Miranda estaba totalmente a punto de explotar, lo que pretendía hacer Carlos, era definitivamente algo aberrante y ella no estaba dispuesta a continuar más con su juego.
— Carlos tú no puedes hacer eso.
— ¿Por qué no lo puedo hacer? ¿Acaso no quieres ayudar a tu hija y a Samuel en este momento de crisis por el que están pasando?
— ¿Mamá acaso no quieres que Samuel y yo vengamos a vivir a esta casa?
Miranda se sentía entre la espada y la pared, miraba a Carlos con mucho odio ya que estaba logrando lo que se había propuesto. Por su parte no podía quedar mal ante su hija y dejar que esta creyera que no quería brindarle su apoyo, así que no le quedó otra alternativa que aceptar la propuesta de Carlos.
— Hija por favor no es lo que tú estás pensando, solo que creo que una pareja recién casada siempre necesita tener más privacidad, pero en realidad no tengo ningún inconveniente en que vengan a vivir a esta casa.
— No te preocupes por eso mamá, además será por muy poco tiempo, porque apenas salga embarazada de Samuel, todos nuestros problemas se habrán terminado.
Samuel permanecía callado, estaba muy contrariado con todo lo que había generado su visita a esa casa. Se sentía al igual que Miranda en un callejón sin salida, ya que no tenía un solo centavo en el banco para poder mantener a su familia, y de no aceptar la propuesta de Carlos, terminaría perdiéndolo todo, especialmente la mansión que por generaciones estuvo siempre en su familia.
Pero al mismo tiempo pensó:
“Si nos quedamos en esta casa no voy a poder aguantar querer estar cerca de Miranda, luce tan hermosa. Además, no puedo creer que se haya reconciliado con ese viejo tan feo de Carlos. A pesar de que siento que me estoy enamorando de Katrina, en el fondo no puedo sacarme de la cabeza a Miranda, la deseo con todas mis ansias. Esto es algo que no puedo evitar sentir, es mucho más fuerte que yo”.
Carlos al ver tan pensativo a Samuel, no dudó en preguntarle:
— ¿Y qué te pasa Samuel? Estás muy pensativo, no me digas que tampoco estás de acuerdo con mi propuesta.
— No se trata de eso Señor Carlos, al contrario, creo que voy a aceptar lo que me está proponiendo, pienso que es lo mejor por los momentos porque no quiero que Katrina pase trabajo. Además, cuando ellas salga embarazada, todos nuestros problemas económicos se resolverán.
— ¡Muy bien! Entonces no se diga más, traigan sus cosas cuando quieran, Miranda se encargará de acondicionarles una de las mejores habitaciones de la casa. ¿No es así amorcito?
Con una sonrisa fingida contestó:
— Sí, por supuesto.
Katrina y Samuel fueron a la mansión a buscar todas sus cosas y a darle la noticia a Ámbar. Por su parte Miranda al quedarse a solas con Carlos no pudo aguantar toda la presión que tenía por dentro y estalló por completo:
— ¿Hasta cuándo me vas a seguir atormentando con tu estúpida venganza? Esto que has hecho es demasiado aberrante. ¿Cómo pretendes que vamos a vivir todos juntos en el mismo techo? ¿Acaso te has vuelto loco?
— Necesito que te calmes, te dije claramente que no iba a descansar hasta hacerle pagar a ese cínico de Samuel el haberse metido con mi mujer. Así que lo mejor que puedes hacer es ir arreglando la habitación en donde van a quedarse a partir de mañana. Sabes perfectamente que no estás en condiciones de exigir nada. Más bien agradece que no te echo a la calle, o peor aún, que no te envío a la cárcel por haber intentado asesinarme.
Miranda se quedó llorando en medio de la sala, mientras Carlos subía a la habitación.
Sandra que aún se encontraba escondida detrás de las cortinas, al ver a Miranda sola, no pudo aguantar acercarse, tenía mucha curiosidad por saber cómo se encontraba después de la decisión que acababa de tomar Carlos. Su única finalidad era verla sufrir, estaba muriendo de los celos desde que él se había ido a dormir a la misma habitación que Miranda.
Al ver a Sandra parada enfrente de ella, se secó las lágrimas rápidamente y le dijo:
— ¿Se puede saber qué haces aquí?
— La escuché llorando y vine a ver si se le ofrecía algo.
— No se me ofrece nada, así que puedes retirarte.
Sandra le dio la espalda y cuando estaba a punto de salir de la sala, Miranda enseguida la llamó:
— ¡Espera Sandra!
— Dígame señora.
— ¿ Hasta cuándo vas a permanecer viviendo aquí en mi casa? Como te habrás dado cuenta, Carlos está completamente curado y ya no necesita de una enfermera.
— Sí, es verdad. Sin embargo, el Señor Carlos me pidió que me quedara para que fuera su asistente personal y así no dejarme sin empleo.
— Pero yo no estaba enterada de eso. ¿Se puede saber cuándo tomó esa decisión que no me lo participó?
— Fue hace poco, pero puede preguntárselo a él. ¿ Necesita algo más?
— No, puedes retirarte.
— Muy bien, con su permiso señora. ¡Ah! Se me olvidaba otra cosa.
— ¿Ahora qué quieres Sandra?
— Quería felicitarla por su embarazo. Ya veo que el Señor Carlos se recuperó extremadamente bien.
Miranda no le contestó, dio La media vuelta y subió las escaleras a su habitación dejando a Sandra con la palabra en la boca.
Sandra se quedó mirándola con una sonrisa malévola mientras pensaba en voz alta:
“mi paciencia se está agotando y ya no pienso seguir manteniendo oculta a mi hija, ella también tiene derecho a vivir en esta casa y disfrutar de toda la fortuna de Carlos, y más ahora que supuestamente la víbora de Miranda le va a dar un hijo.”
(…)
Al día siguiente….
Había llegado la noche, Katrina y Samuel ya se encontraban instalados en la mansión, por su parte Ámbar, no había estado de acuerdo al principio, pero al igual que su hijo, mantenía la esperanza de que Katrina saliera embarazada.
Era la primera noche que iban a dormir alli, Katrina era la más feliz de todos, ya que como estaba ajena a todo lo que estaba pasando y no se daba cuenta de nada, solo quería disfrutar de la compañía de Samuel.
— ¿Verdad que está hermosa la habitación que mi madre nos arregló?
— Sí, es muy bonita. —le respondió Samuel friamente.
— ¿Pero cariño qué te pasa? Ya quita esa cara. Deberías estar contento porque ya no tendrás que preocuparte por el dinero por un buen tiempo.
— Entiende Katrina, no es fácil tener que vivir aquí en casa de tus padres, la verdad es que no me siento muy cómodo con esto.
— Tranquilo cariño, yo voy a hacer que se te quite todo ese mal humor que tienes, mira lo que me puse especialmente para ti.
Katrina se paró enfrente de él y se quitó la bata que tenía puesta encima del camisón, se veía realmente hermosa.
Era un camisón de tela transparente que hacía ver claramente todos sus encantos.
Se acercó a Samuel tratando de seducirlo, sin embargo, este enseguida la apartó diciendo:
— ¡ No Katrina! Por favor aquí no.
— ¿Pero qué estás diciendo? ¿Qué quieres decir con que aquí no?
— Esta es la casa de tus padres y por más que sea me siento incómodo, además pueden escucharnos y no quiero que piensen que somos unos pervertidos cuando apenas estamos pasando la primera noche aquí.
— ¡Un momento! ¿Estás hablando en serio?
— ¡Sí, muy en serio!
— ¿Acaso te estás escuchando Samuel? ¿Me estás queriendo decir que mientras estemos viviendo en casa de mis padres no vamos a hacer el amor?
— No he dicho eso Katrina, es que hoy es el primer día que pasamos la noche aquí, por más que sea no quiero que tus padres tengan una mala imagen de nosotros. En fin, la verdad es que no me siento de humor en estos momentos para hacer el amor.
— ¿ Se puede saber cómo pretendes que quede embarazada si no hacemos el amor? Desde que nos casamos lo hemos hecho casi todos los días del mundo, y nada que salgo embarazada. Entonces imagínate si viviendo aquí vas a ponerte apático, no vamos a tener un hijo nunca.
La verdad de todo esto, era que Samuel no dejaba de pensar en Miranda. El estar viviendo bajo su techo y saber que la habitación estaba a tan solo unos pasos de la de ella, lo tenían realmente muy contrariado.
Además el saber que efectivamente estaba durmiendo en la misma habitación con Carlos, lo tenían totalmente fuera de control. Tenía sentimientos encontrados, ya que por un lado sentía que estaba enamorándose de Katrina, pero por otra parte tenía a Miranda metida en su cabeza recordando constantemente todas las veces que había estado con ella.
Además ahora que estaba más cerca de ella, no podía soportar la idea de imaginarse que ella estuviera en ese momento en los brazos de Carlos.
— ¡ Ya basta Katrina! La verdad es que no quiero que terminemos discutiendo, es mejor que nos vayamos a dormir, mañana será otro día.
— ¿ Pero a dónde vas Samuel? Me acabas de decir que nos vayamos a dormir y ahora vas a salir de la habitación. ¿Se puede saber a dónde vas?
— Voy a bajar a la cocina por un vaso de agua.
— ¡ Yo te acompaño!
— ¡No Katrina! No es necesario, tú ve a dormir, no me tardaré sino un minuto. Necesito estar solo por un momento.
A Katrina no le quedó otra alternativa que dejarle espacio a Samuel para que se calmara y poco a poco se fuera adaptando a vivir en esa casa.
Por su parte Miranda se encontraba en la habitación con Carlos, él a punto de ir a darse una ducha.
Sin embargo, ella al igual que Samuel no lograba conciliar el sueño. Así que se levantó de la cama se colocó su bata encima de la pijama y se dirigía a salir de la habitación.
— ¿ A dónde vas Miranda?
— Voy a la cocina por un vaso de leche porque no puedo dormir. ¿Acaso también me vas a prohibir que camine libremente en mi propia casa?
— No, sino que me extraña que salgas a esta hora de la habitación. Pero no es necesario que bajes, yo puedo llamar a la sirvienta y decirle que te traiga el vaso de leche hasta aquí.
— ¿Vas a llamar a la sirvienta a esta hora de la noche para que solo me suba un vaso de leche? ¿Hasta dónde pretendes llegar con tu paranoia? ¡Es el colmo!
— Está bien, ve tranquila. Solo no te demores amorcito, porque esta noche quiero que por fin podamos estar juntos.
Aprovechó que Miranda había bajado a la cocina por el vaso de leche, para él darse una ducha y prepararse para cuando ella regresara. Estaba deseoso de volver a tenerla entre sus brazos.
Por su parte Miranda estaba llegando a la cocina pero las luces estaban apagadas.
Al entrar allí se tropezó frente a frente con Samuel que no se había percatado de la presencia de ella en vista de la oscuridad.
Como él no sabía dónde se encendía la luz, había permanecido allí a oscuras mientras se servía el vaso con agua, realmente no quería regresar a la habitación con Katrina, no se acostumbraba a tener que vivir en esa casa.
Ambos se tropezaron y Miranda pegó un grito del susto ya que lo último que se hubiera imaginado era encontrarse con Samuel.
— ¿Samuel? ¿Pero qué haces aquí?
(...)