Lilith y Gabriel estaban inmersos en el proceso de establecer su nueva empresa. Lilith, con su experiencia y determinación, comenzó a contratar personal, seleccionando cuidadosamente a cada m*****o del equipo para asegurar el éxito de su emprendimiento. Sin embargo, no todo era tan sencillo como parecía.
Entre los nuevos empleados, tres personas en particular tenían un objetivo oculto: infiltrarse en la empresa de Lilith y sabotear sus esfuerzos. Estos tres, enviados por la familia González, recibieron instrucciones precisas de enviar toda la información relevante de la empresa de Lilith a Juana y Laureano. Además, debían sabotear las relaciones con los proveedores para que Lilith no pudiera obtener los materiales necesarios para su producción.
Los infiltrados se integraron rápidamente en el equipo, ganándose la confianza de Lilith y Gabriel con su aparente dedicación y competencia. Sin embargo, Lilith no era ajena a las intrigas de su antigua familia y decidió tomar precauciones.
Un día, mientras revisaba los registros de los nuevos empleados, Gabriel se acercó a Lilith con una expresión seria.
—Lilith, he estado observando a tres de los nuevos empleados. Algo no me cuadra —dijo Gabriel, mostrándole un informe—. Sus antecedentes son demasiado perfectos, y hay inconsistencias en sus historias.
Lilith frunció el ceño, estudiando el informe. —Tienes razón, Gabriel. Necesitamos estar seguros antes de tomar cualquier acción. Vamos a vigilarlos más de cerca.
Decidieron instalar discretas cámaras de seguridad y monitorear las comunicaciones dentro de la oficina. Pasaron varios días recolectando pruebas, y pronto descubrieron las actividades sospechosas de los infiltrados. Estos empleados enviaban correos electrónicos cifrados y realizaban llamadas secretas fuera de la oficina.
Una noche, después de cerrar la oficina, Lilith y Gabriel se reunieron en privado con Martin para discutir sus hallazgos.
—Tenemos pruebas suficientes de que están saboteando nuestra empresa. ¿Qué sugieres que hagamos? —preguntó Lilith, con determinación en sus ojos.
Martin, quien había sido un aliado invaluable, asintió. —Creo que es hora de confrontarlos. Pero debemos hacerlo de una manera que no alerte a la familia González de inmediato. Podemos usar esta situación a nuestro favor.
Lilith y Gabriel acordaron seguir el consejo de Martin. Al día siguiente, convocaron a los tres infiltrados a una reunión especial. Los empleados llegaron nerviosos, sin sospechar que su plan había sido descubierto.
—Hemos notado algunas actividades irregulares en nuestras comunicaciones internas —comenzó Lilith, con una mirada seria—. Queremos que expliquen estas inconsistencias.
Los tres empleados intentaron negar las acusaciones, pero Gabriel presentó las pruebas irrefutables: registros de correos electrónicos, grabaciones de llamadas y videos de las cámaras de seguridad.
—No pueden negar lo que está claro —dijo Gabriel, mientras los empleados comenzaban a sudar—. Han traicionado nuestra confianza y han intentado sabotear nuestra empresa.
Finalmente, uno de ellos rompió en llanto, confesando que fueron enviados por Juana y Laureano para espiar y sabotear la empresa de Lilith.
—Solo estábamos siguiendo órdenes. No queríamos hacer esto, pero no teníamos opción —dijo uno de ellos, con lágrimas en los ojos.
Lilith los miró con una mezcla de tristeza y determinación. —Les daremos una oportunidad para redimirse. Si cooperan con nosotros y nos ayudan a revertir el daño que han causado, no tomaremos acciones legales.
Los tres aceptaron de inmediato, agradecidos por la segunda oportunidad. Lilith y Gabriel decidieron usar la información que habían obtenido para fortalecer aún más su empresa y prevenir futuros ataques.
Con la ayuda de Martin, implementaron nuevas medidas de seguridad y establecieron alianzas más sólidas con sus proveedores. Mientras tanto, Juana y Laureano, al enterarse del fracaso de su plan, se enfurecieron, pero se dieron cuenta de que Lilith no era una adversaria fácil de vencer.
La empresa de Lilith comenzó a florecer, atrayendo nuevos clientes y expandiendo su presencia en el mercado. Gabriel y Lilith, más unidos que nunca, sabían que aún había desafíos por delante, pero estaban listos para enfrentarlos juntos.
Mientras tanto, la familia González seguía luchando por mantener su estatus, cada vez más conscientes de que la fuerza y la determinación de Lilith representaban una amenaza real a su poder. La batalla por el control y la supervivencia empresarial continuaba, con Lilith y Gabriel decididos a construir un futuro exitoso y libre de las sombras del pasado.
Juana, decidida a utilizar todos los recursos a su disposición para frenar a Lilith y Gabriel, trazó un plan audaz. Sabía que Roberto Meléndez, un poderoso empresario rival del Grupo García, tenía una debilidad por las mujeres jóvenes y ambiciosas. Con esto en mente, convocó a Annabella, su nieta más joven, para una conversación en la sala de estar de la mansión.
—Annabella, necesito hablar contigo sobre algo muy importante —dijo Juana con tono serio, sentada en su sillón favorito.
Annabella, curiosa y un poco nerviosa, se sentó frente a su abuela. —¿De qué se trata, abuela?
Juana la miró fijamente, evaluando su reacción. —Es sobre la situación con Lilith y su nueva empresa. Sabemos que está creciendo rápidamente gracias al apoyo del Grupo García. Pero hay alguien que podría ayudarnos a contrarrestar eso: Roberto Meléndez.
Annabella frunció el ceño, confundida. —¿Roberto Meléndez? ¿Qué tiene que ver él con esto?
Juana sonrió levemente. —Roberto es un competidor directo del Grupo García. Si logramos que esté de nuestro lado, podríamos debilitar el apoyo que Lilith está recibiendo. Para eso, necesito que te acerques a él. Sé que tiene debilidad por mujeres jóvenes y con determinación. Tú puedes lograr que se interese en nosotros.
Annabella sintió un nudo en el estómago pero no podía rechazar a su abuela. —¿Quieres que... lo seduzca? —preguntó con un tono cauteloso.
—No lo vería exactamente así —respondió Juana, suavizando su tono—. Quiero que lo convenzas de que apoyar a la familia González es una mejor opción para él. Usa tu encanto y hazle ver los beneficios de estar con nosotros y no con el Grupo García.
Annabella suspiró, sintiendo la presión de las expectativas de su abuela. —Está bien, abuela. Haré lo que pueda. Pero esto no será fácil.
Juana asintió, satisfecha. —Sé que puedes hacerlo, Annabella. Confío en ti. Recuerda, esta es una oportunidad para demostrar tu valor a la familia.
Annabella se levantó, con una mezcla de determinación y duda en su expresión. Sabía que tenía una tarea difícil por delante, pero también entendía la importancia de su misión. Mientras salía de la sala, Juana observaba a su nieta con una mirada de esperanza, segura de que este nuevo plan podría ser la clave para recuperar el control sobre la situación.
En los días siguientes, Annabella comenzó a asistir a eventos sociales donde sabía que Roberto Meléndez estaría presente, preparándose para ejecutar el plan de su abuela.