Diez años atrás
Diez años atrás…
— No me puedes obligar a que siga viviendo a tu lado, ya no te quiero y además, ya el divorcio es un hecho, me marcho de aquí, no soporto un día más cerca de ti.
— Miranda no me puedes dejar, soy el padre de tu hija, además, no voy a permitir que Katrina crezca sin mi presencia y si es de obligarte a que te quedes conmigo, pues lo haré.
— ¡Suéltame! Me estas haciendo daño.
—
No voy a permitir que me dejes, eres mía y vas a hacer lo que yo te diga.
Miranda forcejeaba con Carlos mientras trataba de soltarse, sin embargo, él la mantenía agarrada fuertemente por sus brazos, ambos se encontraban en el segundo piso de la casa muy cerca de la enorme escalera.
Mientras la pequeña Katrina de apenas trece años de edad, observaba desde la parte de abajo, sin comprender lo que estaba sucediendo entre sus padres. Solo sentía mucho miedo por los gritos desgarradores de su madre tratando de escapar de la furia de su marido.
Miranda estaba desesperada y en vista de todos los esfuerzos que hacía para poder soltarse, lo empujó sin querer, haciendo que este cayera directo al piso de abajo.
La pequeña Katrina solo observaba con horror a su padre ensangrentado, mientras Miranda observaba la escalofriante escena desde la parte de arriba.
— ¡Papá se lastimó! ¡Mami papá se lastimó! Rápido tienes que ayudarlo— gritaba la pequeña mientras se llevaba las manos a la cabeza impresionada.
El llanto de Katrina, hizo que Miranda bajara las escaleras a toda prisa, no podía permitir que su hija continuara viendo una escena tan desgarradora de su padre en medio de un charco de sangre.
— Cálmate cariño, no llores, todo va estar bien.
— Papi está herido, tiene sangre en la cabeza. Mamá por favor tienes que hacer algo, no quiero que papá se muera.
— Ya no llores cariño, es mejor que esperes en el auto mientras reviso cómo está papá. Te prometo que todo va a estar bien.
Miranda estaba demasiado nerviosa y lo primero que se le ocurrió fue sacar a su hija de esa escena tan escalofriante y meterla en su auto mientras ella regresaba a la casa, quería estar segura si en realidad Carlos estaba muerto.
Le dio varios golpes con su pie y él no respondía, estaba tan aterrada que no quería acercarse a él, así que en vista de que este no daba un indicio de vida, terminó de recoger lo más indispensable para llevarse, y cuando estaba a punto de salir por la puerta escuchó un leve gemido que la hizo estremecer.
Inmediatamente se regresó a donde se encontraba Carlos, y cuando lo observó con atención, se dio cuenta de que efectivamente aún respiraba. Llamó enseguida una ambulancia y esperó a que lo llevaran al hospital más cercano.
(…)
Veinte años después…
— Samuel no podemos seguirnos viendo, tú eres mi alumno y además tienes casi la edad de mi hija.
— Miranda, eres una mujer muy atractiva, además no aparentas la edad que tienes, y si quieres me retiro de la universidad y así ya no tienes que preocuparte más de que soy tu alumno, estoy dispuesto hacer lo que sea por estar contigo.
— Eres un tramposo, aquella noche cuando te conocí en el bar, no sabía que ibas a estudiar en mi clase, después de esa noche de copas y de sexo desenfrenado, casi me da un infarto cuando te vi por primera vez entrando a mi salón de clase.
— En cambio yo, si sabía quien eras tú, desde hace mucho tiempo había querido tomar clases de arte para poder estar cerca de ti. ¡Me fascinas!
— No te acerques tanto, mira que pueden vernos, aun estamos en la universidad. Además, tengo entendido según comentarios que he escuchado por ahí de algunos alumnos, que tienes novia.
—
Y suponiendo que eso fuera verdad, ¿Te molestaría?
— Bueno… la verdad es que no te voy a decir que me alegraría, pero en realidad estoy muy clara en la edad que tengo y recuerda que entre nosotros no existe ningún tipo de compromiso.
— Sí, lo sé, no tienes qué recordármelo.
— No te molestes, debemos ser realistas, además no me has dicho si los comentarios sobre tu supuesta novia son verdad.
— Bueno… sí, es una chica que conocí hace un par de meses, y nos hemos visto una que otra vez, pero mis padres quieren que me case, están locos porque les de un nieto. Es que soy el único hijo y mi padre quiere dejarme en herencia todos sus bienes, pero antes de hacerlo quiere que me case con una buena chica.
— ¿Y no pensabas decírmelo?
— Es que.. Yo.. La verdad es que yo no estoy seguro de ese compromiso, pero entiendo que hay muchas cosas que me separan de ti. Por un lado ella es una chica con la que puedo tener un hogar, hijos y todo eso que quieren mis padres. Pero yo te amo es a ti, pero también sé que tú no quieres nada en serio conmigo y que jamás me presentarías como tu pareja.
— Entiende Samuel, la hemos pasado riquísimo, tú me has hecho volar, pero debemos entender que la realidad es diferente a eso que deseamos. Y lo que no debió pasar de una noche, ya ha llegado a seis meses, de los cuales tienes dos saliendo con esa chica, y he sido la última en enterarme.
— Miranda, por favor, entiéndeme, es que yo no quería perder lo que tenemos, yo estoy enamorado de ti y tenía miedo de decírtelo.
—
Mira, mejor dejemos esta conversación hasta aquí, creo que lo mejor será no vernos más, además no es justo para esa chica, a la que estas ilusionando mientras sigues estando conmigo.
Miranda se puso un poco incómoda, a pesar de saber que al final ella no podía tener una relación formal con Samuel, ella tenía 45 años y él apenas 25, la diferencia de edad era realmente muy notoria.
Y se dio cuenta de que a pesar de estar clara desde un principio, de que solo era una relación sin ningún tipo de compromiso, el haberse enterado de la existencia de esa chica, la hicieron darse cuenta de que sentía algo por Samuel, que iba más allá del buen sexo que tenía con él.
Regresó a casa muy desconcertada.
— Hola mami, por fin llegas. Es que tengo que salir y la enfermera que cuida a papá tuvo que salir a la farmacia por sus medicinas.
— Está bien, no te preocupes, yo me encargo de él. ¿Y se puede saber a dónde vas?
— Voy a casa de un amigo, es que los padres de él me invitaron a cenar.
— ¿Cómo está eso que te invitaron a cenar? ¿Acaso te has comprometido con ese joven y yo no me he enterado?
— Mamá, solo nos estamos conociendo, así que no empieces, además recuerda que ya tengo 23 años, no soy una niña. El día que decida casarme con alguien tú vas a ser la primera en saberlo. Adiós.
— Katrina espera, no me dejes con la palabra en la boca.
Katrina salió a toda prisa sin decirle nada más a su madre. Ella era una chica muy conservadora y no le gustaba hablar mucho de sus cosas personales con Miranda. Como era única hija, su madre la sobreprotegía demasiado.
— Hola Carlos, me dijo Miranda que la enfermera fue a comprarte las medicinas. ¿Se te ofrece algo?
Carlos le hizo una seña con sus ojos mirando fijamente la jarra con agua que se encontraba al lado de su cama.
Después de aquella aparatosa caída que había tenido accidentalmente cuando forcejeaba con Miranda en plena discusión, Carlos había quedado parapléjico, no se valía por sí mismo, estaba condenado a vivir a una silla de ruedas y tampoco podía hablar.
Solo hacía algunos sonidos con su boca tratando de balbucear algunas palabras.
Para Miranda había sido una especie de castigo el tener que lidiar con su enfermedad durante casi diez años.
No quiso internarlo en ninguna clínica ya que se sentía culpable de que estuviera en ese estado tan deplorable, además vivía con el dolor de saber que su hija había presenciado aquel horrible accidente que ella lamentablemente en medio de su desesperación terminó provocando, y su hija Katrina siempre recordaba aquella escena donde prácticamente vio a su madre empujar desde el segundo piso a su papá.
Y en el fondo tenía mucho resentimiento hacia su madre ya que la creía culpable de la desgracia de su padre. Era por esa razón que no le contaba nada de lo que hacía con su vida. Solo esperaba la gran oportunidad de poder casarse para hacer su vida lejos de ella y del dolor de ver a su padre cada día muerto en vida.