Gideon
Gideon se arrepintió al instante de haberla traído a su apartamento en cuanto Janet puso un pie dentro.
No era la primera vez que invitaba a alguien al mismo -su hermano Félix tenía una llave, por ejemplo-, pero sí que era su primera vez trayendo a una mujer que no tenía ningún interés en él.
Eso debería de haberlo desalentado, pero había algo en cómo ella admiraba el interior con abierta curiosidad que lo tenía sudando por dentro.
-¿Qué demonios estoy haciendo?
Janet se giró automáticamente hacia él. Sus ojos grises fijos en los suyos.
-¿Has dicho algo?
Gideon maldijo para sí mismo. Aquella mujer tenía un oído muy fino.
-¿Quieres algo de beber? Tengo vino.
Una sonrisa tiró de sus carnosos labios y sintió el deseo brotar. Tuvo que contenerse, recordando que aquello solo era el efecto de estar a solas en un lugar con una cama cerca.
Pronto, se consoló. Pronto la tendría ahí, haciendo todas las cosas que deseaba hacer con ella.
-¿Tantas ganas tienes de emborracharme desde temprano?
Se sintió a sí mismo sonriendo.
-Hago el intento. Con un poco de suerte, si consigo que te emborraches, dejes de estar tan estirada a mi alrededor.
Su expresión se frunció. Se arrepintió al segundo de haber dicho eso, ahora ella estaba enfadada. Quiso suspirar. Las cosas no estaban resultado como quería. Nada, en realidad, de lo que había planeado, estaba siendo como le gustaría y empezaba a ser muy frustrante.
Sus ojos grises se apartaron de él, provocando que el corazón doliera suavemente. Lo ignoró, prestando atención a sus siguientes palabras.
-¿Te importa darme una toalla? Mi abrigo está empapado, pero al menos me gustaría una toalla para secarme el pelo.
Nuevamente, se avergonzó de sí mismo. Aquel día, no había forma de acertar una.
-Lo siento -fue sincero-. ¿Te gustaría tomar una ducha? Eso sería mejor que una simple toalla.
No pasó desapercibido como la desconfianza brilló en su rostro. Él alzó las manos, tratando de restarle importancia al asunto.
-Prometo no mirar -sonrió, para parecer más inocente de lo que no era. Ciertamente, no había planeado mirar, pero no podía negar que no siempre cumplía sus promesas… y que tampoco era la primera vez que había hecho una cosa por el estilo, antes de auto-invitarse a un baño con algunas de sus examantes.
Janet pareció pensarlo durante unos segundos. Segundos que le resultaron terriblemente molestos. ¿Qué tenía que pensar tanto que no podía decir que sí? Le había prometido que no lo haría, independientemente de cualquier otra cosa que pudiera haber dicho o hecho con cualquier otra persona. Aunque, claro, eso ella tampoco lo sabía, si no, probablemente ya se hubiera marchado de su casa.
La espera lo estaba impacientando. No debería de tardar tanto en tomar una decisión, solo debía decir “sí” o “no”, pero ella permanecía pensándolo como si se tratara de la decisión del siglo. En lugar de una estúpida pregunta que ahora empezaba a lamentar. Tal vez…
-Está bien -respondió, al final. Se aclaró la garganta-. Tomaré esa ducha, si no te importante.
Era estúpidamente increíble lo aliviado que le hacía sentir que ella hubiera aceptado, pero lo hizo. Le hizo sentir como si se hubiera quitado un peso de encima.
Él se empezó a desabotonar su propio abrigo y a quitárselo, siendo consciente de cómo Janet parecía atenta a cada uno de sus movimientos. Supongo que tenía algo de su atención sobre él.
-Bien -se encontró a sí mismo respondiendo-. Te llevaré hacia el baño.
Ella asintió. Extrañamente consciente de que no era una situación común. La ironía de lo que estaba sucediendo era algo que él tampoco conseguía entender todavía. Quizás el momento en el que la tuviera en su cama estuviera más cerca de lo que esperaba.
Impulsado por ese nuevo pensamiento, caminó hacia ella, tomó su abrigo y, con su mano libre, la empujó suavemente para instarla a caminar.
-Por aquí -dijo, consciente de que su voz había sonado algo ronca.
Ella asintió, permitiendo que la guiara ajena a sus pensamientos.
Eso no debería de tenerlo emocionado, sin embargo, ese era el caso. Mientras se acercaban al baño, pasando por su habitación, no pudo evitar imaginarla desnuda -otra vez- entre sus sábanas. Seguramente se vería perfecta ahí.
Tuvo que contener su respiración a la par de su excitación. No estaba seguro de que Janet recibiera bien por dónde viajaban sus pensamientos. Una vez entraron, la soltó y retrocedió dos pasos prudenciales de ella.
-Bien, te dejo aquí para que te duches. Las toallas están guardadas en el armario -señaló el único armario del baño-. No creo que tengas problemas para encontrarlas. Iré un momento al buscarte algo de ropa, para que puedas usarla en lugar de lo que llevas puesto… si no es un problema para ti -añadió, prudencialmente.
Sorprendentemente, ella asintió.
-Me parece bien, gracias.
Él asintió y corrió hacia su dormitorio. Lanzó el abrigo de Janet sobre la cama, aun sabiendo que así empapaba las sábanas y buscó algo que ella pudiera utilizar. ¿Qué podía darle que le resultara cómodo, cuando no tenía ropa de mujer en casa?
La imagen de ella, vestida con aquellos pantalones la vez que fueron al cine, vino rápidamente a su cabeza. Eso le hizo sonreír. Para Janet, llevar pantalones no era un problema. Rápidamente, sacó una de sus camisas y un par de pantalones que podrían quedarle. No tenía mucho que ella pudiera usar, pero al menos, podría vestirla con lo que tenía.
De regreso al baño, vio que Janet lo esperaba justo donde la había dejado minutos antes. No se perdió como sus dedos se retorcían, nerviosos.
-Aquí tienes -dijo, incapaz de notar como el mismo podía escuchar su propio corazón acelerado.
Ella tomó la ropa, sin tocarlo.
-Gracias.
Él asintió, pero no se movió. Janet pestañeó hacia él.
-¿Gideon?
Él no apartó la mirada de ella.
-¿Sí?
Janet apenas se inmutó.
-Necesito que salgas.
Gideon asintió, sin moverse. En realidad, no quería dejarla porque hacerlo se sentía extrañamente como dejar una parte de él que no quería perder. Lo había sentido la noche en la que vieron Oliver Twist y tuvo que dejarla en casa. Eso lo había tenido perturbado durante el día siguiente. Ahora, volvía a sentirse de la misma manera.
Al final, siguiendo los deseos de Janet y, en contra de lo que él mismo quería, obligó a su cuerpo a moverse para salir de la habitación.
La puerta se cerró automáticamente detrás de él, lo que le hizo cerrar los ojos. Tenía que controlarse. Si quería a Janet en su cama, tendría que esforzarse más para conseguirlo. Caminó hacia el salón y buscó la chimenea. Ahí, en un lado aparte, se encontraba apagada.
Él se acercó y empezó a encenderla mientras hacia tiempo y preparaba todo lo que necesitaba para engatusarla. De repente, la puerta de la entrada se abrió y se cerró, seguido de unos pasos fuertes que caminaron hacia donde él se encontraba.
-Vaya, hermanito, ¿preparando mi bienvenida para que no sienta frío?
Cogió aire, antes de dejarlo escapar lentamente. No, definitivamente ese no era su día.