Gabriel había llegado a un punto en el que el resentimiento y el dolor superaban cualquier sentimiento de lealtad hacia la familia García. Decidió que la única manera de encontrar la paz era distanciarse de ellos. Tomó su decisión y comenzó a empacar sus cosas.
Mientras guardaba sus pertenencias, pensaba en todo lo que había aprendido sobre su madre, Lilith, y cómo su padre, Luis Carlos, había fallado en protegerla. El peso de la traición y la humillación que su madre había sufrido era demasiado para soportar. Las palabras de María solo intensificaron el rencor de Gabriel.
Mientras tanto, Luis Carlos, en su despacho, recibió la noticia del enfrentamiento entre sus hijos. Sabía que esto era resultado de las manipulaciones de Laureano y que su familia estaba al borde del colapso. Decidió que era hora de confrontar a Laureano directamente.
Al llegar a la casa de los González, fue recibido con frialdad. Laureano lo esperaba en su despacho, con una sonrisa de satisfacción en su rostro.
—Luis Carlos, qué sorpresa verte por aquí —dijo Laureano, con tono burlón.
Luis Carlos, sin preámbulos, se sentó frente a él, con los ojos llenos de determinación.
—Laureano, sé lo que estás haciendo. Estás intentando poner a mi hijo en mi contra, usando el sufrimiento de Lilith para manipularlo. Pero esto no puede seguir así.
Laureano se recostó en su silla, fingiendo inocencia.
—¿Yo? Solo estoy ayudando a Gabriel a ver la verdad. Es su decisión lo que hace con esa información.
Luis Carlos lo miró con desdén.
—No te equivoques, Laureano. Conozco tus intenciones y no permitiré que destruyas a mi familia. Has llenado a Gabriel de mentiras y resentimiento, pero aún puedo arreglar esto.
Laureano sonrió con frialdad.
—Luis Carlos, ya es demasiado tarde. Gabriel ha visto la verdad. Y ahora, es cuestión de tiempo antes de que tu familia se desmorone por completo.
Luis Carlos se levantó, decidido a no dejarse intimidar.
—Haré todo lo que esté en mi poder para proteger a mis hijos y honrar la memoria de Lilith. Y te aseguro que pagarás por tus manipulaciones.
Con esas palabras, Luis Carlos salió del despacho, dejando a Laureano solo, pero no antes de ver la chispa de preocupación en los ojos de su rival.
De regreso en la mansión García, Gabriel terminó de empacar y salió de la casa, ignorando las súplicas de Alejandro y la preocupación de su madre, Victoria. Se dirigió a la casa de los González, donde Emilia lo recibió con los brazos abiertos.
—Gabriel, lamento todo lo que estás pasando —dijo Emilia, abrazándolo con fuerza.
Gabriel asintió, sintiendo un poco de consuelo en sus brazos.
—Gracias, Emilia. Solo quiero encontrar algo de paz y entender todo esto.
Emilia lo miró a los ojos, sabiendo que su misión estaba funcionando pero también sintiendo una punzada de culpa por las órdenes de su padre.
—Estaré aquí para ti, Gabriel. Siempre.
Luis Carlos sabía que el tiempo era esencial. Debía encontrar una manera de desenmascarar a Laureano y reconciliarse con Gabriel antes de que fuera demasiado tarde. Estaba decidido a enfrentarse a sus errores y proteger a su familia a cualquier costo.
Luis Carlos regresó a la mansión, preocupado y consciente de que el tiempo se agotaba. Sabía que debía hacer todo lo posible para salvar la relación con su hijo y proteger a su familia de las manipulaciones de Laureano.
Alejandro, todavía dolorido por el golpe de Gabriel y con el labio hinchado, lo esperaba en el salón.
—Papá, ¿qué vamos a hacer? —preguntó Alejandro, con la voz cargada de frustración y preocupación—. Gabriel se está alejando de nosotros y no entiendo por qué.
Luis Carlos suspiró, sintiendo el peso de la situación.
—Alejandro, Gabriel ha descubierto algunas verdades sobre su madre, Lilith, que han sido muy dolorosas para él. Laureano González ha estado aprovechándose de esa vulnerabilidad para ponerlo en nuestra contra.
Alejandro frunció el ceño, tratando de comprender.
—¿Y qué podemos hacer? No quiero perder a mi hermano.
Luis Carlos puso una mano en el hombro de Alejandro.
—Necesitamos demostrarle a Gabriel que lo amamos y que su familia siempre estará aquí para él. Y también, debemos desenmascarar a Laureano y exponer sus verdaderas intenciones.
Mientras tanto, Luis Carlos y Alejandro se reunieron en el despacho de Luis Carlos, planeando la mejor manera de desenmascarar a Laureano y recuperar a Gabriel.
—Papá, sé que cometimos errores, pero debemos demostrarle a Gabriel que somos su familia y que siempre estaremos aquí para él —dijo Alejandro, con determinación.
Luis Carlos asintió, sabiendo que la batalla aún no había terminado.
—Lo haremos, Alejandro. Desenmascararemos a Laureano y traeremos a Gabriel de vuelta a casa.
La familia García estaba decidida a enfrentarse a las manipulaciones de Laureano y proteger a Gabriel, sin importar el costo.
Luis Carlos y Alejandro, en un intento desesperado por sanar la brecha entre ellos y Gabriel, decidieron que sería mejor dividir el grupo familiar y empresarial. Pensaban que quizás así Gabriel podría ver su sinceridad y sentirse valorado. Sin embargo, Victoria no estaba de acuerdo con esta idea.
—Alejandro es el único heredero oficial, Luis Carlos. No podemos dividir lo que por derecho le pertenece a él —argumentó Victoria, su voz llena de preocupación y firmeza.
—Victoria, Gabriel es también nuestro hijo. No podemos seguir ignorándolo. Merece su parte, no solo por justicia, sino también por el bien de nuestra familia —respondió Luis Carlos, su tono conciliador pero decidido.
—¿Y crees que dividir el grupo resolverá algo? Esto no se trata solo de dinero, Luis Carlos —replicó Victoria, cada vez más frustrada.
Mientras esta conversación se desarrollaba, Gabriel, quien había regresado a la mansión para recoger unas pertenencias que había olvidado, escuchó por casualidad. Las palabras de sus padres lo golpearon con fuerza.
—¿Así que creen que todo se puede resolver con dinero? —pensó Gabriel, sintiendo una mezcla de ira y dolor.
Sin hacer ruido, se acercó más para escuchar mejor.
—Quizás si le damos su parte del grupo, se sentirá incluido y entenderá que queremos que sea parte de esta familia —dijo Alejandro, intentando mediar.
—No quiero su dinero ni sus migajas —murmuró Gabriel para sí mismo, su enojo creciendo. Decidió que era el momento de confrontarlos.
Entró en la habitación, interrumpiendo la discusión.
—¿Así que creen que pueden comprarme? ¿Que todo se puede resolver con dinero? —dijo Gabriel, su voz temblando de furia.
Luis Carlos, Alejandro y Victoria se quedaron en silencio, sorprendidos por su repentina aparición.
—Gabriel, no es eso lo que estamos intentando hacer. Queremos que sientas que eres parte de esta familia —intentó explicar Luis Carlos.
—Parte de esta familia... —repitió Gabriel con amargura—. Toda mi vida he sido un secreto, una sombra. Y ahora que saben la verdad, piensan que dividir el grupo y darme dinero resolverá todo. ¡No quiero su dinero!
Victoria se levantó y se acercó a Gabriel, con lágrimas en los ojos.
—Gabriel, esto no se trata solo de dinero. Es nuestra manera de mostrarte que te valoramos, que queremos que seas parte de todo esto.
Gabriel dio un paso atrás, sin querer ceder a la emoción.
—Lo único que quiero es la verdad y el respeto que le debían a mi madre. Nada más —dijo, girándose para salir de la habitación.
Luis Carlos y Alejandro intercambiaron miradas preocupadas. Sabían que estaban perdiendo a Gabriel y que Laureano estaba ganando terreno en su mente.