Espía

1030 Words
Gabriel y Emilia se instalaron en su asiento del tren, sintiendo cómo la tensión empezaba a disiparse lentamente. A medida que el paisaje cambiaba a través de la ventana, Gabriel reflexionaba sobre su siguiente movimiento. Sabía que seguir huyendo de ciudad en ciudad no sería sostenible a largo plazo. Necesitaban un plan más seguro y discreto para desaparecer completamente del radar de Laureano. Mientras el tren se deslizaba hacia su destino, Gabriel se volvió hacia Emilia con una idea. —Emilia, he estado pensando... —dijo, tomando su mano con suavidad—. ¿Qué te parecería si hacemos un viaje por crucero? Emilia lo miró con sorpresa, sus ojos brillando de curiosidad. —¿Un crucero? —preguntó, interesada—. ¿Cómo nos ayudaría eso? Gabriel sonrió, viendo un destello de esperanza en su mirada. —Un crucero nos mantendría en movimiento constante —explicó—. No estaríamos en un solo lugar el tiempo suficiente para que nos rastreen. Además, podríamos visitar diferentes lugares sin la presión de establecer una residencia fija. Podríamos viajar durante un año, tal vez más, hasta que las cosas se calmen y podamos planear nuestro siguiente paso con tranquilidad. Emilia asimiló la idea, considerando los beneficios. Un crucero les permitiría relajarse y estar juntos sin la constante preocupación de ser descubiertos. —Me parece una gran idea, Gabriel —dijo finalmente, sonriendo—. Creo que podríamos estar más tranquilos y disfrutar de nuestra vida juntos sin tanta presión. Gabriel apretó su mano, sintiendo una oleada de alivio y optimismo. —Entonces es un plan —dijo con determinación—. Encontraremos un crucero que nos lleve lejos de aquí y empezaremos una nueva etapa de nuestra vida. Al llegar a su destino, Gabriel y Emilia se dirigieron a un pequeño puerto donde podían organizar su viaje. Eligieron un crucero que ofrecía un itinerario extenso, visitando varias islas y ciudades a lo largo de un año. Mientras abordaban el barco, se sintieron llenos de esperanza y emoción por la aventura que les esperaba. Después de dos semanas de tranquilidad en el crucero, Gabriel y Emilia comenzaron a relajarse, sintiendo que finalmente podían disfrutar de su nueva vida. Sin embargo, su viaje los llevó de regreso a la antigua ciudad costera donde habían vivido brevemente antes de decidir huir nuevamente. Gabriel y Emilia decidieron no abandonar el barco durante la escala, conscientes de que Laureano podía estar cerca. Sin embargo, la precaución no fue suficiente. Un espía de Laureano había seguido la pista del crucero y logró abordar en el puerto, decidido a encontrar a la pareja. El espía, un hombre discreto y astuto, caminaba por los pasillos del barco, observando a los pasajeros con atención. Sabía que no podía hacer movimientos bruscos que alertaran a Gabriel y Emilia, así que se mezclaba entre la multitud, fingiendo ser un turista más. Mientras tanto, Gabriel y Emilia disfrutaban de una cena tranquila en uno de los restaurantes del crucero. No sospechaban que alguien los estaba buscando activamente. Sin embargo, Gabriel tenía una sensación de inquietud, como si algo no estuviera del todo bien. —Emilia, creo que deberíamos ser más cautelosos —dijo Gabriel en voz baja, mirando alrededor del restaurante—. No podemos bajar la guardia, incluso aquí. Emilia asintió, comprendiendo la preocupación de Gabriel. —Tienes razón —respondió—. Estemos atentos y no nos alejemos demasiado el uno del otro. El espía, que había estado observando desde una distancia prudente, finalmente los localizó en el restaurante. Decidió no acercarse de inmediato, optando por vigilarlos y esperar el momento adecuado para actuar. Esa noche, Gabriel y Emilia se retiraron a su camarote temprano, sintiendo que algo estaba fuera de lugar. Gabriel se aseguró de bloquear la puerta y revisar cada rincón del camarote. —Gabriel, ¿crees que estamos seguros aquí? —preguntó Emilia, su voz temblando ligeramente. —Haremos lo mejor para mantenernos seguros —respondió Gabriel, abrazándola con fuerza—. Pero debemos estar preparados para cualquier cosa. Mientras dormían, el espía merodeaba por los pasillos, esperando una oportunidad para acercarse al camarote de Gabriel y Emilia. Sabía que no podía ser imprudente; cualquier error podría alertar a la pareja y hacer que huyeran nuevamente. A la mañana siguiente, Gabriel se levantó temprano y decidió investigar un poco por su cuenta. Se dirigió a la cubierta superior, observando a los pasajeros y tratando de detectar cualquier comportamiento sospechoso. Emilia, mientras tanto, se quedó en el camarote, manteniéndose alerta. El espía, consciente de que Gabriel estaba solo, decidió acercarse disimuladamente. Fingiendo ser un pasajero interesado en la vista, comenzó a conversar con Gabriel. —Hermoso día, ¿verdad? —dijo el espía, sonriendo amigablemente. Gabriel asintió, devolviendo la sonrisa con cautela. —Sí, lo es —respondió, sin bajar la guardia. —He oído que este crucero hace paradas en lugares increíbles —continuó el espía, tratando de ganar la confianza de Gabriel—. ¿Tienes algún destino favorito hasta ahora? Gabriel, sintiendo algo extraño en la conversación, decidió no revelar mucho. —Todos los lugares han sido hermosos —dijo con indiferencia—. Es difícil elegir uno solo. El espía, viendo que Gabriel no estaba dispuesto a hablar mucho, decidió cambiar de táctica. Sabía que tenía que ser paciente y esperar el momento adecuado para descubrir más sobre la pareja. Mientras tanto, Emilia, inquieta por la ausencia de Gabriel, decidió buscarlo. Lo encontró conversando con el espía y, al acercarse, sintió una vibra extraña del hombre. —Gabriel, ¿todo bien? —preguntó, mirándolo con preocupación. —Sí, Emilia —respondió Gabriel, tomando su mano—. Estaba hablando con... lo siento, no capté tu nombre. —John —dijo el espía, sonriendo—. Encantado de conocerte, Emilia. —Igualmente, John —dijo Emilia, aunque sin poder disimular su desconfianza. Con Gabriel y Emilia juntos de nuevo, el espía decidió retirarse por el momento, sabiendo que tendría otra oportunidad. Pero Gabriel y Emilia, ahora más alertas, sabían que debían estar preparados para cualquier cosa. El juego de la huida y el espionaje acababa de intensificarse, y necesitaban estar un paso adelante para mantener su libertad.
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