“Si una mujer quiere algo, atravesará una montaña.”
Proverbio japonés.
De camino a la casa presidencial encontraron dos alcabalas vigilantes, pero los oficiales de guardia, como lo habían estipulado, les dieron libre paso sin preguntar nada. Los autos atravesaron la noche como el cuchillo atraviesa una almohada, se sentía el frío húmedo de la madrugada que posiblemente anunciaría un día despejado, o por el contrario, un día con muchas nubes grises adornando el cielo.
El conductor tras el volante del mismo auto en el que iba William haciendo de copiloto ya tenía su arma en la mano más cercana a la ventana de su puerta de modo que le disparó al primer guardia que vio custodiando la puerta principal de la casa presidencial. Un segundo más tarde se vio llegar la ráfaga de disparos hacia el auto que no se detuvo ni siquiera porque una barra de stop estaba en su frente, más atrás los otros nueve autos le seguían la marcha, disparando en contra de los guardias del presidente. El auto en el que iba Zimmer, disparando en defensa derribó el portón de una fuerte embestida doble haciéndola a un lado, como era de esperar, más guardias en su contra los esperaban de frente disparando hacia ellos.
El piloto y el copiloto agacharon sus cabezas un poco para prevenir que una bala diera con ellos, y supieron que la cosa no iba a ser fácil al reparar en que los guardias enemigos corrían hacia el primer auto con aspecto agresivo, como zombis rabiosos.
—¡Oh, Santo cielo! —exclamó Caleb consternado, viendo todo desde la parte de atrás del auto junto a siete personas más, incluyendo a Alexander.
—Arróllelos —ordenó William Zimmer con potente voz firme, sin mostrar en sus expresiones faciales algo más que una seria determinación—. Arróllelos a todos, ahora.
En la entrada norte no tuvieron problemas, puesto que ya los guardias que custodiaban esa zona, al menos la mayoría de ellos, estaban al tanto y a favor del acontecimiento y sus motivos. Cruzaron la entrada y aceleraron hacia la mansión. Salomé King, en la parte de atrás del Land Cruiser gris de modelo largo, agradeció al cielo no haber tenido dificultad para pasar, quizá esa parte asignada por William fue intencional, parpadeó reflexionando un par de segundos y suspiró, decidida a que ningún gesto de parte de su pareja le evitaría el terrible enfrentamiento mortal que ocurriría poco después. A su lado una cantidad de uniformados y frente a ella en un lado lateral de la cabina del auto estaba Dafne, atenta en todo momento, con una ametralladora en sus manos y los ojos como una gata en plena cacería.
—Llegamos —dijo el conductor—. Hay guardias en la entrada y veo otros sobre el techo y los balcones—. Avisó al tiempo que un disparo impactó contra el parabrisas.
Afortunadamente en la casa presidencial había infiltrados de William, quienes al ver que atacaron el auto entrante comenzaron a disparar desde algunos balcones y otros desde el techo a los mismos que podían llamarse “colegas”.
Las puertas de la cabina del auto n***o se abrieron y de allí saltaron todos, cubriéndose las espaldas y corriendo para ocultarse bajo techo cuya ventaja era no peligrar siendo el blanco de los vigilantes situados en los balcones, a pesar de tener apoyo, no debían arriesgar su vida de ese modo. Las 12 personas que bajaron de ese mismo auto dispararon hacia los guardias a la entrada de la gran puerta en ese lado de la mansión, con la ayuda de las personas que venían en los doce autos de atrás lograron vencer ese primer obstáculo, derribando la puerta de varias patadas, disparos y embestidas fuertes.
Dafne pensó que hubiera sido de más ayuda un casco completamente cerrado, que amortiguara un poco más el fuerte ruido de los disparos que le dejaban los oídos zumbando. Mientras Salomé no le tenía fastidio a nada salvo a la dificultad para llegar al paradero exacto del presidente y su grupo de víboras. Arremetió violentamente contra cinco guardias armados que venían llegando de frente por el mismo pasillo largo y amplio por el que iba avanzando parte del escuadrón golpista y miró las balas volar, varios pares de oídos zumbaban, muchos caían muertos, otros caían heridos. Lo cierto era que de ambas partes había personas vencidas.
Llegaron al final, entraron bajo techo y corrieron sobre un pasillo que hacía de aquel corredero una forma de T, una parte de los que quedaban tomaron la vía izquierda mientras Dafne, Salomé y otros tomaron el lado derecho. Salomé corría adelante, disparando su ametralladora contra el enemigo que se situara en su camino mientras la rubia la seguía con su arma disponible, apuntando y disparándole a todo aquel que apuntara a su delantera y cuidando a su vez la espalda de S. King.
Todo era adrenalina, todo era un riesgo mortal que les revolvía la sangre y hacía emanar el cosquilleo típico de los nervios desde lo más profundo de sus vísceras. La idea era despejarle el camino a William para cuando viniera de regreso con Ferguson en sus manos; vigilar que el ambiente tuviera un grado reducido de riesgo a que un fiel servidor del presidente lo atacara desprevenido. Era imposible no asesinar, claramente la libertad del país costaría la sangre de muchos, pero nada haría cambiar de parecer a los del escuadrón golpista acerca del destino de los gobernantes, la cárcel y si era posible la inanición, aunque muchos de ellos se alegrarían de poder dispararle en medio de los ojos a cada engreído m*****o de la élite política. Y como era de esperar, se encontraron en una encrucijada, con muchas personas uniformadas con los trajes oficiales de la guardia nacional corriendo hacia ellos con sus armas disparando.
Salomé apuntó firmemente, como Dafne y como muchos otros que también las acompañaban en aquello. Una ráfaga de disparos provenientes del lado izquierdo que atinaron contra el arma de la rubia provocando que se cayera, aunque no al suelo sino de sus manos, quedando así colgada de sus hombros mediante una correa. Fue a tomarla de nuevo y colocar el dedo tras el gatillo cuando inevitablemente el láser de una de las armas enemigas le iluminó un lado de la cara hasta apuntarle a uno de sus verdes ojos con el fin de poder hacer papilla su pálido rostro de piel tersa.