—Confío en que, tanto usted como la señorita Sherwood, cumplan mis instrucciones— dijo el Marqués—, y eso significa que deben ponerse a trabajar ahora mismo. Quiero que todo se haga lo más rápidamente posible. —Vamos a intentarlo— estuvo de acuerdo el Vicario—, nunca me han ofrecido una tarea más cercana a mi corazón. Y estoy muy agradecido por ella, tanto a Su Señoría como, desde luego, a Dios. —Si usted y la señorita Sherwood me siguen sermoneando— comentó el Marqués—, voy a creer, realmente, que fue Dios quien me mandó esta ceguera, no sólo para castigarme por mis pecados, sino también para asegurarse de que los repararé. —Esa me parece una explicación razonable— dijo el Vicario con una nota de diversión en la voz. Y, por un momento, Erlina contuvo la respiración, temiendo que el Ma