CLARE WILSON.
El transcurso de regreso fue de lo más profundo y complicado que he tenido que soportar, el pecho me galopea con rapidez y quiero gritar con todas mis fuerzas, Yuré está encadenado con las manos atadas y la culpa me carcome al no poder hacer nada por liberarlo. Me mira de vez en vez y le temo a todo menos a qué me delaté ante todos los presentes.
El capitán se levanta malherido y con las vendas cruzando su abdomen y pecho. La aeronave aterriza y lo primero que me exige es un reporte de daños.
—¡Ah! ¿Qué paso con tu equipo de comunicación? —me cuestiona y dudo antes de hablar. —¡Se destrozó con el impacto de la granada! —le afirmó.
Mierda, mierda. Eso estuvo cerca. Paso el resto del día terminado el informe que entrego y me adentro en mi alcoba cerrando con pestillo. Miro mis manos manchadas con sangre ya seca y grito golpeando el pavimento con mis pies, me despojo de la ropa con desespero y agradezco que la alcoba sea insonora. Me meto a la ducha y despejó mi mente, mi cuerpo está caliente y tengo un nudo en la garganta. ¡Esto es una mierda!
Me cubro con el albornoz, observó mi reflejo en el espejo del baño, me duelen los huesos y el cráneo, los nudillos rotos y ensangrentados, el sabor a sangre me inunda el paladar, tengo el labio partido y un golpe en la ceja izquierda… Miro más abajo, tengo las marcas de sus manos en el cuello. Roso las marcas con las yemas de mis dedos, se me revuelve el estómago cuando siento la corriente eléctrica que me obliga a extrañarlo.
Aun cuando quiero enterrarlo y borrarlo de mi ser, en momentos como estos no puedo negar todo lo que abarca desearlo y amarlo. Me siento sensible y mi cuerpo empieza a temblar con la necesidad de tenerlo cerca. Su aroma me golpea las fosas nasales y no sé cómo demonios parar todo este sentir. Me incorporo cuando la puerta suena.
—¡Escuché que me perdí de ver a Daez Brhazo! —abro y es lo primero que escucho, Marie entra sin permiso y quisiera callarla.
Ágata se asoma por detrás de la puerta, las conozco, no me dejarán en paz hasta que no les cuente todo. Ágata entra al baño y sale con el botiquín de emergencia. Hunde el algodón en alcohol y lo pasa por mis nudillos limpiando la herida.
No puedo dejar de preguntarme si me tratarían de igual manera si supieran quién soy. —¿Y como es? —la miro con extrañeza. —¿Daez Brhazo, es igual a las fotos? —no respondo, la simple mención de su nombre me provoca nervios.
Me miran a la expectativa y no tengo más que responder. —¡Lo es, es igual o mejor que en las fotos! —no miento, es el único hombre que me provoca nervios solo de verlo.
Ágata termina de curar mis heridas y me da una taza de té. —¡Dicen que es un loco desquiciado! —juzga ágata y no la contradigo, pues no es mentira. —¡Me gustan los malos! —musita Marie.
—¡Dicen que los malos cogen rico! —escupo el té mientras siento que sus palabras me taladran los oídos. La miro sintiendo los celos envenenar mi cerebro. —¿Qué? Solo digo. —se ríe encogiéndose los hombros.
No contradigo sus verdades, claro, coge rico, pero eso es algo de lo cual intento rehabilitarme y olvidar y la mera mención desata recuerdos que provocan cosquillas en mi piel.
—El chico que atraparon también se ve bien. —se muerde los labios y quiero golpearla por sus ocurrencias.
Ágata se burla de ella y así paso la noche distrayendo mi mente de su recuerdo, me levanto la mañana siguiente con los golpes de ágata. —¡Levántate, maldita sea! —vuelve a golpearme y me incorporo al terminar de escuchar las trompetas. Joder, no otra vez tarde.
Cuando llegó a la sala, la secretaria me entrega la orden del capitán. —¡El capitán pidió que se haga cargo del entrenamiento!—me informa.
La tarde avanza con calma, sintiéndome con estrés y preocupación, me preocupa que Yuré y Liz estén siendo torturados o siendo sometidos como rata de laboratorio. Respiro y doy por terminado el entrenamiento, piden mi presencia en el laboratorio y es la primera vez que entraré a un área restringida. Veo todo grabándome una imagen mental.
—¡Entra Mackenzie! —me pide el capitán, siento que mi mundo se desmorona al ver a Yuré sujetado de una silla mientras el electroshock lo ase temblar. El enojo me envenena y siento que en un desliz terminaré matándolos a todos.
Comprimo el enojo cuando veo que mira en mi dirección y sus ojos demuestran cansancio, pero aun así, me determina con plena decisión exigiendo que mantenga el margen, cosa que hago comprimiendo él enojó y el dolor. Respiro sentando mi atención hacia mi capitán.
—¡Fue reconocido como Yuré Clinne! —me informa —¡Se niega a hablar!
Claro que se niega, Yuré podría ser todo menos un cobarde y soplón. Aprieto los puños y la mandíbula comprimiendo el impulso de liberar mi enojo. —¿Qué necesita de mí?— cuestiono.
—¡Necesito que escoltes a Sofía válgame!—me descompongo, joder, no creo que a Sofía le agrade el ver a Yuré. —¡Necesitamos su testimonio!—reitera. Doy un saludo militar antes de retirarme, Me encaminó hasta su casa, la cual está custodiada por agentes.
Después del incidente con la tercera familia, lo perdió todo, a su hermano, su vida y la determinación de luchar, enterarme de la muerte de Alan me cayó como balde de agua fría.
El antiguo consejo de ancianos no juega limpio y aunque Yuré solo intento salvarla, no quita el hecho de que le mintió y Sofía lo odio después de dicho suceso. Marcus me contó que la encontró convaleciente y aferrada al frío cuerpo de su hermano.
Cuando la guerra entre razas comenzó, Sofía se alejó de todo, y aunque no está de acuerdo con esta guerra, ella nos ha ayudado en más de una ocasión dándonos información sobre la FMA.
—¡Podemos hablar!… —no me deja terminar, cierra la puerta y logro sujetarla antes de que se cierre.
—¡Ya escuché la noticia y no voy a testificar en su contra! —se adentra en su habitación ignorando mi presencia. —¡Jamás te pediría tal cosa!—la encaró.
Tomo puesto liberando el estrés de mis hombros, no puedo con todo. Me da un trago que me quema la garganta, se va al balcón y mira las luces de los edificios. —llevo años sin verlo. —confiesa. —Todavía no lo perdono y no quiero verlo.—me dice y la entiendo, creo que ambas estamos en las mismas jodidas condiciones. Tomo un cigarro y lo enciendo inundando mi cuerpo de nicotina.
—¿Desde cuándo fumas?—me pregunta. —¡Desde que la vida es una mierda y extraño a mi hombre!—le confirmo.
Se ríe y ambos terminamos con una botella y dos paquetes de cigarros. —Creo que regresaré al ejército de Marcus. —me confiesa y escupo el humo.
—¿Pensé que querías una vida pacifica?
—¡Ya la viví y es una mierda! —se empina la botella y me río recordando que una vez te hundes en barro es imposible volver a lo que eras antes.
La llamada del capitán me ase escupir el Whisky, me levanto recomponiendo mi seriedad, contesto y su voz se escucha airosa y es que llevo más de tres horas de retraso. Logro convencerlo de que ya voy en camino.
Entro al baño tomando el cepillo de dientes que Sofía me entrego, elimino el olor a alcohol mientras ella se cambia. Llegamos a la central y ella entra saludando al capitán. El tiempo transcurre y para cuando Sofía sale le veo el mal humor pintado en el rostro.
“No le fue bien por lo que veo” debemos fingir, por lo tanto, ella se despide del capitán y prometiendo regresar mañana.
Me dedico a mi trabajo y cuando la hora apunta a las nueve PM, me retiro a mi alcoba y aun cuando quiero descansar el sueño solo párese un mal chiste. Son las tres de la madrugada y me convenzo de que necesitó distraer mi cabeza. Me coloco una blusa y el camuflado común. Bajo al área del gimnasio y… ¡Santa María, madre de dios! Mi capitán está sudoroso y cargando unas pesas mientras sus pectorales se marcan en la camisa blanca, volviéndose transparente por el sudor. Su cabello está despeinado y no queda nada del hombre estricto que conozco. «Qué demonios está haciendo aquí» lo que mis ojos ven es a un hombre con demasiado voltaje para la vista.
Se detiene mirando en mi dirección, se acomoda el cabello y aquí estoy yo babeando por un hombre que ni conozco, ahora entiendo por qué Marie está tan obsesionada con el capitán. Me determina de arriba a abajo.
—¡¿Vienes a entrenar o te quedarás escurriendo saliva por mí?! —si llegué a considerarlo atractivo, su arrogancia, apago todo sus méritos
Lo ignoro y encaminó hasta la corredora dónde presionó la velocidad media y clavo los audífonos ahogando la incomodidad. Maldigo, siento su mirada penetrante en la espalda e intento apaciguar la frustración que me provoca todo esto. No me puedo concentrar y aunque quiero escuchar la música, Miles de pensamientos me invaden la mente y…
Culpo al muy maldito de Daez por despertar ese lívido que ya había sepultado. Es que pienso Miles de situaciones y en los miles lo encuentro a él. Incluso teniendo a un semental como el capitán delante de mí y solo puedo fantasear con quién no debería. Espabilo cuando el cansancio me invade, tomo agua y el capi está golpeando el saco de box. Ahora que lo reflexiono…
¿Qué demonios estoy asiendo? El maldito de Daez me saca del papel y olvido mi razón del estar aquí, prometí buscar una salida para Liz y ahora también para Yuré, y me valdré de mi rostro o habilidad. Me limpio las manos y camino hacia mi capitán.
—¿Me ayudas?—le lanzo los guantes. Se ríe y joder si es perfecto.
Desde que lo conocí hay cierta tensión que me impide mantenerme cómoda a su lado y es que me recuerda a Hugh, pero en versión pecadora. Me lanza un gancho el cual evito y barre el suelo tirándome al rin. Su cuerpo cae sobre mí y su rostro se mantiene firme acortando la distancia. Ejerce presión con una llave que me obliga a forcejear con él.
—¡Es boxeo, no steel cage!— me levanto, después de quitármelo de encima.
—¡Jamás dije que jugaría limpio!—se bufonea y si él sabe jugar sucio yo también. Necesitó acercarme y ganarme su confianza y lo haré de la manera más fácil.
—Segunda ronda, el perdedor paga el trago. —dicto y él sonríe.
Ataca y esquivo, Daniel siempre dijo que mi mayor virtud es ser ágil y lo demuestro esquivando todos sus ataques. Intenta hacerme caer y me sujeto de sus brazos enganchando las piernas alrededor de su cabeza, lo lanzó al suelo, dónde reacciona con rapidez golpeando mis tobillos, me ase una llave triangular y termino palmeando el suelo admitiendo mi derrota.
—¡Eres buena!—me alaga. —Pero…
—Te falta malicia, si golpeas que sea a matar. ¿Entiendes?
Si claro, como si fuera fácil fingir una derrota, aun con todo él es fuerte y habilidoso y apuesto todo a que sería todo un monstruo si fuera un antinatural. Encamina hacia la salida y antes de irse voltea mirándome.
—¡No me gustan los tragos baratos!— determina mi atuendo. —¡Y ponte ropa decente!— se va haciendo que mi ego se pregunte si me queda mal el camuflado. —¡Y péinate!—regresa a verme y espero unos segundos asegurándome que no regrese.
CONTINUARÁ…