La otra hija

1282 Words
Mientras tanto en la habitación de Miranda… — ¿Y no te vas a acostar? Me dijiste en la cocina que tenías mucho sueño. — Es que tengo algo de calor y no quiero acostarme todavía. — ¿Hasta cuándo vas a seguir evadiéndome? Te dije que hoy quiero hacerte el amor como antes. Quiero estar contigo Miranda, con mi esposa, la mujer que tanto amo. Carlos se acercaba cada vez más a Miranda tratando de convencerla de la mejor manera posible para que accediera a estar con él. Pero ella no dejaba de pensar en lo que acababa de ocurrir en la cocina con Samuel, y que además le había prometido encontrarse al día siguiente con él, en el mismo sitio de siempre para poder hablar sobre lo que estaba pasando con su embarazo. Carlos comenzó a besarla por el cuello mientras ella cerraba los ojos ya que no soportaba sentirlo cerca de ella. El escuchar su respiración acelerada cerca de su oído y sentir sus besos húmedos por su cuello, le producían una gran repulsión de la que ya no podía aguantar más. — ¡Suéltame! Te dije que no quiero estar contigo. — empujó a Carlos haciendo que este cayera sentado en la cama, estaba furioso ya que sabía que ella no quería estar con él porque en el fondo en quien pensaba era en Samuel. Se levantó de la cama con mucho coraje y luego la tomó por el brazo lanzándola sobre la cama, mientras se tumbó encima de ella tratando de forzarla a que estuviera con él. Le rompió el camisón dejando sus pechos expuestos, Miranda intentaba quitárselo de encima, pero sin embargo tenía una fuerza que la dominaba, parecía que estuviera poseído, estaba ciego de la rabia y del deseo que sentía por estar con ella. — ¡Suéltame! Te dije que no voy a estar contigo, me das asco entiéndelo de una buena vez. Las palabras de Miranda pasaban por encima de Carlos sin ningún tipo de importancia, él solo estaba enfocado en hacerla suya a la fuerza, sentía que ya había aguantado demasiado y que había llegado la hora de que Miranda volviera a ser su mujer. Estaba tan ansioso de estar con ella que tenía una fuerza tan grande que hizo que pudiera dominarla por completo mientras la penetraba violentamente, se encontraba demasiado excitado y solo quería poder estar dentro de ella y saciar esas ganas acumuladas que llevaba aguantando durante años. Miranda lloraba desesperada, mientras trataba de evitar gritar para que nadie pudiera escucharla, sabía que si Samuel llegaba a enterarse de que Carlos la estaba obligando a estar con él, las cosas podían empeorar y terminar en tragedia. Llegó un punto en el que ya no pudo hacer nada y solo se quedó acostada dejando que Carlos siguiera moviéndose dentro de ella hasta que terminara de hacer su acto bochornoso que la estaba haciendo sentir miserable, mientras que él se veía con una sonrisa en su rostro lleno de satisfacción de haber logrado lo que tanto anhelaba. Miranda tenía la mirada fija en un punto de la pared mientras sus lágrimas corrían por su rostro, Carlos gemía de placer al son de sus movimientos hasta que por fin llegó al clímax, quedándose encima de ella por unos segundos mientras reposaba todo el cansancio que le había causado hacerla suya a la fuerza. Luego se levantó mientras se tapaba con la sábana y le dijo a Miranda: — Esta es la primera de muchas noches que vas a ser mía. Miranda cuando se sintió por fin libre de Carlos, se levantó corriendo y se metió al baño cerrando la puerta con llave y dejándose caer en el piso mientras lloraba desconsolada sintiéndose demasiado sucia y humillada. Lamentablemente había ocurrido lo que tanto ella había evitado, no sabía qué hacer, estaba muy enamorada de Samuel, la atracción que sentía por él no era solamente sexo, ella estaba segura de que lo que sentía por él era un amor verdadero. Pero de lo que no estaba enterada aún, era de que Samuel había comenzado a enamorarse de su hija Katrina. Se metió a darse una ducha como si el agua pudiera limpiar las huellas que había dejado Carlos en su piel. (…) Al día siguiente… — ¿A dónde vas Miranda? No me dijiste que pensabas salir. — Tengo que hacer unas cosas en la universidad, recuerda que tengo días que no voy a dar clases y ayer me llamó el rector para preguntarme si aún iba a continuar en mi puesto. — Pero no me comunicaste nada de eso. Aunque no importa, de igual forma yo te voy a acompañar. — ¡Carlos por favor! Necesito hacer mi vida y no quiero que me estés vigilando a todas partes que voy. ¿Acaso no fue suficiente con lo que me hiciste anoche? — Estoy seguro que lo disfrutaste tanto como yo porque te quedaste tranquilita y no dijiste absolutamente nada. — No sé hasta dónde va a llegar tu maldad y tu cinismo, pero necesito que me dejes respirar. — ¡Miranda! ¡Miranda no te vayas¡ Espera te estoy hablando. Miranda salió a toda prisa antes de que Carlos siguiera insistiendo en ir con ella, se acercaba la hora de encontrarse con Samuel en el lugar de siempre y era la única oportunidad que tenía para poder hablar con él y explicarle lo que estaba sucediendo. Cuando Carlos estuvo a punto de poder alcanzarla antes de que se subiera al auto, justo en ese momento apareció Sandra. — Carlos necesito hablar contigo. — Ahorita no puedo, tengo que ir tras Miranda. — Pues lo siento pero ya no puedo seguir esperando, quiero que sepas que nuestra hija se encuentra aquí en la mansión. Cuando Carlos escuchó a Sandra decirle eso, enseguida desistió de intentar seguir a Miranda, la miró con el seño fruncido y con una expresión que daba miedo, se acercó a ella y le apretó por el brazo mientras le decía: — ¿Pero qué barbaridad estás diciendo? ¿Cómo que Eloísa se encuentra aquí? ¿Acaso te volviste loca? — ¡No! ¡Claro que no! Solo estoy cansada de ser una sombra en tu vida. Y te lo dije claramente, que si no tomabas una decisión de divorciarte de Miranda y darle a nuestra hija tu apellido, iba a gritar a los cuatro vientos toda la verdad de nuestra relación y que además tenemos una hija. — ¿Dónde está? ¿Dime dónde la tienes? — Está en mi habitación y está esperando a que tú personalmente la presentes ante todos como tu hija. — ¡Ni se te ocurra! En estos momentos nadie puede enterarse de que tenemos una hija. Pero en ese momento se escuchó una voz que dijo: — ¿Y hasta cuándo vas a seguir ocultándome papá? — ¡Eloísa hija! Justo en ese momento venía bajando las escaleras Katrina, y no hubo tiempo de que Eloísa pudiera salir de la sala. Carlos estaba pálido mientras que Sandra tenía una sonrisa de satisfacción en su rostro en vista de que estaba a punto de saberse toda la verdad. Katrina de la forma más ingenua preguntó: — Hola, ¿Y ella quién es papá? Carlos miraba a Eloísa y al mismo tiempo a Sandra, no sabía qué responderle a Katrina, un escalofrío invadió su cuerpo mientras trataba de pensar cómo podía explicarle a su hija que tenía una hermana prácticamente de la misma edad que ella. Fue un momento de mucha tensión en el que tanto Eloísa como Sandra, se mantenían calladas esperando la respuesta que iba a dar Carlos a su hija. (…)

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