Descubiertos

1315 Words
El crucero volvió a zarpar, con destino a América, un viaje de 35 días que incluía visitas a varias islas paradisíacas. El espía, sabiendo que este sería el momento perfecto para actuar, había contratado a dos hombres más para llevar a cabo su plan de sacar a Gabriel y Emilia del crucero en un bote salvavidas. Una noche, el espía y sus dos cómplices se dirigieron al camarote de Gabriel y Emilia, listos para ejecutar su plan. Sin embargo, al llegar, se encontraron con una sorpresa inesperada: el camarote estaba vacío, pero había signos evidentes de una reciente fiesta privada, con dos parejas involucradas en un intercambio. —¿Qué demonios es esto? —gruñó el espía, frustrado, mirando los restos de la fiesta. —No lo sé, pero tenemos que encontrarlos rápido —respondió uno de los cómplices, mirando alrededor. El espía, desesperado, comenzó a buscar a la pareja por el crucero, revisando todos los posibles lugares donde podrían esconderse. Sin embargo, Gabriel y Emilia no estaban en ninguno de esos lugares. Cada minuto que pasaba sin encontrarlos aumentaba su frustración. Gabriel y Emilia, por otro lado, habían sido astutos. Sospechando que el hombre con el que Gabriel había hablado era un espía, habían preparado una escapatoria. Esa misma noche, se habían deslizado silenciosamente hasta una sección menos vigilada del barco y habían tomado un bote salvavidas. —Tenemos que salir de aquí antes de que nos encuentren —dijo Gabriel mientras ayudaba a Emilia a subir al bote. —Lo sé. Debemos ser rápidos y silenciosos —respondió Emilia, su voz temblando con la adrenalina. Desatando el bote, se dejaron caer suavemente al mar, lejos del crucero. Remaron con fuerza, alejándose del barco iluminado y adentrándose en la oscuridad de la noche. Sabían que no podían permitirse un error; su libertad dependía de ello. —Creo que ya estamos lo suficientemente lejos —dijo Gabriel, deteniéndose un momento para recuperar el aliento. —Sí, pero debemos seguir —respondió Emilia, mirando hacia atrás—. No podemos dejar que nos encuentren. Mientras tanto, en el crucero, el espía y sus cómplices estaban en pánico. No podían encontrar a Gabriel y Emilia por ningún lado. Revisaron cada rincón, cada posible escondite, pero la pareja había desaparecido sin dejar rastro. —¿Dónde demonios están? —gritó el espía, golpeando una pared con frustración. —Tal vez ya se fueron —dijo uno de los cómplices, mirando al espía con preocupación. —No podemos volver con las manos vacías —respondió el espía—. Tenemos que encontrarlos. Pero Gabriel y Emilia estaban ya lejos, remando hacia su libertad. Sabían que el mar era peligroso, pero también sabían que era su única opción. Su plan había funcionado hasta ahora, pero debían mantenerse alerta y seguir adelante. Después de varias horas, encontraron una pequeña isla desierta donde decidieron descansar. Sabían que no podían quedarse mucho tiempo, pero necesitaban reponer fuerzas antes de continuar. —Descansaremos aquí un rato —dijo Gabriel, ayudando a Emilia a bajar del bote—. Pero debemos estar listos para seguir. —Sí, lo sé —respondió Emilia, asintiendo—. No podemos bajar la guardia. Mientras el sol comenzaba a salir, la pareja se preparaba para el próximo tramo de su viaje. Sabían que el camino sería difícil, pero estaban decididos a seguir adelante, juntos. La primera luz del amanecer bañó la pequeña isla desierta, iluminando el horizonte y brindando a Gabriel y Emilia un breve momento de tranquilidad. Sabían que su huida aún no había terminado, pero el amanecer les daba la esperanza de un nuevo comienzo. —Tenemos que seguir adelante antes de que alguien nos encuentre —dijo Gabriel, con voz firme pero cariñosa. —Sí, no podemos quedarnos aquí mucho tiempo —respondió Emilia, aunque en su mirada había un destello de determinación. Después de descansar un poco y comer algo de lo que habían traído, la pareja volvió a subir al bote. Remaron durante horas, guiándose por las estrellas y un mapa rudimentario que Gabriel había preparado. Sabían que tenían que llegar a una isla más grande o un puerto donde pudieran tomar un barco que los llevara lejos. Durante el viaje, Gabriel no podía dejar de pensar en lo cerca que habían estado de ser capturados. La imagen del espía y sus cómplices buscando desesperadamente en el crucero aún le perseguía. —¿Crees que estarán siguiéndonos? —preguntó Emilia, rompiendo el silencio. —Es posible —respondió Gabriel, sin apartar la vista del horizonte—. Pero si mantenemos el rumbo y seguimos adelante, tendremos una oportunidad. Finalmente, después de lo que parecieron días, divisaron una isla más grande en el horizonte. Con renovada esperanza, remaron con todas sus fuerzas hacia ella. Al acercarse, vieron que tenía un pequeño puerto con algunos barcos amarrados. —Ahí está nuestra oportunidad —dijo Gabriel, sonriendo por primera vez en mucho tiempo—. Debemos encontrar un barco que nos lleve al continente. Desembarcaron discretamente y se mezclaron con los pocos lugareños y turistas. Gabriel habló con varios pescadores hasta que encontró a uno dispuesto a llevarlos a América a cambio de una generosa suma de dinero. —Suban rápido —les dijo el pescador, un hombre de mediana edad con una mirada astuta—. Partiremos en cuanto estemos listos. Gabriel y Emilia subieron al barco, sintiendo un peso enorme levantarse de sus hombros. Estaban un paso más cerca de su libertad. Durante el viaje, el pescador les contó historias de los mares y les aseguró que llegarían a salvo a su destino. Gabriel y Emilia se aferraban a la esperanza de un nuevo comienzo en América, lejos de las persecuciones y los peligros que habían dejado atrás. Mientras tanto, en la mansión García, Luis Carlos estaba sumido en sus pensamientos. La noticia de la muerte de Alejandro y la posterior desaparición de Gabriel y Emilia había sumido a la familia en un estado de tensión constante. Sin embargo, la revelación de la autopsia y las pistas sobre la posible implicación de Laureano en todo esto no dejaban de darle vueltas en la cabeza. —Martín, estoy empezando a sospechar que Laureano está detrás de todo esto —dijo Luis Carlos, con voz grave—. Todo ha sido una distracción para ocultar sus verdaderas intenciones. Martín asintió, compartiendo la preocupación de su amigo. —Debemos encontrar pruebas de sus acciones y asegurarnos de que no pueda seguir manipulando la situación —respondió Martín—. Pero primero, debemos saber dónde están Gabriel y Emilia. Luis Carlos asintió, decidido a encontrar a su hijo y a la mujer que amaba. En la mansión de los González, Laureano estaba furioso por la falta de resultados. Había perdido la pista de Gabriel y Emilia, y cada día que pasaba sin noticias era un golpe más a su ego. —¡Debemos encontrarlos! —gritó, golpeando la mesa con el puño—. No pueden haber desaparecido así sin más. Un espía entró rápidamente en la habitación, trayendo noticias urgentes. —Señor, parece que Gabriel y Emilia han sido vistos en un puerto cercano. Están intentando llegar a América. Laureano se levantó de un salto, con una mirada decidida. —Prepárate. Vamos a seguirles el rastro. No pueden escapar de mí. Mientras el barco se acercaba al continente americano, Gabriel y Emilia sintieron una mezcla de alivio y anticipación. Sabían que aún quedaba un largo camino por recorrer, pero estaban dispuestos a enfrentarlo juntos. —Llegamos, Emilia —dijo Gabriel, tomando la mano de su amada—. Aquí comenzaremos nuestra nueva vida. Emilia sonrió, apretando la mano de Gabriel con fuerza. —Sí, Gabriel. Juntos lo lograremos. Y así, con el horizonte de América ante ellos, la pareja se preparó para enfrentar los nuevos desafíos y construir una vida lejos de los peligros que habían dejado atrás.
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