CAPÍTULO IV Erlina entró como una tromba en la sala donde estaba el Marqués y exclamó: —¡Las encontré! ¡Las encontré! —¿Qué es lo que encontró?— preguntó el Marqués . —Las hierbas para sus ojos: el hinojo y la eufrasia. —En su jardín de hierbas, supongo— dijo el Marqués. —Sí. Fue difícil encontrar el hinojo, pero más difícil descubrir la eufrasia, porque es muy pequeñita. —No creo que me sirvan para nada— opinó el Marqués un tanto ingratamente. Erlina contuvo el aliento. —No es usted muy alentador— dijo—, y me llevó mucho tiempo... encontrarlas. Inesperadamente, el Marqués extendió la mano. —Venga aquí— dijo. Con cierto disgusto Erlina se acercó un poco más a él, tomándole la mano extendida. —Creo— comentó el Marqués en tono suave—, que la ha alterado volver a ver su casa. Lo