El vestido de novia

1600 Words
El doctor no dejaba de ver a Miranda, él la conocía desde hace muchos años, solo la miró sonriendo mientras le decía: — Miranda, no se trata de la menopausia. Creo que aun te falta mucho para que eso llegue. Creo que a partir de ahora tendrás que hacer otros planes en tu vida. — ¿Cómo? Si todos estos malestares no son de menopausia, ¿Entonces me estás tratando de decir que tengo algo malo? No me digas que estoy enferma, eso es lo que me faltaba ahora para complementar todos mis males. — Cálmate Miranda, no se trata ni de una cosa ni de la otra, lo que pasa es que estás Embarazada. Miranda palideció, se quedó mirando al doctor con una expresión de asombro e incrédula de lo que estaba escuchando. — ¿Qué has dicho? ¿Embarazada? ¿Estas bromeando verdad? — ¡No Miranda! Recuerda que ante todo soy un profesional y tomo muy en serio mi trabajo. Sería incapaz de bromear con algo tan serio como lo es tener un hijo. — ¡No! ¡No puede ser! Esto no me puede estar pasando, yo no puedo estar embarazada, esto es imposible. ¿Te das cuenta de lo que me estás diciendo? ¡No lo acepto! Miranda caminaba de un lado a otro del pequeño consultorio, estaba atacada de los nervios, no podía asimilar que estuviera embarazada de Samuel. Eso era inconcebible, no sabía cómo iba a enfrentar algo así, Samuel podía ser su hijo y ahora iba a tener un hijo de él, era una verdadera locura. Toda su vida se había convertido en un verdadero caos. — Cálmate Miranda, no tienes por qué ponerte así, ahora es muy normal que una mujer de tu edad pueda salir embarazada, sin embargo, me imagino que en vista de la condición de tu esposo, ese hijo que esperas es imposible que sea de él. Y eso es lo que te preocupa, ¿No es así? Ella bajó la mirada, a pesar de la confianza que le tenía a su médico de cabecera, no era fácil admitir que tenía una relación extra marital, pero como ella sabía el trasfondo de todo, sentía una gran vergüenza. — Sí, lamentablemente es así, es que llevaba años sola, y antes del accidente de mi marido, las cosas entre nosotros no iban bien, estábamos a punto de divorciarnos…. y yo… esto es muy vergonzoso, ¿Cómo le voy a decir a mi hija que estoy embarazada de su prometido? — ¿Qué has dicho? — Lo que acabas de escuchar Alfonso, estoy embarazada del futuro esposo de Katrina. Yo no sabía que él tenía una relación con mi hija, todo ocurrió muy pronto y cuando vine a darme cuenta, ya estaba metida hasta el fondo. Pero lo peor de todo esto es que dentro de dos días él se casa con ella. ¿Te das cuenta lo aberrante de todo esto? — Trata de calmarte Miranda, la verdad es que entiendo como te sientes, y no quisiera estar en tu lugar, pero ya no puedes dar marcha atrás, ahora solo te queda cuidarte porque a tu edad este embarazo es de alto riesgo, además tienes que decirle la verdad de todo a tu hija, pero principalmente al padre del bebé. — ¡No Alfonso! Eso no lo voy a hacer, yo no puedo plantarme enfrente de mi hija y decirle que voy a tener un hijo de su prometido. ¿Te imaginas? Me terminaría odiando y encima le arruinaría la vida por completo. Eso no me lo perdonaría jamás. (…) Miranda salió del consultorio de Alfonso, totalmente devastada. No sabía a dónde ir, a quien contarle además de su médico lo que estaba pasando, era como si estuviera en un callejón sin salida. Al llegar a casa, se encontró A Katrina junto Ámbar, la madre de Samuel. Ella se quedó impactada ya que su hija se estaba probando el vestido de novia que le había llevado de obsequio su futura suegra. — ¡Mamá que bueno que llegaste! Mira lo que me ha traído mi suegra. ¿Qué te parece? ¿Verdad que se me ve divino? Miranda solo la miraba de arriba abajo sin decir una sola palabra. Era demasiado impactante para ella tener que ver a su hija emocionada con su vestido de novia, mientras ella llevaba en su vientre un hijo de Samuel. — ¿Pero madre no vas a decir nada de como se me ve el vestido? ¿Acaso no te gusta? — Este.. ¡Sí claro! Te ves muy linda, el vestido está hermoso, muchas gracias Ámbar pero no tenías por qué molestarte. — Hola Miranda, no, para nada ha sido una molestia, al contrario, me da mucho placer que le haya quedado el vestido, solo espero que el primer hijo que tenga con Samuel sea una niña para que ella continúe con la tradición del vestido. — ¿Una hija? — ¡Sí, claro! ¿No me digas que no quieres tener nietos? — ¿Nietos? Yo… la verdad es que. Miranda no sabía que decir, no se había detenido a pensar en que Katrina al casarse con Samuel, lo más lógico era que tuvieran hijos, en ese momento pensó mientras tocaba su vientre: “¡Dios mío! Si llego a tener este hijo de Samuel, sería el hermano de Katrina, y si ella llega a tener un hijo con él, sería mi nieto y al mismo tiempo el hermano de este bebé. ¿Dios mío qué voy a hacer? Si encima de todo tengo enfrente de mi a la abuela de mi hijo, que encima es menor que yo. Creo que me voy a volver loca”. La madre de Samuel se acercó a Miranda preocupada, ya que la veía un poco pálida. — ¿Miranda te sientes bien? Es que de pronto te has puesto algo pálida. – Sí, estoy bien, necesito ir a mi habitación, si me disculpan. Salió corriendo a su habitación pero al entrar fue directo al baño a vomitar, sintió que le había bajado la presión, se tuvo que echar al piso, todo comenzó a darle vueltas, La enfermera de Carlos, al ver que la puerta de la habitación se encontraba abierta, entró sin avisar, ya que debía comunicarle algo muy importante a Miranda. Pero al verla casi desmayada en el piso del baño, enseguida se acercó a ella: — Señora Miranda ¿Qué le pasa? Permítame ayudarla. — No me pasa nada, ya estoy bien, solo fue un simple mareo, de verdad ya me siento mejor. Sandra que no le tenía buena voluntad, la miró con desagrado mientras pensaba: “Umm ¿Un simple mareo? ¿No será la menopausia? Ya te estás poniendo vieja Miranda” — ¿Qué te pasa Sandra? ¿Se puede saber por qué me miras así y por qué entraste a mi habitación sin tocar? — ¡Ay no! No, me pasa nada señora Miranda, solo me quedé pensando en que se ve muy pálida, ¿Esta segura de que se siente bien? — Sí, estoy bien, además ¿Por qué tendría que sentirme mal? Siempre he sido una mujer muy sana. — Sí, claro, dichosa usted que se encuentra en excelente estado, lástima que el señor Carlos no pueda decir lo mismo. ¿No es verdad? — le dijo con sarcasmo mientras la miraba levantando una ceja. — ¿Se puede saber qué tiene que ver Carlos en todo esto? Y además, aun no me has dicho a qué has venido a mi habitación, estoy demasiado estresada y quiero estar sola para poder descansar. — ¡Oh sí claro! Tiene razón, disculpe señora Miranda, solo vine a decirle que el señor Carlos le toca hoy ir a ver a su doctor y necesito dinero para pagar la consulta. — No entiendo para qué sigue yendo a consulta si ya no volverá a caminar ni a hablar nunca más. Es una pérdida de tiempo y dinero. Pero en fin, aquí tienes el dinero y pídele al chofer que te lleve para que te ayude con su silla de ruedas. Sandra trató de contenerse, apretó fuertemente sus puños mientras lanzaba una mirada fulminante a Miranda, que si las miradas mataran, la hubiera destruido por completo. Mientras tanto pensó: “No cantes victoria Miranda, muy pronto te llevarás una gran sorpresa.” Sandra se fue con el dinero y llevó a Carlos a la clínica, al llegar allí el doctor lo recibió muy animado y contento de verlo de nuevo: — Bienvenido Carlos ,te estaba esperando. ¿Cómo te sientes? ¿Listo para tus terapias? Carlos con algo de dificultad contestó: — Sí….doctor. Carlos desde hace mucho tiempo estaba recibiendo terapia en secreto, Sandra se había encargado de conseguir a uno de los mejores médicos para que pudiera encargarse de su caso. Ya que Miranda no se había molestado en buscar otras alternativas médicas que pudieran ayudarlo en su recuperación, ella en el fondo lo que quería era que él terminara de morirse, para así poder quedarse con toda su fortuna. Pero nunca se imaginó que Carlos gracias a todo el tiempo que había estado en terapia y a los cuidados de Sandra que no descansaba ayudándolo cada día desde casa, había podido lograr recuperar el habla. No lo hacía a la perfección, pero sin embargo, su anhelo de poder llegar a vengarse de Miranda, lo incentivaban cada día a seguir luchando por su recuperación, y con el apoyo de Sandra, poco a poco iba recuperando la movilidad de su cuerpo.
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