Supongo que el deseo de todos los hijos, es que sus padres se amen, se respeten y vivan felices para siempre. En el caso de mi hermana Azul y yo, ambas soñábamos con ello, pero, desde hacía días atrás, yo había comenzado a notar que algo había cambiado. Las constantes discusiones por parte de mamá y papá, las llegadas tardías de mi padre a la casa, y los problemas con las facturas de la casa, eran el primer indicio de que algo no marchaba bien. Podía decir que yo siempre he sido una chica inocente, pero no tonta y, ese almuerzo con mi padre, donde me confiesa que ha vuelto a caer al mundo de las apuestas y que prácticamente lo ha perdido todo, incluso a mi madre, me lo ha confirmado. ¡Dios mío! ¿Qué íbamos a hacer ahora? ¿Qué iba a pasar si acabábamos por perder la casa? j***r, podía dec