Celeste
Torpe, distraída y bastante inocente, siempre me he caracterizado por esas tres cosas en particular; bastante parecida a mi hermana mayor en el físico, pero, muy distinta en lo demás, pues Azul siempre se caracterizó por ser la sensata, la responsable, la inteligente, la trabajadora, la que es segura de sí misma, ella siempre había sido la chica de carácter, la que no se deseaba pisotear por nada ni nadie, además de ser la que siempre consigue todo lo que se propone, todo muy distinto a lo que podía ser yo, una terapeuta física de profesión que no había sido capaz de conseguir trabajo en lo que tanto me apasiona.
—¡Cariño! ¿Qué haces vestida de esa forma? ¿acaso no pretendes ir al trabajo hoy? —interroga mi madre al detenerse en la puerta de mi habitación.
Aprieto los labios para luego dejar salir un lento suspiro, dedicándome a mirar mi reflejo en el espejo, hoy me había decidido por una falda hasta la rodilla, de color blanco, con lunares negros, una camiseta oscura, con la imagen de Mickey Mouse en ella, además de unas zapatillas de colores bastante llamativas, sujeté mi cabello con dos colitas, casi viéndome como una niña en su etapa escolar.
—¡Ah! ¡Mamá! No logré comentarte ayer, me han despedido de la fábrica —respondo al tomar mi brillo labial color rosa para pasarlo por mis labios.
Los ojos de mi madre se abren de par en par, al igual a como lo hacen sus labios.
—No te asustes, mamá, que me han contratado enseguida —le sonrío con orgullo, al recordar la conversación con mi nuevo jefe—, hasta tengo un mejor salario.
—¿En serio, cariño? ¿acaso tienes que animar fiestas infantiles o algo por el estilo? —cuestiona al ladear la cabeza, dedicándose a verme de arriba abajo.
—Cuidaré al hermanito del señor Kozlov —respondo bastante orgullosa al conseguir un trabajo mejor—. Sabes que me gustan los niños, por lo que, estoy bastante segura de que lo haré bien.
—Mi amor —un lento suspiro abandona los labios de mi madre al acercarse a mí—, tú eres buena en muchas cosas, tesoro.
—¿En serio estás hablando de mí? ¿o me estás confundiendo con Azul?
—¡Celes! ¿Cuántas veces voy a decirte que ambas son chicas grandiosas y especiales a su modo? ¡no me gusta que te compares con tu hermana!
—No es nada, ma, sabes que me encanta molestarte —le guiño un ojo para acercarme a ella a besar su mejilla—, me gusta distraerte de toda esa mierda que ahora te traes con papá.
Ella hace una mueca, al mismo tiempo en que desvía su mirada.
—Ya me voy a trabajar, deséame suerte.
—No la necesitas, mi amor —murmura al tratar de sonreírme—, estoy segura de que lo harás bien.
(…)
Sigo la dirección que el señor Kozlov me anotó en el papel, deteniéndome frente a una enorme mansión rodeada de jardines. Muerdo mi labio inferior al dedicarme a ver todo a mi alrededor, imaginándome utilizar aquellos jardines para corretear con el pequeño Kozlov. Sonrío, sintiéndome feliz al iniciar una nueva etapa en mi vida, una donde probablemente, iba a divertirme mucho más que pasar mis días enteros metida en una fábrica, haciendo chocolate.
Me presento con uno de los guardas de la entrada, dándome mi nombre y explicando a lo que vengo, al parecer, ya me esperaban, pues enseguida me dirige hacia la puerta principal, tratando de mantener la seriedad al verme vestida casi como una payasita.
—El señor Kozlov la espera en su oficina —me comunica el hombre al abrirme la puerta.
Me detengo a admirar todo el lujo que hay en aquel lugar; grandes ventanales, candelabros, finos y brillantes muebles, impecables pisos de caoba… ¡Dios! Aquel lugar casi era un palacio.
—¡Celeste! ¡bienvenida! —una amable mujer de unos cincuenta años sale a recibirme, sonriendo con tanta dulzura, que se me hace imposible no regresarle la sonrisa—, mi nombre es Elena, es un placer conocerte —se presenta la mujer al tomar mis manos entre las suyas—, soy la ama de llaves del señor Kozlov, siempre ando por aquí, así que nos veremos durante el día —ella me guiña un ojo, mientras me muestra un pasillo al lado de las escaleras—, espero que tú puedas quedarte con nosotros, tienes un aura cargada de tranquilidad, cariño.
—También espero poder quedarme, que gusto conocerte, Elena —digo en respuesta al asentir con la cabeza hacia ella.
—Ven, que el señor Kozlov te espera —me indica al caminar hacia el pasillo que me había señalado anteriormente.
Ella abre una puerta al final del pasillo, donde me encuentro con Alek, quien enseguida, tuerce una sonrisa y niega con la cabeza, dedicándose a verme de arriba abajo.
—¿Vas a una fiesta de disfraces o algo por el estilo?
—¡Ja, ja, ja! —finjo reír al soportar la tentación de voltear los ojos.
—¡Que diferente eres a tu hermana! ¿cierto?
—Es aburrido querer imitar a Azul —me encojo de hombros, restándole importancia—. ¿Dónde está el pequeñín?
—El pequeñín —asiente con la cabeza, sin dejar de sonreír—, ¡claro! Nikolay, mi hermano pequeño —dice al chasquear la lengua—, primero quiero comentarte que la situación con él no es muy fácil, es un niño bastante inseguro y malcriado, tendrás que saber educarlo, de lo contrario, querrá dejarte sin cabello.
Separo mis labios al escuchar aquello, pues… ¡carajo! ¿acaso iba a enfrentarme a un pequeño diablillo? Trago saliva con fuerza, mientras trato de asentir con la cabeza, armándome de valor al mismo tiempo en que me repito que puedo con esto, debía de demostrar que era buena para algo, esto era un reto para mí e iba a superarlo.
—Estaré bien, no se preocupe.
—Está bien, estoy depositando mi confianza en ti, Celeste, así que, no me defraudes —advierte al hacerme un gesto con su mano—, ven, vamos que te presentaré con Nikolay.
Él me dirige hacia una de las habitaciones de ese mismo pasillo, limpio las palmas de mis manos en la tela de mi falda, tratando de calmar el nerviosismo que se ha apoderado de mí. Él abre la puerta y se detiene a un lado, haciéndome pasar, justo cuando pongo mis pies en aquella habitación, me paralizo, al ver a un hombre descuidado, flaco y bastante pálido, sentado en una silla de ruedas. Él se gira, donde soy capaz de percibir una triste mirada azul, mientras que una pequeña sonrisa se forma en sus pálidos y quebrados labios.
—Nikolay, quiero presentarte a Celeste, tu nueva cuidadora.
Trago saliva con fuerza mientras me dedico a mirar a Alek, comenzando a sentirme estúpida al haberme hecho a la idea de que cuidaría a un niño… ¡Dios! ¿Cuándo carajos dejaría de ser tan inocente?
Nikolay me mira de arriba abajo, dedicándose a chasquear la lengua al mismo tiempo en que niega con la cabeza.
—¿Y a esta? ¿de qué circo la sacaste, Alek? —interroga para luego volver a darme la espalda.