Miguel parpadeó con desconcierto al darse cuenta de que Mercedes lo estaba echando en su casa, y claro ella tenía razón después del comportamiento tan extraño de él.
—¿Mercedes está enojada? —preguntó él sin titubear.
Mercedes colocó su mano en la cintura y miró al señor Duque
—¿Acaso tengo motivos para enojarme con usted? —cuestionó y sonrió levemente—, Don Miguel usted se equivoca, hace mucho tiempo que entendí que los hombres solo buscan en nosotras las mujeres entretenimiento, y que todos son iguales sin importar su condición, ricos o pobres todos pretenden lo mismo. —Alzó la barbilla—, pero esta mujer que usted ve aquí no está dispuesta a ser objeto de diversión de nadie.
Miguel tragó saliva ante las palabras de Mercedes no se sorprendió, ella era una mujer directa, pero no le a
