Capítulo 29

585 Words
“La naturaleza de los hombres es siempre la misma, lo que la diferencia son sus hábitos.” Confucio.             El instinto s****l de William se activó al instante, de modo que intensificó el beso tomándola de las mejillas para afincarla a sus labios. Fue entonces cuando se levantó de la silla y de un rápido movimiento de su brazo izquierdo apartó el plato, la pizza y el cuchillo de la superficie de la mesa haciendo los mencionados objetos a un lado para poder levantar el ligero cuerpo de la mujer en sus brazos y situarla sobre la mesa.             Continuó besándola y ella con sus manos sobre las de él que volvieron a sus mejillas, torpemente bajó el cierre del suéter y la despojó de aquella cálida prenda de vestir, haciéndola a un lado. Posteriormente la cargó hacia su habitación mientras continuaba besándola a la vez que ella le rodeaba la cintura con sus piernas y se sostenía a él como si fuera un koala en un árbol.             Por suerte la puerta de su habitación de infancia ya modificada estaba abierta, de modo que entró y con cuidado arrojó a su pareja sobre el colchón familiar haciéndose entre sus piernas rápidamente. La llenó de besos desde la mejilla hasta llegar a su cuello con aroma ligeramente floral y le sostuvo las caderas con precisión mientras se afincaba contra ella con la sutileza de una máquina demoledora. —Espera —susurró ella poniendo una mano entre ellos para separarlo de su cuerpo. Y William se alejó de inmediato confundido. —¿Te he hecho daño? —preguntó preocupado, sentado a un lado de ella. —No es eso —respondió ella con un hilo de voz toda ruborizada—. Es que… no me gusta ser dominada.             Él entendió, se miró las manos analítico con su corazón agitado y la siguiente actitud de Salomé lo tomó por sorpresa, ella se arrimó hacia el armario en la habitación, abrió las puertas y rebuscó hasta encontrar algo que mostró después, estirándolo con las manos. William estaba aturdido por los besos y las decisiones de su pareja, entonces sonrió al interpretar las intenciones de ella, posterior a eso juntó las manos hacia adelante, dispuesto a ser atado con la correa que ella traía con sigo.               Ésta vez la brusca fue ella, y aunque quemó un poco el roce del cuero en sus muñecas se sintió a gusto, jamás imaginó estar siendo dominado por aquella persona que parecía ser toda una dama de cultura reservada, definitivamente era una dama para él, a diferencia que él le otorgaba con toda la razón del mundo, un título especial de ángel con mente sucia. Una vez que estaba con las manos amarradas con su propia correa ella se despojó de su ajustada camisa sin mangas quedando en sostén, no era necesario tener un gran volumen en sus esféricos para ser toda una mujer atractiva a los ojos de él.             La erótica dama le tomó la cabeza por atrás hundiendo los dedos de su mano derecha dentro de las hebras de cabello mientras la miraba desde abajo. Malicia era lo que parecían derramar los verdes ojos de Salomé junto a una sonrisa torva a la vez que permanecía de pie al borde de la cama. Y, como si tenerlo en posición de dominado e inferior no fuera suficiente, sin dejar de sostener su mano en la cabeza de William, comenzó a desabrochar con la otra los botones de su propio pantalón y bajar la cremallera. 
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