GENEVIEVE —Princesa—, le oí susurrar con las manos en el pelo. Tarareé en respuesta, no dispuesta a despertarme todavía. —Ya estamos en casa. Voy a llevarte dentro y luego te limpiaré. ¿Te parece bien? —Sí, papá—, murmuré. Oí cómo se abría la puerta del coche y entonces él me levantó suavemente la cabeza para poder salir de debajo de mí. —Cuando abrí los ojos y miré hacia la puerta abierta, vi sus brazos extendidos hacia mí. Me arrastré por el asiento y le rodeé el cuello con los brazos y tiró suavemente de mí antes de que volviera a rodearle con mis piernas. —¿Vas a pasar la noche aquí?—, pregunté suavemente, con los ojos cerrados por el cansancio. —Es mi casa, princesa. Así que sí, voy a pasar la noche—, rió suavemente y me frotó la espalda. Mis ojos se abrieron de golpe: —Esp