Soy la amante del prometido de mi hija

Un beso a la fuerza

Miranda estaba tan asombrada como Sandra, con la diferencia de que la supuesta enfermera de Carlos sabía perfectamente cuál era su condición física y mental, en cambio para Miranda había sido realmente una sorpresa que después de tantos años Carlos pudiera hablar a pesar de todos los diagnósticos que habían dado los médicos, en donde no daban esperanzas a que pudiera volver a tener una vida normal.

— Quiero saber qué es lo que está pasando Sandra, ¿Cómo es posible que Carlos haya podido hablar? ¡Explícamelo! O mejor explícamelo tú ya que has tenido la osadía de levantarte de esa silla de ruedas después de tantos años.

— Señora Miranda, estoy tan sorprendida como usted, la verdad es que no sabía que Carlos pudiera hablar y mucho menos pararse de su silla. Pero tranquila inmediatamente lo regreso a su habitación.

— ¡Espera! No he terminado de hablar, quiero que alguien me explique lo que está sucediendo aquí.

Carlos enseguida contestó ya que no estaba dispuesto a seguir manteniendo oculto lo de su recuperación, y mucho menos después de que Miranda le había dicho en su propia cara que tenía un amante. Con algo de dificultad le dijo a Miranda:

— Quiero hablar a solas contigo Miranda.

Ella lo miraba impresionada ya que no podía asimilar que después de tanto tiempo deseando verlo morir, ahora tenía que soportar verlo totalmente recuperado.

— Pues yo también quiero hablar contigo, hay muchas cosas que tienes que explicarme Carlos.

— Pero señora es mejor que me lleve al Señor Carlos a su habitación para que descanse un poco, el médico dijo que….

— ¡No me interesa lo que haya dicho el médico Sandra! Quiero hablar con mi esposo a solas porque hay muchas cosas que debemos aclarar él y yo. ¿Te importa dejarnos solos?

— Por supuesto que no señora, como usted diga. Cualquier cosa estaré en la sala atenta.

Sandra estaba muy molesta con Carlos ya que había roto el acuerdo al que habían llegado, no era el momento de que Miranda supiera la verdad sobre su recuperación, además de sentirse en el fondo celosa porque sabía que él todavía estaba enamorado de Miranda y ella aún no le había contado sobre la relación que tenía con Samuel.

No le quedó otra alternativa que dejarlos a solas y esperar el momento indicado para poder hablar con Carlos.

— ¿Desde cuándo puedes hablar y caminar? ¡Dime! ¿Hasta cuándo pensabas ocultármelo?

— Quería darte una sorpresa eso es todo. — decía con mucha lentitud pero sin embargo, lo que decías entendía a la perfección.

— Siento que tú y esa enfermera me han visto la cara en todo este tiempo, te has burlado de mí durante toda la vida y aún enfermo lo ha seguido haciendo. ¡Eres un degenerado! No sabes cuánto te odio.

— Sé cuánto me odias porque durante todos estos años te has encargado de restregármelo en la cara. Pero ahora solo quiero saber ¿Con quién te estás acostando a mis espaldas?

Miranda caminó hacia él y se agachó para decirle muy cerca de su rostro:

— Eso no te lo voy a decir jamás, solo quiero que sepas que tengo un amante desde hace mucho tiempo y me ha hecho el amor como jamás tú lograste hacerlo.

Para sorpresa de Miranda, de forma inesperada Carlos en un impulso a causa de la rabia y el coraje que sentía en ese momento, la tomó por el cabello y la acercó hacia él, besándola sin que ésta pudiera apartarse ya que la jalaba fuertemente, mientras ella intentaba soltarse.

Ella se sentía asqueada ya que no soportaba tener cerca a Carlos y mucho menos en las condiciones en las que estaba, después de mucho esfuerzo logró soltarse de él empujándolo fuertemente mientras le decía furiosa:

— ¡Suéltame asqueroso! ¿Pero cómo te atreves a besarme? ¿Acaso no te das cuenta que me das asco? Eres un despojo de persona, estás completamente demente si pretendes que yo voy a regresar contigo. ¡Eres un asco de hombre! ¡No se te ocurra volver a tocarme!

Carlos se sintió muy impotente y además ofendido, Miranda se había encargado de herir su orgullo de hombre y en ese momento lo único que hizo fue gritar el nombre de Sandra:

— ¡Sandra! ¡Sandra!

Sandra al escuchar los gritos de Carlos subió rápidamente las escaleras hasta llegar a la habitación muy exaltada, pensó que tal vez había tenido alguna recaída y ella no quería que nada malo le pasara ya que eso estropearía los planes que ambos tenían para vengarse de Miranda.

— ¿Qué pasó? ¿Todo está bien?

— ¡Sácame de aquí! Quiero ir a mi habitación, no me siento bien.

— Sí, llévate a este pervertido lejos de mi vista. — dijo Miranda mientras se cubría con la bata.

Sandra enseguida ayudó a Carlos a salir de la habitación, ingresaron al elevador mientras Miranda fue corriendo al baño a vomitar, estaba furiosa y sentía mucho asco del beso que le había dado Carlos después de tanto tiempo.

Sandra por su parte cuando llegaron a la habitación cerró la puerta con rabia y lo enfrentó:

— ¿A qué estás jugando Carlos? ¿Por qué tenías que descubrirte ante Miranda? Ese no era el plan, has faltado a la promesa que me hiciste de vengarnos de ella juntos, sabes perfectamente que habíamos acordado descubrir todo cuando estuvieras completamente recuperado. ¿Qué fue lo que pasó para que te atrevieras a hacerlo sin decirme nada?

— ¡Déjame en paz Sandra! Y dame mi medicina porque no me siento bien.

— Toma aquí tienes el agua para que te tomes la pastilla. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué Miranda estaba desnuda enfrente de ti? ¿Puedes explicarme eso? ¿Es que acaso ya recuperaste la sensibilidad en esa parte de tu cuerpo?

— ¡Ya basta Sandra! Pareces una celopata.

— ¿Entonces qué hacía Miranda desnuda? O mejor dicho, ¿Qué hacías tú en la habitación de Miranda? Porque desde que estoy cuidando de ti jamás habías usado el elevador para subir a su habitación.

— Quería hablar con ella eso es todo, y como no estabas subí al elevador, porque como comprenderás no puedo seguir dependiendo de ti para movilizarme dentro de mi propia casa. Y cuando llegué allí ella acababa de salir del baño y estaba desnuda.

— Pero te quedaste mirándola, ¿Acaso sigues enamorado de esa zorra sinvergüenza?

— ¿Pero por qué la llamas así Sandra? Entiendo que Miranda es una mujer bastante fuerte de carácter, pero tampoco tienes que ofenderla, recuerda que durante muchos años la engañé contigo.

— ¿Y a ti se te olvida que fue por culpa de ella que tú has pasado todos estos años postrado en esa silla de ruedas? Y es gracias a mí que te has recuperado, porque de lo contrario estuvieras echado en una cama en estado vegetal. Te recuerdo que ella no quería que hicieras ningún tratamiento para recuperarte, fui yo quien te rescató de su maldad.

— Claro que lo sé Sandra, y también te agradezco todo lo que has hecho por mí, pero debes entender que ella aún es mi esposa y sea como sea le debo respeto.

— ¡Ja! ¿Respeto? Esa mujer no se merece el más mínimo de respeto después de lo que te está haciendo.

— Si te refieres a su amante, me lo acaba de decir. Además es comprensible que teniendo un esposo incapacitado durante tantos años era lógico que se buscara un amante.

Sandra llena de rencor y coraje hacia Miranda, no pudo aguantar un minuto más sin decirle la verdad de todo a Carlos, aunque eso significara arriesgarse a que él pudiera tener una recaída en vista de lo impactante de la noticia.

— ¿Y te dijo quién es su amante? ¿Te dijo toda la verdad?

— ¿Entonces sabías que Miranda tiene un amante y no me lo habías dicho?

— Siempre supe que tenía un amante, pero no sabía de quién se trataba si no hasta ayer que lo vi entrar en esta casa.

Carlos puso una expresión de asombro ya que no podía creer que Miranda fuera capaz de meter en su propia casa a su amante, para él era un golpe muy bajo ya que era un machista narcisista, acostumbrado a que el hombre era quien tenía derecho a ser infiel.

— ¿Qué estás diciendo? ¿Miranda se ve con su amante aquí en mi propia casa? ¿Y quién es? ¿Cómo es?

— Ya tú sabes quién es y cómo es, porque para tu desgracia ya lo conoces.

Carlos totalmente exaltado con lo que le estaba contando Sandra, se acercó a ella en su silla de ruedas mientras la agarraba por el brazo fuertemente y le decía lleno de coraje:

— ¿Dime quién carajos es? ¡Dímelo!

(…)