Batalla ganada

1571 Words
Gabriel observó a los secuestradores inconscientes en el suelo. Decidió que necesitaba respuestas, así que se aseguró de que estuvieran bien atados antes de despertarlos uno por uno. Cuando los hombres recobraron la conciencia, intentaron moverse, pero pronto se dieron cuenta de que estaban atados firmemente. Gabriel se acercó a ellos, su rostro imperturbable pero sus ojos fríos y calculadores. —Voy a hacerles unas preguntas, y les aconsejo que respondan con la verdad. ¿Quién los envió? —preguntó Gabriel con una voz que no admitía réplica. Los secuestradores se miraron entre sí, dudando si deberían hablar. Gabriel, notando su vacilación, se inclinó hacia uno de ellos y lo miró directamente a los ojos. —No soy alguien con quien quieran jugar. Puedo hacer esto mucho más difícil si es necesario —dijo Gabriel con una calma amenazante. El secuestrador tragó saliva, visiblemente nervioso. Tras varios minutos de tensión y un interrogatorio intensificado, uno de los hombres finalmente cedió. —Está bien, está bien... Fue la familia González. Nos contrataron para sacarte del camino —confesó, su voz temblando. Gabriel se enderezó, procesando la información. Aunque ya lo sospechaba, escuchar la confirmación encendió una chispa de ira controlada dentro de él. —Gracias por su cooperación —dijo Gabriel, levantándose—. Ahora, largo de aquí. Y recuerden, si vuelven a intentar algo así, no seré tan indulgente la próxima vez. Los secuestradores, liberados y aterrorizados, se apresuraron a irse, conscientes de que no querían enfrentarse nuevamente a Gabriel. Gabriel, con la información en mano, se dirigió de regreso a casa, decidido a contarle todo a Lilith. Al llegar, Lilith lo recibió con un abrazo, su preocupación evidente en sus ojos. —¿Qué pasó, Gabriel? —preguntó, sin poder ocultar su inquietud. Gabriel la miró con una mezcla de ternura y seriedad. —Lilith, hubo un intento de secuestro, pero estoy bien. Los hombres confesaron que fueron contratados por tu familia. Lilith se quedó helada, la traición de su propia familia era un golpe duro. —¿Cómo pudieron hacer esto? —dijo, sus ojos llenos de dolor y rabia. —Es claro que están desesperados. Pero esto también significa que debemos estar más unidos y preparados para lo que venga —respondió Gabriel, acariciando suavemente su rostro. Mientras tanto, Juana, al enterarse del fracaso del secuestro y la confesión de los secuestradores, se dio cuenta de que Gabriel era más formidable de lo que había imaginado. Su odio y determinación crecieron aún más. —Esto no ha terminado, Lilith. No me detendré hasta verlos caer —juró Juana, su odio hacia Lilith y Gabriel creciendo con cada día que pasaba. Gabriel sabía que Juana no se detendría ante nada para deshacerse de él. Así que, anticipándose a sus movimientos, ideó un plan con la ayuda de Martín. Ellos comprendían que la situación demandaba medidas extremas. Sin levantar sospechas, Martín organizó el secuestro de Laureano. Lo sedaron y lo llevaron a una ubicación secreta, donde un equipo de expertos en caracterización y maquillaje se encargó de hacer que Laureano se pareciera a Gabriel. Una vez que el trabajo estuvo terminado, colocaron a Laureano, aún inconsciente, en un automóvil y lo dejaron en un lugar accesible para los mercenarios. Esa misma noche, los mercenarios contratados por Juana encontraron a su objetivo —o al menos eso creían— y lo capturaron sin demasiada dificultad. Lo llevaron a una cabaña aislada y, satisfechos con su trabajo, informaron a Juana que Gabriel pronto sería historia. Entretanto, Gabriel se preparó para la siguiente fase de su plan. Vestido con elegancia, se dirigió a la residencia de los González. Juana estaba en el salón, bebiendo un vaso de vino y esperando la confirmación final del fin de Gabriel. Cuando Gabriel cruzó la puerta, Juana se quedó petrificada, su copa de vino resbaló de su mano y se estrelló contra el suelo. —¿Cómo...? —balbuceó Juana, incapaz de creer lo que veía. Gabriel sonrió, disfrutando del impacto de su aparición. —¿Esperabas a alguien más, Juana? —preguntó con voz suave pero cargada de ironía. Juana, temblando de rabia y confusión, agarró su teléfono y llamó a los secuestradores. —¡Díganme que el trabajo está hecho! —gritó. —Sí, señora. Gabriel ya no es un problema —respondió uno de los mercenarios, seguro de que habían capturado al hombre correcto. Juana, furiosa y confusa, colgó el teléfono y se volvió hacia Gabriel. —¿Qué has hecho? —gritó, su rostro rojo de ira. —Solo tomé precauciones —respondió Gabriel, su tono firme y tranquilo—. Sabía que irías más lejos, así que me aseguré de estar un paso adelante. El hombre que tienen no soy yo. La comprensión golpeó a Juana como un martillo. —¡Laureano! —susurró, dándose cuenta de la verdad. Gabriel asintió. —Tu nieto está a salvo, por ahora. Pero esto tiene que parar, Juana. Has llevado tu odio demasiado lejos. Juana se dejó caer en una silla, derrotada. Sabía que había perdido esta batalla, pero no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente. —Esto no ha terminado —murmuró, mirando a Gabriel con ojos llenos de veneno. —Sí, lo está —replicó Gabriel con firmeza—. Cualquier otro intento de dañarnos será la ruina definitiva para ti y tu familia. Ahora, libera a Laureano y terminemos con esto antes de que sea demasiado tarde para todos. Juana, sintiendo la presión y el peligro real que corrían, accedió a regañadientes. Ordenó la liberación de Laureano, que fue encontrado desorientado pero ileso. Gabriel y Lilith sabían que el conflicto con la familia González no había terminado, pero esta victoria les daba un respiro y una oportunidad para fortalecer su posición. La tensión entre las familias continuaba aumentando. Después del enfrentamiento con Juana y la liberación de Laureano, la situación se volvió más delicada. Gabriel y Lilith estaban más unidos que nunca, pero sabían que aún enfrentaban muchas dificultades por delante. Unos días después del incidente, Juana tomó una decisión drástica. Convocó una reunión de emergencia con los miembros más leales de la familia González. En la reunión, su mirada era fría y decidida mientras se dirigía a todos los presentes. —He decidido que no podemos permitir más debilidades dentro de nuestra familia —anunció Juana, su voz firme y autoritaria—. Aquellos que no están completamente con nosotros están en nuestra contra. Es por eso que, a partir de hoy, los padres de Lilith, que han mostrado falta de lealtad y han permitido que esta situación se descontrole, serán desterrados de la familia González. La noticia cayó como una bomba entre los presentes. Los padres de Lilith, sorprendidos y heridos, trataron de defenderse. —Madre, no puedes hacer esto —suplicó el padre de Lilith—. Siempre hemos trabajado por el bienestar de la familia. No merecemos ser tratados de esta manera. Juana lo miró con dureza. —Vuestra falta de control y la permisividad con Lilith han puesto en peligro todo lo que hemos construido. No puedo permitir que esto continúe. Sin más, Juana levantó una mano y dos guardias de seguridad se acercaron para escoltar a los padres de Lilith fuera de la sala. Lilith se enteró de la noticia cuando estaba con Gabriel y Martin, preparando los documentos necesarios para iniciar su nueva empresa. La llamada de su madre fue breve y dolorosa. —Lilith, tu abuela nos ha desterrado. Ya no somos parte de la familia González —dijo su madre, con la voz quebrada. Lilith sintió un nudo en el estómago. A pesar de todo, no pudo evitar sentir un profundo dolor por la situación. Gabriel, al verla afectada, la abrazó con fuerza. —Lo siento, Lilith. Pero esto solo demuestra lo lejos que están dispuestos a llegar para mantener el control. Ahora más que nunca, debemos seguir adelante con nuestros planes —dijo Gabriel, su voz llena de determinación. Lilith asintió, limpiándose las lágrimas. Sabía que su familia estaba pagando un alto precio, pero también entendía que no podía ceder ante las manipulaciones de su abuela. Justo en ese momento, Martin, que había estado afuera esperando, entró con noticias importantes. —Lilith, Gabriel, he hablado con el señor García. Ha organizado un lugar seguro para sus padres y también para ustedes. No están solos en esto. Tendrán todo el apoyo necesario para salir adelante. Gabriel sonrió con gratitud. —Gracias, Martin. Agradecemos toda la ayuda que el señor García nos está brindando. Con un nuevo sentido de propósito, Gabriel y Lilith se enfocaron en preparar la documentación para su nueva empresa. Sabían que sería un camino largo y difícil, pero estaban listos para enfrentarlo juntos, con la esperanza de construir algo que verdaderamente reflejara sus valores y aspiraciones. Mientras tanto, en la mansión de los González, Juana se enfrentaba a la realidad de sus decisiones. Había desterrado a su propia sangre en un intento de mantener el control, pero ¿a qué costo? La familia González estaba más fragmentada que nunca, y la sombra de Gabriel y Lilith seguía siendo una amenaza inminente. La determinación de Gabriel y Lilith para establecerse por su cuenta no solo significaba un nuevo comienzo para ellos, sino también un desafío directo al dominio de Juana. El futuro era incierto, pero una cosa estaba clara: la batalla por el poder y el control estaba lejos de terminar.
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