Encontrados

1275 Words
Laureano, decidido a llevar su plan al siguiente nivel, decidió salir del país. Sabía que su partida provocaría una reacción inmediata en Luis Carlos, quien sin duda enviaría espías tras él. Aprovecharía esta distracción para buscar a Gabriel y Emilia con mayor libertad y sin la presión constante de la vigilancia cercana. En el aeropuerto, Laureano se despidió de su familia, asegurándose de que todo estuviera en orden antes de partir. —Mantén todo bajo control mientras estoy fuera —le dijo a su asistente más confiable—. No dejes que los García sospechen de nada. Su asistente asintió, prometiendo mantener el orden y la apariencia de normalidad. Una vez en el avión, Laureano se relajó. Tenía un plan bien trazado. Sabía que Luis Carlos enviaría espías tras él, creyendo que su viaje tenía algún propósito oscuro. Pero su verdadero objetivo era encontrar a Gabriel y Emilia y traerlos de vuelta, consolidando así su poder y desmoronando la resistencia de los García. Mientras tanto, Luis Carlos y Martín recibieron la noticia de la partida de Laureano. —Sabía que haría algo así —dijo Luis Carlos, apretando los dientes—. No podemos dejar que se salga con la suya. Envía a nuestros mejores hombres tras él. Quiero saber cada movimiento que haga. Martín asintió, ya movilizando a sus contactos para seguir a Laureano. —No se preocupe, Luis Carlos. No le perderemos la pista. Sin embargo, el movimiento de Laureano era una distracción calculada. Mientras los espías de Luis Carlos seguían sus pasos por Europa y Asia, Laureano se movía con astucia, utilizando su red de contactos para buscar pistas sobre el paradero de Gabriel y Emilia. Visitó varias ciudades, contactó a antiguos aliados y buscó en los lugares más recónditos, pero sin éxito. Cada pista que seguía resultaba ser un callejón sin salida. Los nombres falsos y los documentos fraudulentos utilizados por Gabriel y Emilia para cambiar su identidad resultaban más eficaces de lo que Laureano había anticipado. Frustrado, pero no dispuesto a rendirse, continuó su búsqueda con una determinación férrea. De vuelta en la mansión García, Luis Carlos no estaba completamente convencido de que la partida de Laureano fuera una simple fuga. —Algo no cuadra, Martín —dijo Luis Carlos una noche mientras revisaban informes—. Laureano es demasiado inteligente para simplemente huir sin un plan concreto. Martín asintió, compartiendo las dudas de su jefe. —Podría estar utilizando su salida del país para distraernos. Pero si es así, ¿qué está realmente buscando? Luis Carlos miró el mapa con las ubicaciones de los últimos movimientos de Laureano. —Gabriel y Emilia. Él sabe que están vivos y los está buscando. Debemos redoblar nuestros esfuerzos para encontrarles primero. Mientras tanto, Gabriel y Emilia, ajenos a la cacería que se desarrollaba a su alrededor, continuaban su vida bajo identidades falsas en un pequeño pueblo de Sudamérica. Sabían que no podían bajar la guardia, pero estaban decididos a construir una vida juntos, lejos de las intrigas y las manipulaciones de sus familias. Laureano, persistente en su búsqueda, no encontraba la menor señal de la pareja. Sus movimientos se volvían cada vez más desesperados, y la presión comenzaba a afectarlo. Sin embargo, cada día que pasaba sin encontrar a Gabriel y Emilia fortalecía su determinación de no rendirse, sabiendo que el tiempo era su peor enemigo y que debía encontrarlos antes de que Luis Carlos descubriera su verdadero propósito. Laureano, viajando por el norte de Europa en su búsqueda incansable, llegó a una pequeña ciudad conocida por sus pintorescas calles y su acogedora atmósfera. Decidió detenerse en una cafetería local para descansar y recopilar sus pensamientos. Mientras esperaba su café, observó a los otros clientes y algo llamó su atención. Una joven sentada en una mesa al fondo del lugar le resultó vagamente familiar. Su cabello y su postura le recordaban a Emilia, pero cuando la miró más detenidamente, descartó la posibilidad de que fuera su hija. Sin embargo, una idea comenzó a formarse en su mente. ¿Qué pasaría si Gabriel y Emilia habían cambiado sus identidades para escapar? Era una posibilidad que no había considerado antes. Decidido a probar su teoría, Laureano se levantó y se acercó a la mesa de la joven. Fingiendo casualidad, comenzó a hablar con ella. —Disculpa, ¿puedo sentarme aquí? —preguntó con una sonrisa. La joven, visiblemente sorprendida, asintió lentamente. —Claro, no hay problema. Laureano se sentó y comenzó a hacer comentarios triviales sobre el clima y la ciudad. La joven respondió cortésmente, pero con una evidente reserva. Después de unos minutos, Laureano decidió probar su hipótesis. —¿Sabes? —dijo casualmente—, he estado buscando a un viejo amigo. Se llama Gabriel. Estoy seguro de que lo encontraré pronto. Observó atentamente la reacción de la joven. Sus ojos se ensancharon ligeramente y su mano tembló al levantar la taza de café. Laureano notó la leve vacilación y su sospecha se intensificó. —¿Te encuentras bien? —preguntó, fingiendo preocupación. La joven asintió rápidamente, tratando de recuperar la compostura. —Sí, estoy bien. Solo me sorprendió un poco. Ese nombre... me recordó a alguien que conocí hace tiempo. Laureano sonrió, pero en su mente, estaba más convencido de que había tocado un nervio. Decidió no presionar más en ese momento, temiendo que la joven pudiera huir si se sentía demasiado amenazada. —Bueno, gracias por la conversación —dijo amablemente mientras se levantaba—. Espero que tengas un buen día. La joven asintió, todavía un poco nerviosa, y Laureano se alejó de la mesa. Mientras salía de la cafetería, su mente estaba trabajando febrilmente. Si sus sospechas eran correctas, y la joven era realmente Emilia, entonces Gabriel no debía estar lejos. Necesitaba planear su siguiente movimiento con cuidado. De regreso en su hotel, Laureano comenzó a elaborar un plan. Contactó a algunos de sus contactos en la ciudad para que vigilaran discretamente la cafetería y siguieran a la joven si regresaba. Sabía que cualquier movimiento en falso podría alertar a Gabriel y Emilia y hacerlos huir de nuevo. En la ciudad costera, Gabriel y Emilia vivían una vida tranquila y sencilla, pero siempre con la sombra del pasado acechando. Después de su encuentro en la cafetería, Emilia sintió una creciente ansiedad. Una noche, mientras cenaban en su pequeño apartamento, Emilia decidió contarle a Gabriel lo que había sucedido. —Gabriel, hay algo que necesito decirte —dijo Emilia, visiblemente preocupada. Gabriel levantó la mirada, notando la seriedad en su tono. —¿Qué sucede? —preguntó con suavidad. —Hoy, mientras estaba en la cafetería, me encontré con un hombre. Al principio no lo reconocí, pero luego me di cuenta de que era mi padre —dijo Emilia, su voz temblando ligeramente—. Mencionó tu nombre, Gabriel. Creo que sospecha que estamos aquí. El rostro de Gabriel se endureció con preocupación. —¿Estás segura de que era él? —preguntó, su mente ya comenzando a planear su siguiente movimiento. —Sí, estoy segura —respondió Emilia—. Me miró directamente y mencionó tu nombre. Creo que me descubrió. Gabriel se quedó en silencio por un momento, procesando la información. Sabía que si Laureano los había encontrado, debían actuar rápidamente para evitar ser capturados. —No podemos quedarnos aquí, Emilia —dijo finalmente, con determinación en su voz—. Tenemos que irnos, y tenemos que hacerlo ahora. Emilia asintió, confiando en el juicio de Gabriel. Comenzaron a empacar lo esencial, conscientes de que su vida en esa ciudad había llegado a su fin. Sabían que debían mudarse a otro lugar, más lejos y más seguro.
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