Levanto una mano y tuerzo una sonrisa en cuanto veo a Benjamín en una de las mesas del mismo bar en el que lo encontré aquella vez. De inmediato, él se pone de pie para encontrarse conmigo, abriendo sus brazos para estrecharme en un afectuoso abrazo. —¡Celes! Si estás guapísima —me alaga al hacerme girar, para dedicarse a mirarme de arriba abajo. Muerdo mi labio inferior, al sentir como mis mejillas se sonrojan ligeramente. No me sentía nada especial, me había puesto un vestido amarillo, ajustado hasta la cintura, para que luego callera de forma ancha hasta las rodillas, lo acompañé con unas converse blancas y unos aretes plateados y largos que me había obsequiado Azul para mi cumpleaños. —No exageres, Benja —farfullo al no parar de sonreír—, ¿Cómo has estado? ¿Qué tal el trabajo? Me s