Prólogo
Gideon
Una sonrisa torcida tiró de sus labios.
Sus ojos azules fijos en aquella cabellera dorada de suaves rizos perfectos. Sus dedos hormiguearon, deseando permanecer enterrados entre aquellos mechones. A veces, soñaba con envolverlo alrededor de su puño y tirar de su cabeza mientras su dulce y caliente boca lo envolvía deliciosamente.
Tuvo que verse obligado a contener el aliento. No podía enfrentarse a ella mientras sus pensamientos se encontraran dirigidos en otra dirección.
Necesitaba encontrarse enfocado al cien por cien. Solo así obtendría la victoria. Porque todo era un juego. Un delicioso y fatídico juego donde la meta final era ella, desnuda, en su cama. Completamente abierta y húmeda para él.
Quería llevarse a Janet Dawnson a la cama y no planeaba detenerse hasta conseguirlo. Ella lo había rechazado en innumerables ocasiones, pero él no era ningún idiota. Había visto como el gris de sus ojos se volvía más pequeño cuando lo veía; sus labios con un brillo más húmedo; y ese sonrojo atractivo floreciente de sus mejillas al verlo.
Maldición. Janet era demasiado atractiva, y ni siquiera lo sabía. No sabía el efecto que podía causar en los hombres.
Por si fuera poco, el idiota de Maslow había estado revoloteando alrededor de ella durante las últimas semanas, pero era hora de que le enseñara quien de los dos era mejor. Y cuando lo hiciera… Oh, cuando lo hiciera. Disfrutaría cada segundo que pasara en su cama.
Sin embargo, todavía tenía algo de lo que ocuparse. Janet lo odiaba y no le dejaría acercarse fácilmente. Por ello, tenía que crear una oportunidad, una manera de acercarse a ella sin que recelara de sus intenciones.
Tenía que crear el juego perfecto.