no quería irse y abandonarla a su suerte mientras lo esperaba. Estaba Félix, vale, y sabía que podía confiar en él. No obstante, todavía no estaba dispuesto a separarse de ella y dejarla sola.
Aquello no parecía una opción.
Una nueva mirada hacia la mujer que tenía frente a él hizo que desistiera de su idea de quedarse. No le gustaba como su ojos ahora lo miraban con preocupación aparente. En realidad, sabía que se estaba comportando como un crío al seguir dando más vueltas al asunto, pero realmente no quería dejarla.
Maldición. Tal vez, sí debería de haber tomado ese baño con ella.
Eso le habría ahorrado preocupaciones innecesarias y pensamientos estúpidos sobre lo que debía o no debía hacer.
Debería simplemente marcharse.
-No tardo -fue lo único que dijo antes de marcharse.
Volvió a caminar hasta su habitación, pero esta vez, sacó ropa para él en lugar de para Janet. La risa de ella y su hermano fue lo último que escuchó antes de cerrar la puerta del baño.