Una tarde, mientras Lilith y Gabriel estaban ocupados preparando la documentación para su nueva empresa, el teléfono de Lilith sonó. Vio que era su padre y dudó por un momento antes de contestar. Sabía que la conversación no sería fácil.
—¿Papá? —dijo Lilith, tratando de mantener la voz firme.
—Lilith, necesitamos hablar —respondió su padre con un tono serio—. Tu abuela está muy molesta, pero creo que puedo convencerla de que te dé otra oportunidad para volver a la familia.
Lilith sintió un nudo en el estómago, anticipando lo que vendría a continuación.
—Papá, ya sabemos lo que la abuela piensa. Ella dejó muy claro que no hay vuelta atrás.
Su padre suspiró al otro lado de la línea. —Lo sé, pero hay una condición. Si te divorcias de Gabriel, tal vez pueda convencer a tu madre y a tu abuela para que reconsideren y te permitan regresar a la familia González.
Lilith apretó los labios, sintiendo una mezcla de tristeza y frustración. —Papá, no puedo hacer eso. Gabriel ha sido mi apoyo constante, y no voy a traicionarlo de esa manera. Además, ya se tomó una decisión y no pienso someterme nuevamente a las condiciones de la abuela.
—Lilith, por favor, piensa en lo que estás haciendo. No me imagino a mi hija sin el respaldo financiero y el prestigio de la familia González —insistió su padre, con una voz casi suplicante.
—Papá, entiendo tus preocupaciones, pero ya no soy una niña. Tengo mis propios sueños y metas, y Gabriel y yo estamos construyendo algo nuevo juntos. No puedo seguir viviendo bajo el control de la abuela —respondió Lilith, con determinación en su voz.
Hubo un momento de silencio antes de que su padre hablara de nuevo, con un tono resignado. —Entiendo, hija. Solo quiero que sepas que siempre tendrás un lugar en nuestros corazones, incluso si no estás físicamente con nosotros.
Lilith sintió lágrimas en los ojos, pero se mantuvo firme. —Gracias, papá. Espero que algún día entiendas por qué tomé esta decisión.
—Cuídate, Lilith —dijo su padre suavemente, antes de colgar.
Lilith dejó el teléfono a un lado y tomó un momento para recomponerse. Gabriel, que había escuchado parte de la conversación, se acercó y la abrazó.
—¿Estás bien? —preguntó con preocupación.
—Sí, solo necesitaba dejar las cosas claras con mi padre —respondió Lilith, agradecida por el apoyo de Gabriel.
—Hiciste lo correcto, Lilith. Este es nuestro camino ahora —dijo Gabriel, dándole un beso en la frente.
Lilith asintió, sintiéndose más segura de su decisión. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero estaba dispuesta a enfrentarlo con Gabriel a su lado. Juntos, continuarían trabajando para hacer realidad sus sueños y construir una vida que reflejara su verdadera esencia, libre de las sombras del pasado.
Días después, Lilith se reunió con Lorena en un café tranquilo de la ciudad. Estaban ultimando los detalles para el primer gran proyecto de su nueva empresa. Lorena se mostró impresionada por la determinación y visión de Lilith, y ambas discutieron estrategias para asegurar el éxito de la iniciativa.
Mientras tanto, en la mansión González, Laureano había recibido información sobre la reunión de Lilith con Lorena. Furioso, fue directo a su abuela Juana.
—¡Abuela! —exclamó Laureano al entrar en la sala de estar—. ¡Lilith sigue en negociaciones con el Grupo García! Se está reuniendo con Lorena en este mismo momento.
Juana levantó la mirada, su expresión endureciéndose. —¿Qué estás diciendo, Laureano?
—Te lo digo, abuela. Lilith está tratando de destruirnos. Primero consigue que nos quiten todos los contratos y ahora quiere aprovecharse de la situación para su propio beneficio —dijo Laureano, con la voz llena de resentimiento—. ¡Ella fue quien pidió que nos quitaran todos los contratos!
Juana frunció el ceño, considerando las palabras de Laureano. —Esto no puede quedar así. Tenemos que tomar medidas.
Laureano asintió con vehemencia. —Estoy de acuerdo, abuela. No podemos permitir que Lilith continúe con sus planes. Debemos detenerla antes de que cause más daño.
Mientras tanto, en el café, Lilith y Lorena estaban terminando su reunión cuando Lilith notó que tenía varias llamadas perdidas de Gabriel. Preocupada, decidió regresar de inmediato.
Cuando llegó a su apartamento, encontró a Gabriel en la sala, con el ceño fruncido. —Gabriel, ¿qué sucede? Recibí tus llamadas.
Gabriel suspiró, frotándose la frente. —Laureano fue a ver a tu abuela y le dijo que tú estás intentando destruir a la familia González. La acusan de haber solicitado que se les quitaran todos los contratos.
Lilith sintió un nudo en el estómago. —Eso es una mentira. Nunca haría algo así.
—Lo sé, Lilith. Pero tu familia no ve las cosas de esa manera. Tenemos que estar preparados para cualquier cosa —respondió Gabriel, tomando su mano.
En la mansión González, Juana convocó una reunión de emergencia con los miembros clave de la familia. Laureano tomó la palabra, exponiendo sus acusaciones contra Lilith.
—Es evidente que Lilith está conspirando contra nosotros. No podemos permitir que siga adelante con sus planes —dijo Laureano con fervor.
Juana, con una expresión de piedra, asintió. —Tendremos que tomar medidas para protegernos.
Sin embargo, Lilith no se dejó intimidar. Al día siguiente, decidió enfrentar a su familia y aclarar la situación. Fue a la mansión González, decidida a defender su integridad y su posición.
En el gran salón, la familia estaba reunida, esperando su llegada. Lilith entró con la cabeza en alto, enfrentando las miradas de desdén y sospecha.
—¿Qué tienes que decir en tu defensa, Lilith? —preguntó Juana con frialdad.
—Abuela, nunca he querido destruir a la familia González. Todo lo que he hecho ha sido para protegerme y seguir adelante con mi vida. Si estamos en esta situación, no es por mi culpa, sino por la mala gestión y las decisiones tomadas por otros —respondió Lilith, con firmeza.
—¡Mentira! —gritó Laureano—. ¡Tú eres la responsable!
—No, Laureano. La verdad es que la calidad de los contratos del Grupo González ha disminuido y eso es lo que nos ha llevado a esta situación. Intento crear algo nuevo y mejor, no destruir lo que ya existe —dijo Lilith, manteniendo su postura.
Juana, aunque furiosa, no pudo ignorar la lógica en las palabras de Lilith. Sin embargo, su orgullo le impidió admitirlo.
—Lilith, has tomado tus decisiones y nosotros las nuestras. Ya no eres parte de esta familia —dijo Juana, con un tono definitivo.
Lilith, con lágrimas en los ojos, asintió. —Está bien, abuela. Pero no me quedaré de brazos cruzados mientras se me acusa falsamente. Probaré que estoy en el camino correcto.
Con esas palabras, Lilith se dio la vuelta y salió de la mansión, dejando atrás el pasado y enfrentándose al futuro con determinación.