GENEVIEVE Acortó la distancia y atrajo mi cuerpo contra él. Sus labios eran suaves y cuando su lengua lamió la costura de los míos me abrí inmediatamente para él. Echaba de menos saborearlo, jugar a este juego, bailar al ritmo que ambos conocíamos. Solo que esta vez no había ganador ni líder, sino que ambos participábamos en el placer del otro. —Abrázame, papá—, susurré. Le rodeé el cuello con los brazos y él tiró de mis muslos hasta rodearle la cintura. —Ahora hazme el amor. Se apartó para mirarme a los ojos: —Oh, princesa, esta noche no. No creo que... Volví a besarlo antes de retirarme y mirarlo a los ojos: —Hazme el amor, Dominic. No me hagas rogar. Su rostro se endureció por un momento, sus ojos recorrieron mi cara, tal vez tratando de juzgar si era o no lo que realmente que