Miguel la observó a los ojos con esa expresión de calidez y serenidad que él siempre mostraba en la mirada y eso siempre estremecía Mercedes, ella no sabía por qué motivo le sucedía eso, quizás porque no estaba acostumbrada a tratar con caballeros como el señor Duque, sino con patanes como Elías. —Lo primero que debe de hacer es quitar esa cara de tristeza, no es justo que por culpa de su hija se le haya borrado esa hermosa sonrisa que usted siempre dibuja en sus labios —comentó él sin dejar de mirarla. Mercedes no pudo evitar que sus labios temblaran, sentía una presión en el pecho, una sensación de dolor que le carcomía las entrañas, no podía creer que la persona por la cual más se sacrificó en la vida le estuviera pagando de ese modo y les estuviera dando el peor dolor que le podrían