Bruno Salvatore. Mirándome al espejo lo primero que hago es acomodar el nudo de mi corbata. Espero por momentos que la sonrisa idiota en el rostro se esfume, pero eso no va a pasar, mucho menos hoy. Después de tanto tiempo, después de casi haberla perdido, saber que dentro de poco será mi esposa me pone de tan buen humor que cuando Enzo entra por la puerta de mi habitación con su ya habitual cara de pocos amigos, su aura negativa intenta hacer de las suyas en mí. —Sea lo que sea que vengas a reclamar, déjame decirte que no estoy para eso—aclaro, antes de que siga una palabra. Bufa, yendo directo hasta el mini bar que tengo en el cuarto donde me estoy preparando. Se sirve una copa de champaña la cual pasa de largo por su garganta en cuestión de segundos y luego se sirve otra. Es c