Miranda estaba pálida del susto que le había causado el encontrarse con Samuel justamente allí en la cocina.
Por su parte Samuel también había pegado un brinco del susto, pero al mismo tiempo estaba emocionado de haberla encontrado, pensó que era la oportunidad perfecta para poder hablar con ella a solas.
— ¿Pero qué haces aquí Samuel en medio de esta oscuridad?
— ¡Miranda! ¡Qué casualidad! ¿No te parece? Es que vine por un vaso con agua, pero aún no conozco bien la ubicación de algunas cosas y no encontré los conectores de la luz.
— Es que se encuentran justo aquí.
— ¡No! No la enciendas.
— Pero Samuel ¿Qué haces? ¡Por favor suéltame! Nos pueden ver.
— Por favor Miranda no te vayas tenemos que hablar. Hay muchas cosas que tienes que explicarme y esta es una buena oportunidad para hacerlo.
Miranda trataba de soltarse de Samuel, sin embargo este la mantenía con los brazos alrededor de su cintura, evitando que ella pudiera escapar.
— No sabes lo que estás haciendo Samuel, no sigas cometiendo más locuras, puede bajar Katrina o Carlos y encontrarnos aquí en medio de esta oscuridad.
— Necesito que hablemos, que nos veamos en algún sitio a solas donde podamos aclarar muchas cosas que todavía no entiendo. ¿Cómo es posible que hayas vuelto con ese viejo decrépito? Tú misma me dijiste muchas veces que ya no lo amabas, y resulta que ahora hasta le has hecho creer que ese hijo que esperas es de él, cuando sabes perfectamente que es mi hijo.
— ¡ Cállate Samuel! Mira que las paredes tienen oído, además estamos cerca del área de la servidumbre, cualquiera puede escucharnos y no me quiero imaginar si Carlos llega a enterarse de que estamos aquí.
— Ese viejo no se puede imaginar que entre tú y yo existe algo, además el pobre imbécil cree que le vas a dar un hijo. Tú no puedes hacerme esto, tú sabes que yo todavía te amo y que doy cualquier cosa por volver a estar contigo.
— ¡Mentira Samuel! Sabes perfectamente que tú no amas a nadie, solo te amas a ti mismo. Además, ¿Qué me reclamas si tú te casaste con mi hija y según lo que ella ha contado, hacen el amor todos los días para que ella pueda quedar embarazada. ¿Es a eso a lo que tú llamas amor? Me dices que me amas y también lo haces con mi hija.
— Tú sabes perfectamente cuáles fueron las circunstancias que me llevaron a casarme con Katrina. Y fuiste tú misma quien no quiso tener una relación formal conmigo por tus tontos prejuicios y la diferencia de edad que existe entre nosotros.
— ¡Por favor Samuel ya basta! Sabes perfectamente que lo nuestro no puede ser desde el mismo momento en el que te apareciste aquí en mi casa para pedir la mano de mi hija. ¿O qué querías hacer? ¿Que siguiera siendo tu amante? ¡Pues ya no quiero! Y ya te lo dije muy claro, que esto se acabó definitivamente.
Miranda se había soltado de los brazos de Samuel, sin embargo este la alcanzó y la puso contra la pared susurrando a su oído mientras acariciaba su cuerpo:
— ¿Estás segura de que esto se acabó? ¿Quieres darte cuenta de que lo que estás diciendo ni tú misma te lo crees?
— ¡Samuel por favor suéltame!
Miranda no pudo hablar más porque Samuel la hizo callar clavándole un beso en la boca que sin lugar a dudas la hizo estremecer.
Al principio comenzó a forcejear tratando de soltarse ya que tenía pánico de que apareciera alguien en la cocina, o en el peor de los casos el mismo Carlos en persona.
Sin embargo Samuel estaba hambriento de ella, tenía mucho tiempo sin probar sus besos.
Miranda no pudo aguantarse y enseguida correspondió aquel beso lujurioso que la excitaba y la llevaba a perder la cabeza, era una calentura mucho más fuerte que su voluntad.
Ambos se dejaron llevar en ese momento por aquellas ganas que tenían acumuladas desde hace varios días, Samuel no dejaba de besarla, estaba dispuesto a hacerle el amor allí mismo contra todo riesgo, mientras la mantenía aprisionada contra la pared.
Comenzó a subir su mano por debajo de su bata mientras acariciaba suavemente sus caderas, ella sentía por encima de la pijama de Samuel su m*****o a punto de salir para refugiarse dentro de ella.
La calentura de ambos comenzó a dominarlos, pasando por encima de la cordura y la dignidad que definitivamente habían perdido. Samuel ya estaba a punto de penetrarla, cuando de pronto se escuchó a lo lejos la voz de Carlos llamando a Miranda, venía bajando muy despacio por las escaleras mientras se ayudaba con su bastón.
Miranda y Carlos se miraron frente a frente con los ojos abiertos llenos de angustia mientras ella le decía:
— ¡ Es Carlos! Tienes que esconderte porque si te ve aquí conmigo nos mata a los dos.
— Pero prométeme que nos vamos a ver mañana en algún sitio donde podamos hablar a solas. ¡Prométemelo Miranda!
— ¡Está bien! Te prometo que mañana te aviso a dónde podemos vernos, pero por favor vete rápido, y sal por la puerta de atrás que lleva al jardín, quedate allí hasta que te asegures que nos hayamos ido a la habitación.
— Espero que no me estés engañando, te voy a esperar mañana a las 2 de la tarde en el estacionamiento de la universidad donde nos veíamos antes, no me falles.
— Está bien, pero por favor termina de irte que ya debe estar Carlos por entrar a la cocina.
Samuel salió a toda prisa de la cocina, mientras Miranda se cerraba el camisón y se arreglaba un poco el cabello , ya que Samuel la había despeinado toda.
Abrió la nevera y sacó lo primero que encontró, no podía evitar que sus manos temblaran de la angustia y los nervios que sentía de tan solo imaginarse que Carlos llegara a sospechar que ella había estado allí con Samuel.
Aún se mantenía a oscuras y de pronto se encendió la luz y se escuchó cuando este dijo:
— ¿ Pero se puede saber por qué estás aquí en la cocina a oscuras? ¿ Y por qué te has tardado tanto en subir?
— ¡ Ay por Dios! Me asustaste.
— ¿Por qué estás sudando y estás tan agitada?
— Ya te dije que me asustaste. ¿O acaso también tengo prohibido asustarme?
Carlos miraba a su alrededor tratando de corroborar que Miranda le estuviera diciendo la verdad, sin embargo, aparentemente no había nada sospechoso que pudiera hacerle ver que había estado Samuel allí.
— ¿ Y no era que venías a buscar un vaso de leche?
— ¡Claro! Te dije que a eso venía.
— Pero esa jarra que tienes en las manos tiene jugo de naranja. Y hasta donde yo se, tú no tomas ese jugo de noche porque te produce acidez.
— ¡Ay qué tonta soy! La verdad es que no me di cuenta cuando abrí el refrigerador. Pero creo que ya no voy a tomar nada, la verdad es que me siento muy cansada y solo quiero ir a dormir.
— ¿De verdad no te pasa nada amorcito? No sé, es que te noto muy nerviosa. ¿Acaso estabas hablando con alguien y no me quieres decir?
— ¡Por supuesto que no! Ya deja de ver fantasmas donde no los hay. Además, si es lo que te estás imaginando, sería incapaz de hacer algo que perjudicara la felicidad de mi hija. Ya deja de decir boberías y vámonos a dormir.
— Muy bien, vamos a nuestra alcoba pero no precisamente a dormir amorcito.
Miranda sentía un gran rechazo cada vez que estaba cerca de Carlos, le provocaba una enorme repulsión y más ahora que había estado a punto de entregarse de nuevo a Samuel. Sin embargo, para sacarlo rápido de allí, no dijo nada a su comentario, lo unico que quería era darse prisa para que Carlos no se diera cuenta de que Samuel se encontraba escondido en el jardín.
Mientras tanto, Samuel se cercioró de que Miranda y Carlos salieran de la cocina, para subir lo más rápido posible a su habitación, ya que pensó que Katrina no tardaría mucho en bajar a buscarlo, en vista de que se había tardado demasiado.
— ¡ Cariño! ¿Pero no me digas que te perdiste buscando la cocina? Me tenías preocupada, ya iba a bajar a buscarte.
— No, lo que pasa es que salí a caminar un rato por el jardín, estaba un poco acalorado y necesitaba pensar.
Katrina enseguida se levantó de la cama y se acercó a él para besarlo.
— ¿Pero qué te pasa mi amor? ¿Acaso no quieres que te bese?
— No es eso Katrina, es que es muy tarde y estoy muy cansado.
— Pero estás bañado en sudor y muy agitado. ¿Estás seguro de que te sientes bien?
— Sí, ya te dije que solo es que me siento un poco acalorado y además es mi primera noche aquí y la verdad es que no me siento cómodo. Creo que es cuestión de costumbre. Mejor iré a darme una ducha de agua fría para que se me quite esta calentura que tengo.
Katrina lo miraba con el ceño fruncido mientras pensaba:
“Creo que fue una mala idea el venirnos a vivir a casa de mis padres, Samuel está muy distraído. Tal vez si hablo con mamá ella me puede ayudar con él. Al fin y al cabo fue su alumno por mucho tiempo, ella debe conocerlo muy bien. Tal vez sí ella habla con él pueda convencerlo de que esto será solo temporal. “
Samuel se metió en la ducha y dejó que el agua fría cayera por su cuerpo, sentía que se iba a volver loco con todo lo que estaba sucediendo. Estaba consciente de que lo que sentía por Miranda solo era una atracción s****l. No podía explicarse cómo era posible que una mujer fuera capaz de hacerle sentir cosas que ninguna otra había podido lograr, ni siquiera Katrina a pesar de sentirse enammorado de ella.
Era como una especie de adicción a algo que sabía que le hacía daño y que estaba totalmente prohibido, pero que al mismo tiempo le producía un placer infinito.
Cerró los ojos mientras sentía el agua cayendo sobre su rostro, pero de pronto sintió que Katrina lo abrazó inesperadamente.
Ella se despojó de su ropa y se metió debajo de la ducha con él, no quería darse por vencida porque estaba muy enamorada de él y lo único que deseaba era que le hiciera el amor. Quería quedar embarazada.
Samuel abrió los ojos de repente y se asustó al verla allí bajo la ducha junto a él.
No se dijeron una sola palabra, él solo la miró y la agarró con fuerza pegándola contra la pared, cerró los ojos y comenzó a besarla, de alguna manera quería desahogar toda esa pasión que le había hecho sentir Miranda, pero que no había podido sacar.
Besó a Katrina como nunca antes lo había hecho, mantenía los ojos cerrados imaginándose que en lugar de ella estaba con Miranda.
Katrina por su parte estaba sorprendida de ver la pasión con la que le hacía el amor. La penetró con todas sus fuerzas mientras montaba su pierna sobre su cadera.
No paraba de besarla de la misma forma como hace unos momentos lo había hecho con Miranda.
No quería abrir los ojos, solo quería dejarse llevar por ese deseo que lo estaba volviendo loco y que lo hacía convertirse en un hombre totalmente despreciable al llevar a cabo sus bajos instintos sin pensar en las consecuencias que esto iba a traer más adelante.
(…)