Te he perdido

1166 Words
Victoria estaba devastada por la muerte de su hijo, Alejandro. Su dolor rápidamente se convirtió en ira, y sus sospechas se centraron en Gabriel. Apenas un día después del trágico suceso, Victoria irrumpió en la habitación de Gabriel, su rostro una máscara de furia y dolor. —¡Tú! —gritó, apuntando con un dedo tembloroso hacia Gabriel—. ¡Tú lo mataste! ¡Envenenaste a mi hijo, y por eso sufrió ese ataque! Gabriel, todavía afectado por la pérdida y el trauma reciente, levantó la mirada con incredulidad. —¡No! ¡Yo no hice nada! —respondió con voz quebrada—. Alejandro era mi amigo. Yo... yo nunca... Pero Victoria no estaba dispuesta a escuchar. —¡Mientes! —le interrumpió—. ¡Eres un asesino! ¡No quiero verte nunca más! ¡Sal de mi casa ahora mismo! Gabriel, incapaz de soportar la presión y el dolor, se derrumbó aún más. Luis Carlos, que había estado observando la escena desde la puerta, intervino rápidamente. —Victoria, por favor, cálmate —dijo con voz firme pero serena—. Esto es una tragedia, pero no podemos acusar sin pruebas. Victoria lo miró con ojos llenos de lágrimas y rabia. —¡Pruebas! —exclamó—. ¡Mi hijo está muerto! ¡Eso es prueba suficiente para mí! Luis Carlos sabía que no podría calmar a Victoria en ese momento. Miró a Gabriel, que estaba completamente abatido, y tomó una decisión. —Gabriel, vamos —dijo suavemente, ayudando a su amigo a levantarse—. No puedes quedarte aquí. Sin más palabras, Luis Carlos llevó a Gabriel fuera de la casa. Condujeron en silencio hasta la casa de María. Luis Carlos sabía que debía mantener a Gabriel alejado de los González para su propia seguridad y bienestar. Al llegar a la casa de María, Luis Carlos explicó la situación. —María, necesito tu ayuda —dijo con seriedad—. Gabriel está en un estado muy delicado. Quiero que se quede aquí, lejos de los González. No permitas que se comunique con ellos, por nada del mundo. María asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. —Por supuesto, señor García —respondió—. Haré lo que me pida. Luis Carlos se volvió hacia Gabriel, que estaba sentado en el sofá, aún en shock. —Gabriel, vas a quedarte aquí por un tiempo —dijo con suavidad—. Necesitas descansar y alejarte de todo esto. Te prometo que encontraré la manera de aclarar todo. Gabriel asintió débilmente, incapaz de articular sus pensamientos. Luis Carlos se acercó y le dio una palmada en el hombro. —Todo saldrá bien, amigo —dijo—. Vamos a superar esto juntos. Mientras salía de la casa de María, Luis Carlos no pudo evitar sentir una mezcla de preocupación y determinación. La situación era delicada, y sabía que tenía que proteger a Gabriel y descubrir la verdad detrás de la muerte de Alejandro. Pero también tenía que enfrentar la furia de Victoria y las posibles repercusiones de sus acusaciones. La autopsia reveló que Alejandro padecía una enfermedad cardíaca hereditaria de su madre, una patología silenciosa que había permanecido oculta hasta aquel fatídico día. Con la causa de muerte confirmada, quedó claro que Gabriel no tenía responsabilidad en el fallecimiento de Alejandro. Sin embargo, la tensión en la familia García era palpable. Victoria, aún dolida y confundida por la pérdida de su hijo, no podía aceptar fácilmente la realidad. Acusó a Gabriel de haber matado intencionalmente a Alejandro, alegando que lo había envenenado y que por eso sufrió el ataque. En su furia y desesperación, lo corrió de la casa, empeorando aún más el estado emocional de Gabriel. Mientras tanto, la familia González, aprovechando la vulnerabilidad de Gabriel, vio en él una herramienta para destruir a los García. Laureano, astuto y calculador, ideó un plan para acercar a Gabriel a ellos. Sabía que Emilia tenía un lugar especial en el corazón de Gabriel y decidió usar eso a su favor. —Emilia —dijo Laureano con voz autoritaria—, Gabriel es esencial para nuestros planes. Necesitamos ganarnos su confianza y lealtad. Quiero que lo consueles, de la manera que sea posible. Emilia, aunque inicialmente dudosa, aceptó el plan de su padre. Sabía que debía cumplir con su deber familiar, aunque sus sentimientos por Gabriel complicaran las cosas. Aprovechando la oportunidad, Emilia contactó a Gabriel, quien había escapado y estaba en busca de un refugio. Gabriel llegó a la mansión de los González en plena noche, exhausto y confundido. Emilia lo recibió con los brazos abiertos, ofreciéndole consuelo y comprensión. —Gabriel, sé lo que has pasado —dijo Emilia con ternura—. Estoy aquí para ti, para ayudarte a superar esto. Gabriel, agradecido y vulnerable, se dejó consolar por Emilia. Pasaron la noche hablando y compartiendo sus sentimientos, fortaleciendo su vínculo. A medida que pasaban los días, Emilia se daba cuenta de que la situación era insostenible. Una noche, después de asegurarse de que nadie los escuchaba, le habló con sinceridad a Gabriel. —Gabriel, no podemos seguir en la mansión de los González —dijo Emilia en voz baja, su expresión llena de preocupación—. Mi padre quiere destruir a la familia García y va a aprovechar la muerte de Alejandro para hacerlo. Nos usará a ambos para sus planes. Gabriel asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. —Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó, su voz cargada de incertidumbre. —Debemos escapar de aquí —respondió Emilia—. Encontraremos un lugar seguro donde nadie pueda encontrarnos. Necesitamos alejarnos de nuestras familias y empezar de nuevo. Gabriel miró a Emilia, viendo la determinación en sus ojos. Sabía que ella tenía razón. Permanecer en la mansión de los González solo los pondría en peligro. —Tienes razón —dijo finalmente—. No podemos quedarnos aquí. Debemos irnos lo antes posible. Emilia y Gabriel comenzaron a planear su escape. Sabían que no sería fácil, pero estaban dispuestos a hacer lo necesario para estar juntos y a salvo. Con la ayuda de algunos aliados discretos, lograron reunir lo necesario para su huida. Una noche, mientras la mansión estaba sumida en el silencio, aprovecharon la oportunidad para escapar. Salieron sin hacer ruido, llevando consigo solo lo esencial. A medida que se alejaban de la mansión, sintieron una mezcla de miedo y esperanza. Gabriel y Emilia, ahora libres de las manipulaciones de sus familias, estaban decididos a construir una nueva vida juntos. Aunque el camino por delante era incierto, sabían que se tenían el uno al otro, y eso les daba la fuerza necesaria para seguir adelante. Mientras tanto, Luis Carlos, al darse cuenta de la desaparición de Gabriel y Emilia, no pudo evitar sentirse preocupado. Sabía que las repercusiones de su fuga serían significativas, pero también entendía que, en última instancia, era lo mejor para ambos. Se preparó para enfrentar las consecuencias y proteger a su familia de cualquier amenaza que pudiera surgir.
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