PARTE 5

3223 Words
Daez Brhazo. Tocamos suelo estadounidense cuando el sol ilumina el firmamento nocturno. La misión de rescate fue un éxito y el concejo de ancianos está feliz con los resultados obtenidos. Rescatamos a Yuré y junto a él, también a Natanael Liz, ahora un problema más grande nos avasalla cuando los mensajeros de Marcus Freman, tocan nuestro territorio exigiendo que dejáramos en libertad a Natanael Liz. Los muy malditos no saben usar la palabra «Gracias» —¡Es mi hermana, no puedo permitir que se la lleven como si fuese una mascota! —reclama Romanó. Miro a la niña que está sentada a un metro, sabe que la situación es peligrosa, pero no le afecta, es un bicho aún más raro que su hermano mayor. Empieza a hablar sobre cosas que nadie entiende, mientras Romanó se niega a dejarla ir. —¡Despierta, pertenece al clan Freman y por lo que veo, es voluntariamente! —me canso de sus quejas y salgo dejándola atrás. Escucho los pequeños pasos que intentan alcanzarme y es que esta joven, es muy molesta. —¿Se le apetece un dulce a la señorita? —musitó con sarcasmo y ella me determina con una sonrisa reluciente. —¡Ella dijo que eras un idiota, pero que eras bueno! —sé de quién está hablando y después de la noche anterior, de lo último que quiero hablar es de ella. —¿Bueno? —me le burlo, pegando el índice en su frente, intimidándola. —¡Los demonios de tu cabeza son más buenos que yo, niña! — debería asustarse, no obstante, se ríe como si le hubiese contado un chiste. —¿Qué crees que haces? —me giró al verla siguiéndome. —¡Te dieron permiso de largarte con tu clan! ¿Por qué estás aquí? —Quiero ver a Clare y si me quedo contigo la veré. —me confiesa. Perfecto, como si no tuviera suficiente. Hago lo que puedo para ignorarla durante el resto del día. Me subo a la moto y arranco dejándola atrás, una vez llego a mi destino me la encuentro esperándome en la entrada del bar. La ignoro entrando mientras la escucho discutir con el seguridad, el cual de alguna manera convence para que la deje entrar. —¿Desde cuándo te convertiste en niñera?—se burla Daniel. —¡Desde que naciste imbécil!—me quejo. Yuré está en tratamiento y por ahora, no ha dicho nada de lo que sucedió. —¿Quiero de eso? —Liz señala la botella de ron y se la entrego para que deje de fastidiar. —¡Es una niña! —llega Tesa arrebatando la botella de sus manos. —Tengo trece años. —se defiende. Tesa le cuestiona si en el clan Freman dejan que las niñas tomen sustancias ilícitas. —¡Clare me deja tomar ponche!— musita con confianza. —El ponche no es lo mismo que esto. —reclama moviendo la botella. —¿Por qué traen a una niña aquí? —exclama Grey tomando lugar en la mesa. Todos me miran cuestionándome. —Ella vino sola. —les confieso. Las horas pasan y resulta que el fastidio de niña, no es tan indefensa como creíamos. Sabe conjuros avanzados y tiene buena puntería. Forman la algarabía en el bar cuando Daniel reta a la Liz a un combate de tiro. —¡Quiero diez chocolates y un vaso de ponche si gano!—exige ella. Las horas pasan y para su suerte terminan ganando, el estado de ebriedad de Daniel le costó la victoria. —¿Cómo se siente que una niña de trece te haya ganado?—se bufonea Grey. —¡Hizo trampa!—se defiende. —¡No es cierto! —exclama Liz atiborrándose de chocolates. —¿Qué está pasando aquí? —exclama Rubí sentándose en mis piernas y la fastidiosa la determina con rigidez. —¿Quién te entreno?—le pregunta Rubí después de escuchar la historia. —Quien te entreno debe ser muy ágil. — Liz la ignora mientras le pide a Tesa que le ayude a abrir el sobre de chocolate. —¡Tú no me caes bien! —confirma asiendo que todos se impacten y suelten la risa por su honestidad. Las horas pasan y Rubí no deja de discutir con la niña que no deja de profundizar lo mucho que la odia. La mañana me toma en el bar donde Liz me sacude pidiendo que me despierte. Me incorporo como puedo resbalándome con las botellas que hacen estruendo al romperse. —¡Quiero comida! — me dice. Miro a mi alrededor buscando a la persona a quien le está hablando y para mi mala suerte soy yo… —¡No molestes! —la aparto y ella frunce el ceño con frustración. Mi teléfono no deja de sonar y la cabeza me da vueltas. ~ Te necesito aquí ahora ~ el mensaje de Joshua es igual a los otros veinte mensajes de Mikahail. Tomo las llaves y me encaminó a la central. Entro y para mi sorpresa está el consejo de ancianos y junto a ellos está la guardia del clan Freman junto a Marcus. La fastidiosa abre la puerta detrás de mí y corre abrazando a Marcus. —La familia Natanael, tiene acuerdo de igualdad y paz ante todos los clanes. —habla Mikahail. —No temíamos pensado herirla. —termina de decir. —¡Me quiero quedar por un tiempo!—habla la fastidiosa y Marcus se la lleva a un lugar más privado donde intenta convencerla, lo cual no logra, terminando de aceptar su decisión. Sigo sin entender la razón de pedir mi presencia. —¡Daez será mi custodio! ¿Verdad? —habla la fastidiosa mirándome a la expectativa. —¿Qué? No soy un puto niñero, Mikahail. —Enfurezco negando la decisión que toman sin mi consentimiento. —Si aceptas, te ayudaré a encontrar a Eliot Morgan. —afirma con seguridad. Marcus palidece al igual que todos los presentes, según Romanó, su hermana posee el mismo talento de Luck, sin embargo, al igual que el mayor de los Natanael, esta no ofrece su ayuda a cualquiera. Cosa que sorprende a todos al ofrecerse. Sonríe sabiendo que obtuvo la victoria y lo que sigue es a mí comprándole comida para que deje de fastidiar. —¡Si no cumples, te abandono con los perros! —advierto y ella sonríe demostrando su confianza. —36°10′09″N 115°08′41″O. —Da las coordenadas. —Ahí está lo que buscas. —me dice. •••••••••••••••••••••••••• Clare Wilson. Las horas pasan mientras el operativo se mantiene firme. Las exuberantes luces de las Vegas parecen un sin fin de estrellas y la música entra en ambiente, mientras nos adentramos con sigilo al casino donde yace Eliot Morgan. —¿Estás lista? —me cuestiona el capitán. Salgo incómoda con el vestido n***o de látex que llevo puesto y las botas sobre mis rodillas. Mi escuadrón detona sorpresa al verme y el capitán enrolla los brazos sobre mis caderas. —¡Se ve bien, señorita Prade! —me burlo de su audacia. Acomodo el micrófono y monitoreo el rastreador que llevo en el antebrazo, encaminó adentro cuando todo está listo. Eliot Morgan está a dos metros y yo disimulo abordándolo por detrás. —Me permites espacio. —le digo. Se voltea a verme y el morbo le come el rostro. La mesa está llena y él se corre dándome espacio, mientras su acompañante me mira con recelo. Se hacen las apuestas, algunos lo dan todo y otros se dejan llevar por la suerte, la ruleta empieza a girar y siento la mirada del alfa sobre mí. La pelota cae en n***o y finjo estar emocionada y feliz. —¡Eres alguien con suerte! —me dice al oído provocando que se me erice la piel. Sus manos recorren mi espalda guiándome a una pequeña mesa donde me exige tomar puesto. Su cabello n***o le cae en la frente y sus ojos ámbar me observan con pleitesía. Para que mentir, el hombre ronda los veintiséis y está como dios quiere. Debo obligarlo a subir al hotel. Por lo tanto, me levanto dejando que me siga con la mirada, poso los nudillos por su hombro derecho y… Alguien me sujeta, el olor a su colonia me paraliza alterándome el pulso. Me giró a verlo confirmando que es él. «Que le pasa, por qué está en todos lados» frunce el ceño confundido y molesto. Su rostro me determina con rigidez y su agarre se tencióna. Me paralizó por un instante, perdiéndome en el firmamento de sus ojos. —¡DAEZ BRHAZO!— habla Eliot con claro sarcasmo. Obligo a mi cerebro a trabajar, no solo estoy delante de Eliot Morgan, la FMA está monitoreando mis acciones y no puedo dejar que me descubran. —¡Podrías soltarme! —hablo con naturalidad mientras su agarre se vuelve más fuerte, ladeó la cabeza en un intento de obligarlo a seguirme el juego, cosa que hace de mala gana. —¡Eliot Morgan! —responde con el mismo tono sarcástico que su adversario. Me aparto cuando mi capitán habla por el micrófono eufórico con la repentina aparición de Daez, todos comienzan a hablar al mismo tiempo e intento escuchar atentamente mientras Eliot Morgan roza mis nudillos tomándome de la cintura hasta posarme en su regazo. —¡Sal de ahí ahora mismo! —habla el capitán. «Demasiado tarde» —Repito… busca una manera de salir, soldado. No me muevo, obligándome a centrar mi atención en la conversación que mantienen mis allegados. —¡Mackenzie, obedece! —vuelve a distraerme el capitán. «Joder, quiero gritarle que no puedo huir ahora» ¿Acaso no nota el peligro? De un momento a otro, varios hombres nos rodean. «Esto se va a poner feo» —¿Qué crees que puedas hacer aquí? Estás en mi territorio. —espeta con confianza. —¿Desde cuándo las Vegas es tu territorio? —cuestiona Daez empinándose el trago. El aura se espesa cuando ambos guardan silencio detonando orgullo y convicción. El juego de miradas acaba con la carcajada de Eliot. —Ilumíname niño. —lo señala. —¿Por qué debería dejarte vivir? —señala a sus seguidores dando a entender que tiene la ventaja. —¿Cuándo? —se burla Daez. —¿Cuándo pedí tu misera piedad?. —se levanta poniendo a todos en guardia. Es uno, contra veinte, sin embargo, todos retroceden un paso cuando esté se levanta. Se me tensa los músculos cuando veo que el primero lo ataca por detrás, seguido por dos, tres y cuatro. «Como carajo se le ocurrió venir solo» —¡Shuuu! Chiquitita, no te preocupes, es solo un eslabón. —me habla al oído, mientras desliza sus manos sobre el látex del vestido. Daez rompe la mandíbula de uno mandándolo al suelo, el otro empieza la transformación, mientras los demás lo atacan golpeando sus costillas y piernas. Mi mente se nubla temiendo lo peor. «No lo dejaré morir» —Sal de ese lugar, ¡ahora! —la voz de capitán me hace reaccionar. Me levanto torciendo la mano que acariciaba mis muslos. —¡Maldita perra!. —me grita. —¡Mátenlos! —ordena y tres se me vienen encima. Me siento indefensa, no puedo usar, conjuros, mucho menos mi dote y es que sigo teniendo el audífono encendido. Los centinelas no reaccionan, cosa que me extraña pues, nunca antes había pasado. Los centinelas están construidos para detectar el gen licántropo y vampírico. Hay más de tres lycans a medio transformar y los centinelas no están avisando a las autoridades. Evado y esquivo. Me lanzó sobre la mesa cuando el lycans ya transformado me ataca con las garras. Intento concentrarme, pero del otro lado del salón se encuentra Daez, luchando como una bestia, matando y degollando. Me desconcentro resbalando con las fichas esparcidas por el suelo de Mármol. Rompo el cuello de uno y el otro, golpea mis rodillas mientras la sombra de Eliot me cubre. Sujeta mi cabello impidiendo que escape. Me lanza sobre las máquinas, las costillas me palpitan por el impacto, enrolla más sus manos en mi cabello y… El puño de Daez impacta en su rostro, lanzándolo contra la maquinaria, reventando las persianas de cristal. Me incorporo quedando a su espalda, nos rodean y… Las latas de gas compuestas de plata y metano se esparcen cortándole el paso del oxígeno a todos. Miro hacia Daez y este sujeta su garganta con angustia. Los soldados camuflados entran trotando en líneas. El capitán me alcanza, poniéndome la máscara de oxígeno. Mientras otros dos soldados atacan al hombre que está detrás de mí. No escucho las palabras que me dicen y volteo intentando tomar la mano de Daez, la cual sujeto con desesperación tratando de auxiliarlo. —¡Lárgate! —aparta mi mano mientras vislumbro el enojo que se le ciñe en las venas. El capitán me levanta con apuro sujetando mis hombros con firmeza. —¿Qué crees que haces? Es un criminal. —me advierte. «Maldición lo sé» Sé que no debo salirme del papel, pero no puedo ignorarlo, mi mirada sigue sobre él y un matiz de extrañeza cubre el rostro del capitán. Desvía mi mirada hacia él, sujetando mi mentón, aprisionando mi mirada con la suya. —¡Es un criminal! —reitera. —John, él me salvó. —lo llamo por su nombre. —Al menos ponle una máscara de oxígeno. —le pido. Frunce el ceño con enojo, da órdenes mientras el gas se esparce desvaneciéndose en el aire. No me mira, sigue dando órdenes y órdenes, Daez es trasladado junto con Eliot Morgan y la desesperación me abarca viendo cómo lo suben a la camioneta blindada. Camino de un lado al otro ideando un plan. «No quiero que se lo lleven» pero tampoco, puedo revelar quién soy. Tiene las manos sujetas y los labios sellados con cinta, sus ojos me juzgan y me debato internamente sabiendo que soy una antinatural y no una humana. —Prade, irás conmigo. —me dice el capitán. —Olivera y González irán detrás. Cada quien toma su lugar, mientras yo subo al puesto de copiloto. El recorrido hasta la pista es largo, la aeronave despega faltando dos horas para el amanecer, tengo los músculos entumecidos y el nerviosismo no ha cesado. “¿En serio lo dejarás atrás?” Me repite mi subconsciente. “Sus problemas no son mi responsabilidad” me excuso. Me contraigo con la mirada amena que me señala como una traidora. El capitán sale de la cabina mirándome fijamente. —Deberías descansar, te ves exhausta. —me da un beso en la mejilla. —¡Llegaremos al amanecer! —se ríe. —¿Qué quieres desayunar? —me pregunta. —Nos debemos una cita. Finjo la sonrisa. —¡Solo quiero una hamburguesa con papá! —le digo haciéndolo reír. —¡Está bien! —toma lugar a mi lado detallando mis movimientos. Estoy nerviosa y ansiosa, muevo las piernas y las manos mientras mis ojos ruedan de un lado a otro. —¿Qué pasa? —me pregunta. Intento hablar, pero… —¡Oh! Aquí están. —el portal se abre dándole paso a Liz. Todos quedan en completa impresión, el centinela no reacciona y siento que la vida se me va cuando el escuadrón completo se abalanza hacia ella. —¡Alto! —Aparto a varios. «Demonios» llevo la mano al collar que llevo puesto, presionando el botón. «No hay más opción» al presionar el botón da una señal con mi ubicación a Marcus. —¡Ya es hora, Clare! —dice mi nombre, mientras todos se miran tratando de entender. «La adoro, pero a veces me estresa» —Lo lamento, el desayuno será para después. —le hablo directamente a John. El capitán entre abre los labios intentando armar una oración, pero la vuelve a cerrar cuando empieza a atar cabos. Hablo con Liz mientras el escuadrón completo nos sigue mirando a la expectativa de una explicación. —¡Ella debe ir con nosotros! —Liz señala hacia Ágata que está junto a Marie. No me agrada la idea, pero, Liz nunca se equivoca. Miro hacia ella quien me determina con extrañeza. Daez se suelta del agarre y como supuse solo estaba fingiendo. Eliot Morgan hace lo mismo y la situación no podría empeorar, no obstante, el capitán espabila negando con la cabeza como si no pudiera creerlo. —¡Estás con ellos! —reafirma causando un dolor pulsante. Niego con la cabeza. —No, pero sí. —mi intención jamás fue lastimarlo, claro está, que no me creerá y prefiero ahorrar excusas que solo terminarán por ahogarme. Liz abre un portal por el cual intenta pasar, pero un soldado la sujeta impidiendo que se marche. Liz se defiende y todo se vuelve un caos cuando Eliot los ataca arrancando la garganta de un soldado con los dientes, intentan defenderse, pero estando en el aire, las detonaciones están prohibidas y simplemente somos más ágiles que ellos, aturdo a varios, mientras Daez y Eliot terminan por matarlos. El capitán no hace ni dice nada. El tiempo se acaba y sujeto a Ágata por el brazo obligándola a caminar. Abro el portal y… el sonido del seguro de la granada me distrae. —¡Suéltala, de aquí no se va nadie! —habla Marie con lágrimas en los ojos. —¡Preciosa, suelta eso! —Marie chilla cuando Eliot le dobla la mano obligándola a soltar el explosivo. «Maldito idiota» doy un paso intentando alcanzar la granada antes de que impacte en el suelo, pero soy sujetada por el antebrazo. Eliot empuja a Marie y la granada explota creando un hueco en la lata de metal. Los que quedan intentan sostenerse mientras los demás salen volando. Sigo impactada, Marie estaba demasiado cerca de la explosión, es imposible que siga viva, los gritos de Ágata me empequeñece el corazón. El avión desciende con rapidez mientras la advertencia llena de miedo del piloto nos lleva al límite. Miro a mi alrededor buscando a los míos, Liz se desmayó con el impacto de la explosión y Daez sigue sujetándome del brazo mientras se mantiene aferrado a un pilar. Ágata está a mis pies llorando y gritando, mientras vislumbro al capitán que está a segundos de ser succionado por los aires. El motor explota provocando la turbulencia que nos sacude a todos y causando que rodemos por todos lados, las paredes de hierro me golpean mientras intento mantener el equilibrio. «Todo está jodido» tomo el pilar de hierro sujetando mis piernas dejando mis manos libres. Liz sigue desmayada y es Daez quien la sujeta aferrándose a ella y recibiendo los golpes y estrellones. Logra sostenerse y… La aeronave se estrella, tanto la cola como la hélice izquierda salen volando, mientras la parte central se mantiene firme. El impacto nos sacude y siento como un pedazo de metal se atora en mi costilla. Pierdo la conciencia, mientras la aeronave sigue deslizándose por las montañas. CONTINUARÁ…
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