Grace
El beso de Rafael era intenso.
Su respiración tembló. O puede que hubiera sido su cuerpo. En realidad, no estaba segura debido a que toda ella se encontraba en medio de un profundo estremecimiento. Un suspiro salió de sus labios cuando sintió los dedos de Rafael enterrándose en su cabello, inclinándola y obligándola a tomar su boca.
¿Realmente estaba obligándola a tomar su beso? No. Ella estaba perfectamente segura de lo que sentía. Había deseado a Rafael desde la primera vez en la que sus ojos se posaron en él. Había sido su porte, sus palabras y esos hermosos iris de un intenso azul verdoso, lo que había hecho que se sintiera atraída.
Gimió cuando sintió su lengua trazando la comisura de sus labios. Era caliente, húmeda y pedía invitación a su boca.
Las manos de Grace abrazaron su torso mientras se empujaba más contra él, buscando más de lo que tenía por ofrecer. Aquello no debería de estar bien, pensó. Apenas se conocían, pero el beso era increíblemente agradable.
Grace suspiró suavemente contra él y se concentró en lo que sentía.
Rafael tomó más de su boca. Su lengua lamió, besó y mordió con ímpetu; y ella lo devolvió con el mismo interés e intensidad.
En un punto, su cuerpo fue alzado y ella envolvió las piernas alrededor de sus caderas sin importarle que su bata se hubiera abierto, o que ahora tuviera el camisón remangado peligrosamente al borde de sus caderas.
Ella apretó su agarre cuando las manos de Rafael bajaron por su cuerpo, sujetando sus muslos para mantenerla sujeta sobre el firme muro que cubría su espalda. Grace se presionó contra él, rozándose, en un intento de satisfacer una necesidad mucho más íntima que la hacía arder y querer explotar.
Lo quería mucho más de lo que nunca había quería estar con un hombre. Rafael era todo placer, física y visualmente. Sus largas y firmes manos peligraban cercanamente con su intimidad y una imagen de él, trazando movimientos certeros en su sexo, la hicieron estremecer.
Aquello debería de haber sido una señal para detenerse y alejarse, sin embargo, solo podía el deseo que le hacía sentir nublaba cualquier mínimo sentido de consciencia existentes.
Sus pechos le dolían y conectaban con su monte. Grace suspiró y él gimió cuando sus bocas volvieron a unirse y ella le raspó el cabello ligeramente con las uñas.
Un nuevo estallido se produjo dentro y fuera de ella cuando Rafael comenzó a rozarse contra el vértice de su monte. Eran movimientos lánguidos, pero fuertes. Su cuerpo tembló y jadeó. La tenía completamente bajo su embrujo. Era como si un montón de dinamita se encontrara en una continua explosión dentro de ella, sin darle la oportunidad de tomar un respiro para devolverle lo que recibía.
Rafael era arrollador. Todo se resumía a lo lejos que estaba dispuesta a llegar con aquel extraño que había sabido cautivarla.
Un destello del recuerdo del canal vino a ella mientras su cuerpo nuevamente temblaba.
De repente, sintió como si un balde de agua fría hubiera caído directamente sobre ella. Grace sintió como sus dientes rastrillaban con algo cuando alejó su cabeza repentinamente y un sabor metálico inundó por escasos segundos sus sentidos.
Tenía miedo de abrir los ojos, pero lo hizo.
Lo primero que vio fue el rostro de Rafael. El deseo y la pasión se reflejaban poderosamente en sus facciones.
Ojos dilatados, mejillas enrojecidas, respiración entrecortada y boca hinchada. Rafael era la viva imagen del placer.
Una mancha de sangre tiñó su labio inferior, y de por sí enrojecido. Grace observó como este desaparecía segundos antes de volver a aparecer y ser lamido por la lengua de Rafael. Aquello le pareció algo puramente s****l. Sintió su garganta seca.
Hubiera preferido ser ella la que tomara aquel labio entre los suyos y la que lo hubiera lamido y besado.
-¿Grace?
La voz ronca, grave y baja de Rafael, la hizo mirarlo al momento.
Debería de haberse sentido avergonzada por lo que acababa de suceder, pero una parte de ella solo podía pensar en lo mucho que deseaba que sus bocas se volvieran a encontrar. Seguramente debía de tener un aspecto muy parecido al que él poseía y eso solo hizo que se preguntara como se vería en una cama, desnudo.
Se aclaró la garganta.
-¿Sí?
Lo vio parpadear lentamente, sabiendo que una parte de él también necesitaba analizar lo que había pasado de la misma forma en la que ella lo había necesitado. En aquel momento se encontraban en medio de la tierra de nada. Las palabras simplemente no salían. Los múltiples pensamientos en sus cabezas, llenos de preguntas, nublaban cualquier posibilidad de formar una frase coherente.
Lo que habían hecho había sido un producto de la impulsividad de ambos y ahora se encontraban en un punto en el que ninguno sabía a ciencia cierta cómo reaccionar.
Lentamente, Grace fue desenvolviendo las piernas y él la bajó al suelo. Como si su tacto quemara cómo la lava ardiente, Rafael la soltó y retrocedió unos pasos. Ambos tenían la respiración entrecortada y las mejillas sonrojadas. Seguramente la imagen que daban eran de dos personas que habían hecho de todo menos hablar.
-Yo… Lo mejor será que regrese a mi habitación -tosió-. Siento haberla molestado de su lectura, señorita Grace.
Ella sintió como su respiración se entrecortaba.
-No necesitas disculparte. Soy yo la que siente haberte golpeado con el libro -aligeró las palabras.
Ambos se miraron en un tenso silencio antes que los ojos de Rafael se dirigieran hacia la puerta.
-No debería tardar en ir a descansar. Es tarde.
Grace asintió y lo observó caminar hacia la salida.
-Buenas noches, señor Rafael.
Él se detuvo, pero no se giró.
-Buenas noches… Grace.
Rafael
Cuando Rafael llegó a su habitación, la cabeza le dolía considerablemente, al igual que su pierna. ¿En qué había estado pensando cuando se había dispuesto a besar a Grace?
En lo mucho que la había deseado, pensó.
Aquella mujer era algo puramente irresistible. Cuando la veía, sentía una gran cantidad de sentimientos encontrados. Quería besarla, desnudarla y conocer cada rincón de su cuerpo y de su corazón, pero también quería zarandearla cuando la veía llevando ropa horrorosa.
Era como si hubieran metido a una mujer hermosa e inteligente dentro de un saco de patatas. Si tan solo tuviera un poco más de sentido por la ropa… Aunque, claro, en eso podría ayudarlo él. Estaba seguro de que su experiencia en compañía de numerosas mujeres lo ayudaría a escoger el atuendo adecuado para la señorita Grace.
Rafael soltó un bufido mientras se sentaba de vuelta en la cama.
¿En qué diablos estaba pensando? Él no era nadie para decir cómo debía vestirse. La señorita Grace era una mujer adulta, plenamente consciente de sí misma y con la capacidad de decidir. Él no era nadie en su vida, más allá del hombre con el que se había besado, como para decidir por ella. O intentarlo.
Se acostó y miró el techo en busca de algo que lo inspirada para dormir un poco. Había bajado en busca de algo que le causara el sueño, pero, en su lugar, se había topado con algo que lo había dejado todavía más en vilo.
¿En qué condiciones iba a reunirse con el señor Wayne si, además de no estar descansado, había besado a su hija? De repente, un escalofrío recorrió su columna y su corazón se aceleró.
Había besado a la hija del señor Wayne.
Prácticamente podía olvidarse de sus planes de negocios después de aquello. ¿Qué se suponía que iba a decirle cuando se presentara frente a él? Peor. ¿Y si la señorita Grace empleaba lo sucedido como un medio de coacción para detenerse sus planes o para obligarlo a casarse con ella? Aunque, debía admitir que la última parte no lo desagradaba realmente. Estaba seguro de que podría ser el hombre que necesitaba.
Volvió a bufar cuando vio el rumbo que estaban tomando sus pensamientos. Había perdido la cabeza. Había prometido que jamás volvería a sentir algo por una mujer. Ya debería haber aprendido la lección después de tantos fracasos y, sin embargo, ahí estaba él: cayendo por el embrujo de una hermosa mujer que había conocido en el campo.
Estaba perdido.
Grace
Los labios de Grace hormigueaban todavía cuando Rafael salió de la biblioteca. Sintiendo las piernas temblorosas, ella se agachó y recogió el libro que había caído con anterioridad al suelo cuando se había lanzado para golpear a Rafael.
¿En qué se suponía que había estado pensando?
Justamente había sido eso: no había pensado.
En cambio, se había dejado cautivar por un atractivo hombre de increíbles ojos azul verdoso que la había besado irresistiblemente bien. Aquello era locura. Estaba segura de que Rafael solo la estaba engañando para conseguir su objetivo. Sí, tenía que ser eso. Si conseguía que ella se pusiera de su lado, no debería de ser complicado que convenciera a su padre.
Porque, si no, ¿de qué otra forma iba a fijarse un hombre de ciudad como él, en una mujer como ella? Tenía que ser racional. Ambos eran de mundos distintos. Había visto claramente como Rafael había observado con desagrado su vestido verde -aunque debía admitir de que, a pesar de no haber sido su mejor opción para saludar a un invitado, había sido lo primero que había encontrado tras ducharse puestos que no había querido hacer esperar más a su invitado.
Seguramente la habría tomado como una mujer sin gusto de ningún tipo, ni cuidado por su apariencia puesto que también había bajado con el cabello mojado cuando regresó para hablar con él.
Aquello solo empeoraba su situación. Era evidente de que él no se sentía realmente atraído por ella. Lo que había sucedido entre ambos era algo que no iba a volver a suceder y lo mejor era olvidarse ya de aquello.
Mientras antes lo hiciera, antes podría enterrar a un lado la irremediable atracción que sentía por Rafael Hamilton e impedir que se llevaran a cabo sus planes.
Sí. Haría eso.
Tenía que ser racional.