Juegos de poder. Pactos y secretos

La muerte de Gabriel

Valeria, decidida y sin temor a las repercusiones, abordó el primer vuelo hacia Starville. Su mente bullía con preguntas y sospechas, y no iba a permitir que Luis Carlos eludiera la verdad. Al llegar a las oficinas del Grupo García, no esperó a ser anunciada. Caminó con determinación por los pasillos hasta llegar a la sala de reuniones donde Luis Carlos estaba en medio de una importante junta con socios.

Sin vacilar, abrió las puertas de par en par y entró en la sala, interrumpiendo la reunión. Los asistentes se quedaron boquiabiertos ante la intrusión inesperada. Luis Carlos, visiblemente molesto, levantó una mano para silenciar el murmullo de sorpresa que llenaba la sala.

—¡Valeria! ¿Qué crees que estás haciendo? —exclamó Luis Carlos, levantándose de su asiento.

—Tenemos que hablar, ahora mismo —dijo Valeria, sin dar un paso atrás.

Luis Carlos, consciente de la seriedad de la situación, suspiró y se dirigió a sus socios.

—Señores, vamos a suspender la reunión por hoy. Nos veremos en nuestra próxima sesión. —Los socios, aún sorprendidos, asintieron y comenzaron a salir de la sala.

Una vez que se quedaron solos, Luis Carlos se volvió hacia Valeria con una expresión severa.

—Valeria, a pesar de ser mi prometida, no puedes irrumpir en mis reuniones de esta manera. No permitiré que hagas estos escándalos, y debes entender que no hay nada más importante que la empresa en este momento.

Valeria, con el rostro endurecido por la determinación, lo miró directamente a los ojos.

—¿Qué hay del montaje del accidente de Gabriel? Sé que algo no está bien, y sospecho que tú estás detrás de todo esto. ¿Qué es lo que estás escondiendo, Luis Carlos?

Luis Carlos se quedó en silencio por un momento, evaluando la situación. Luego negó con la cabeza, tratando de mantener la calma.

—No sé de qué estás hablando, Valeria. No hubo ningún montaje. Gabriel tuvo un accidente y está siendo tratado. No tengo nada que ver con esto. Si tanto te interesan los asuntos de la familia González, quizás deberías considerar casarte con Laureano. Pareces más preocupada por ellos que por tu propia familia.

Valeria, herida por sus palabras, dio un paso atrás.

—No me desvíes del tema, Luis Carlos. Algo no cuadra, y lo sabes. Si realmente no tienes nada que esconder, entonces explícame por qué todo parece una mentira.

Luis Carlos la miró con frialdad.

—Valeria, estás haciendo acusaciones graves sin ninguna prueba. No voy a seguir con esta conversación. Tengo asuntos importantes que atender. Te sugiero que regreses a casa y te tranquilices.

Valeria, sintiéndose frustrada y sin más opciones en ese momento, salió de la oficina de Luis Carlos. Sabía que no había obtenido las respuestas que buscaba, pero no estaba dispuesta a rendirse. Decidida a descubrir la verdad, juró que seguiría investigando, aunque tuviera que hacerlo por su cuenta.

Luis Carlos, por su parte, sabía que la situación se estaba complicando. La presencia de Valeria en Starville y sus acusaciones eran señales claras de que debía ser aún más cauteloso. Decidió que era momento de tomar medidas adicionales para asegurarse de que su doble vida como Gabriel permaneciera oculta y que Lilith estuviera a salvo de cualquier repercusión.

La noticia de la supuesta muerte de Gabriel a causa del accidente se extendió rápidamente. Lilith recibió una llamada informándole que debía ir a despedirse de él antes de que fuera incinerado. La noticia la devastó; no podía creer que su amado esposo había fallecido. Sin embargo, a pesar del dolor, se armó de valor y se preparó para el difícil momento.

El plan de Luis Carlos era que el doble de Gabriel fingiera estar muerto. El ataúd estaba diseñado con un doble fondo, de manera que una vez que se cerrara la ventanilla, el doble descendería a otro compartimiento, escapando antes de llegar al horno de incineración.

Juana, siempre suspicaz y determinada a descubrir la verdad, decidió que Laureano debía acompañar a Lilith a la ciudad donde supuestamente estaba siendo tratado Gabriel. Su intención era asegurarse de que realmente se tratara de Gabriel.

El día del funeral, Lilith, acompañada por Laureano, llegó a la funeraria. Estaba emocionalmente destrozada, pero sabía que tenía que ser fuerte. Laureano, por su parte, estaba en alerta, observando cada detalle.

Dentro de la sala, el doble de Gabriel yacía en el ataúd. Había sido cuidadosamente maquillado para parecer un c*****r. Lilith se acercó lentamente, con lágrimas rodando por sus mejillas. Se inclinó sobre el cuerpo, acariciando el rostro del supuesto Gabriel.

—No puedo creer que te hayas ido —susurró, su voz quebrada por el dolor.

Laureano, observando desde unos pasos atrás, también se acercó para inspeccionar más de cerca. Miró el cuerpo con detenimiento, tratando de encontrar algún indicio de falsedad. Sin embargo, el maquillaje y la preparación eran impecables.

—Lilith, ¿quieres un momento a solas? —preguntó Laureano, tratando de ser considerado.

Lilith asintió, y Laureano se retiró unos pasos, manteniendo una distancia respetuosa pero observando con atención.

Después de unos minutos, el personal de la funeraria indicó que era momento de cerrar el ataúd. Lilith se despidió con un beso y un susurro final.

—Te amaré siempre, Gabriel.

La ventanilla del ataúd se cerró y, tal como estaba planeado, el doble de Gabriel descendió al compartimiento oculto. Una vez que el ataúd fue trasladado al horno de incineración, el doble escapó sin ser visto.

Laureano, al observar el proceso, no encontró nada que les pareciera sospechoso. Parecía un funeral normal, aunque trágico.

Una vez que las cenizas fueron entregadas a Lilith, Laureano, todavía con dudas, llamó a Juana.

—¿Qué piensas? —le preguntó en voz baja.

—Todo parecía en orden, abuela. Pero no puedo evitar sentir que algo no está bien —respondió Laureano, aún pensativo.

Juana asintió, compartiendo sus inquietudes. Aunque no tenían pruebas, la sensación de que algo estaba siendo ocultado no los abandonaba. Sabía que debía continuar con su búsqueda de la verdad, pero por el momento, decidió mantener sus sospechas en silencio.