Alejandro llegó a la casa de Gabriel con una mezcla de frustración y determinación. A lo largo de los años, la relación entre ellos se había tensado por diversos malentendidos y rencores no resueltos. Alejandro estaba decidido a convencer a Gabriel de aceptar una oferta que consideraba justa, pero que Gabriel veía como otra humillación más.
—Sabes que esto es lo mejor para todos —dijo Alejandro, tratando de mantener la calma mientras sus ojos ardían con una furia contenida—. Deja de actuar como un mártir. Estás poniendo a todos en peligro con tu terquedad.
Gabriel, que había estado tratando de mantener la compostura, sintió cómo las palabras de Alejandro le quemaban por dentro. Se acercó un paso más, su rostro reflejando la mezcla de dolor y rabia.
—¿Y tú crees que sabes lo que es mejor para todos? —replicó Gabriel, su voz temblando de indignación—. Siempre has pensado que puedes controlarlo todo. Pero esta vez, no voy a dejarme manipular.
Alejandro, sin dejarse intimidar, dio un paso adelante, acortando la distancia entre ellos. La proximidad hizo que Gabriel sintiera aún más la presión.
—No tienes idea de lo que está en juego aquí —dijo Alejandro, su voz baja pero cargada de amenaza—. Estás siendo egoísta. No se trata solo de ti, sino de todos nosotros.
La tensión alcanzó su punto máximo. Gabriel, sintiendo que sus límites habían sido superados, empujó a Alejandro con fuerza. Este tropezó, pero se recuperó rápidamente, con el rostro rojo de ira.
—¡Basta! —gritó Gabriel, su paciencia agotada.
Alejandro, furioso, arremetió contra Gabriel, arrinconándolo contra la pared con un empujón. El impacto resonó en la habitación, haciendo eco en el corazón de Gabriel.
—Deja de hacerte la víctima —vociferó Alejandro, sus ojos inyectados de sangre—. Esto es solo otra de tus artimañas para llamar la atención.
La ira de Gabriel estalló. En un arrebato de furia, golpeó a Alejandro tres veces en el pecho. Cada golpe fue impulsado por años de resentimiento acumulado. Sin embargo, lo que ninguno de los dos sabía era que Alejandro padecía de una patología cardíaca silenciosa. Los golpes desencadenaron una crisis que se había estado gestando en las sombras.
Alejandro se llevó las manos al pecho, sus ojos llenos de sorpresa y dolor. Se tambaleó, sus piernas cediendo bajo su propio peso. Cayó al suelo, su respiración se volvió irregular y finalmente, su corazón se detuvo.
Gabriel quedó paralizado, mirando el cuerpo inerte de Alejandro en el suelo. El sonido de su propia respiración era lo único que rompía el silencio.
—¡Alejandro! —gritó, sacudiéndolo con desesperación—. ¡Vamos, despierta! ¡Esto no puede estar pasando!
Pero no hubo respuesta. La piel de Alejandro comenzó a palidecer, y Gabriel comprendió la magnitud de lo que había ocurrido. Había matado a Alejandro. Desesperado, buscó su teléfono para llamar a emergencias, pero en el fondo, sabía que ya era demasiado tarde.
Con las manos temblorosas, marcó el número, pero sus pensamientos estaban enredados. Recordaba los momentos compartidos, las discusiones, las risas y ahora, este trágico final. La vida de Gabriel estaba a punto de cambiar para siempre, y el peso de la tragedia se cernía sobre él como una sombra inescapable.
Las sirenas de la ambulancia rompieron el silencio de la noche, pero para Gabriel, todo parecía un eco distante de una realidad que se desmoronaba a su alrededor.
Luis Carlos recibió la noticia de la situación de Alejandro con una mezcla de incredulidad y urgencia. Su mente corría a mil por hora mientras se dirigía al hospital, pensando en las posibles implicaciones y las repercusiones que esta tragedia podría tener.
Al llegar, caminó rápidamente por los pasillos del hospital, su corazón latiendo con fuerza. Cuando llegó a la habitación donde le dijeron que estaba Alejandro, encontró una escena devastadora. El cuerpo de Alejandro estaba cubierto por una sábana blanca, y Gabriel estaba en el suelo en posición fetal, como si hubiera perdido toda esperanza.
Luis Carlos se acercó a Gabriel, arrodillándose a su lado.
—Gabriel, ¿qué pasó? —le preguntó con voz suave pero cargada de preocupación.
Gabriel no respondió, sus ojos vacíos y llenos de dolor. Antes de que Luis Carlos pudiera hacer más preguntas, el doctor se acercó.
—Señor García, lo siento mucho —dijo el doctor con tono solemne—. Alejandro sufrió un paro cardíaco. No hay signos de lesiones externas o asfixia, por lo que hemos descartado un homicidio. Sin embargo, vamos a realizar una autopsia para obtener más detalles sobre su muerte.
Luis Carlos sintió un nudo en el estómago. La noticia del paro cardíaco de Alejandro era un golpe duro, pero el hecho de que Gabriel estuviera en ese estado hacía que todo fuera aún más difícil de soportar. Miró a Gabriel, tratando de encontrar alguna chispa de vida en sus ojos.
—Gabriel, escúchame —dijo Luis Carlos, tomando suavemente el hombro de Gabriel—. Vamos a salir de esto, pero necesito que me digas qué ocurrió. ¿Cómo llegamos a esto?
Gabriel levantó lentamente la mirada, sus ojos llenos de lágrimas.
—No... no lo sé, Luis Carlos —dijo con voz quebrada—. Discutimos, y luego... luego todo se volvió borroso. Yo... yo solo quería que dejara de atacarme.
Luis Carlos asintió, comprendiendo que Gabriel estaba en un estado de shock. Miró al doctor, quien le devolvió una mirada comprensiva.
—Haremos todo lo posible para averiguar qué pasó —dijo el doctor—. Por ahora, es mejor que Gabriel descanse. Necesita tiempo para procesar esto.
Luis Carlos ayudó a Gabriel a levantarse, llevándolo fuera de la habitación. Mientras caminaban por el pasillo, Luis Carlos no pudo evitar sentirse abrumado por la tristeza y la confusión. La muerte de Alejandro era un golpe devastador, y las circunstancias que rodeaban su muerte solo complicaban aún más la situación.
—Vamos a casa, Gabriel —dijo Luis Carlos en voz baja—. Descansaremos y luego enfrentaremos esto juntos.
Mientras salían del hospital, Luis Carlos sabía que tenía que proteger a Gabriel y descubrir la verdad detrás de la muerte de Alejandro. La autopsia podría revelar más detalles, pero hasta entonces, lo único que podía hacer era estar al lado de su amigo y tratar de encontrar una manera de seguir adelante en medio de esta tragedia.