— Muy bien te lo voy a decir… ¡Total! Tarde o temprano te vas a enterar, el amante de Miranda es Samuel, el esposo de tu hija.
Carlos abrió los ojos totalmente impactado, no podía asimilar lo que Sandra acababa de decirle, comenzó a temblar cosa que la alarmó demasiado. Ella inmediatamente se acercó a él mientras le decía preocupada:
— ¿Te sientes bien? ¿Dime que tienes? ¡Por favor Carlos habla!
— Eso no puede ser verdad, me estás diciendo todo esto solo por el odio que le tienes a Miranda. Has llegado muy lejos Sandra.
Sandra llena de coraje y mucha impotencia en ver la negación de Carlos, se acercó a él y mirándolo a los ojos le dijo:
— No te estoy mintiendo, y si no quieres creerlo, yo te lo puedo demostrar, descubrí a Samuel entrando a la habitación de Miranda el mismo día de la boda y como me pareció muy extraño lo seguí, y para mi sorpresa estaba en su habitación haciendo el amor con ella. Si quieres la puedes enfrentar y verás que no va a tener otra alternativa que decirte la verdad, te darás cuenta que todo lo que te he dicho es cierto.
— ¡Mentira! Eso tiene que ser una absoluta mentira, Miranda no sería capaz de hacerle semejante barbaridad a nuestra hija.
— Lamento decepcionarte Carlos, no quería decirte nada porque tenía miedo de que esto afectara tu recuperación, pero ya veo que te enfocas en creer que es una mentira. Miranda no es la mujer que tú crees, en realidad es una víbora.
— ¡Dios mío! Es que pienso en mi pobre hija y no puedo entender cómo es posible que Miranda haya sido capaz de cometer algo tan bajo como esto.
— ¿Y qué piensas hacer? ¿Se lo vas a decir a tu hija?
— ¡No! Pienso usar esto a mi favor para vengarme de Miranda. Ella misma me ha puesto todo en bandeja de plata para tenerla en mis manos y hacer con ella lo que se me antoje.
(…)
Horas después….
Miranda había recibido una llamada de su hija notificándole sobre el fallecimiento del padre de Samuel, enseguida se cambió de ropa y bajó las escaleras a toda prisa, pero para sorpresa de ella se encontró frente a frente de nuevo con Carlos, esta vez él se encontraba de pie y apoyado al bastón.
— ¿A dónde vas con tanta prisa?
— ¿Y tú qué haces aquí en la sala y sin tu silla de ruedas?
— ¿Para qué seguir fingiendo que sigo incapacitado si ya descubriste todo? No tiene sentido seguir encerrado en esa habitación en donde tú misma me metiste. Es más, a partir de ahora me mudo a nuestra habitación como debe ser.
— ¿Qué has dicho? Es que definitivamente podrás hablar y caminar, pero estás muy mal de la mente. Yo no pienso permitir que te mudes a mi habitación. ¡Eso jamás!
— ¿Se te olvida que esta también es mi casa y que soy el dueño de todo lo que hay aquí y hasta de la ropa que llevas puesta?
— Mira Carlos, no pienso discutir eso contigo, además llevo prisa y no pienso seguir perdiendo mi tiempo con algo que ya no tiene remedio.
Miranda trató de avanzar para salir de la casa pero sin embargo, Carlos atravesó su bastón para impedirle que ella pasara cosa que la alteró demasiado:
— ¿Pero qué te pasa? ¡Déjame pasar! No vas a hacerme lo mismo de antes cuando me tenías encerrada y manejabas mi vida a tu antojo, eso ya se acabó.
— Te equivocas Miranda, aún soy tu marido y el poder económico lo tengo yo, y tú mejor que nadie sabes que sin mí quedas en la calle. Además te hice una pregunta ¿A dónde vas?
— Pues voy a consolar a mi hija porque acaba de fallecer su suegro, así que si me disculpas llevo prisa.
Miranda avanzó hacia la puerta y antes de que pudiera salir, Carlos le dijo algo que la paralizó por completo:
— ¿Vas a consolar a nuestra hija o haberte a escondidas con Samuel?
Ella volteó la mirada mientras ponía una expresión de asombro, sintió un escalofrío por todo su cuerpo y se acercó a Carlos mientras le preguntaba con los nervios a flor de piel:
— ¿A qué te refieres con eso? Explícate porque no comprendo.
— Mi pregunta fue muy clara Miranda, ¿Vas a consolar a nuestra hija o haberte con Samuel, tu amante?
Miranda palideció por completo, las manos la sentía frías como un cubo de hielo, mientras Carlos la miraba con una sonrisa llena de malicia al darse cuenta por su actitud, que Sandra tenía razón en lo que le había contado.
Ella trató de disimular su sorpresa y respiró profundo mientras le decía:
— ¿De dónde sacaste esa barbaridad? ¿Acaso la enfermedad te dio por imaginar cosas donde no las hay?
— ¡Ya lo sé todo! Así que no finjas más Miranda, ya sé que eres la amante del degenerado de Samuel. Así que no sigas fingiendo porque te sale muy mal tu teátrico.
— ¡No! Eso no es verdad, no sé qué te habrá dicho Sandra, porque estoy segura que ella es la que está detrás de todo esto, de lo contrario tú no tendrías razones para inventar algo así.
Carlos no quería meter a Sandra en el problema, además debía hacerle creer a Miranda que ya era un hecho que él estaba enterado de todo para que de una vez por todas terminara admitiendo la verdad de su relación con Samuel.
— Ya es tarde para que niegues que eres la amante del esposo de nuestra hija, en todo este tiempo que estuve recuperándome te mandé a investigar y tengo las pruebas de que lo que te estoy diciendo es la pura verdad. Ahora bien, ¿Sabes lo que pasaría si yo levanto una denuncia en tu contra por intento de homicidio? ¿Sabes qué pasaría si de pronto se me ocurre decir que intentaste matarme pero no lo lograste y en todo este tiempo me has torturado para quedarte con mi fortuna? Sin mencionar lo que pasará cuando nuestra hija se entere que eres la amante de su esposo.
— Tú no puedes hacer eso, sabes perfectamente que lo que pasó fue un accidente porque tú me estabas maltratando y yo lo único que hice fue defenderme. ¡Sería absurdo que te atrevieras a denunciarme por intento de asesinato! ¡Eso es falso! Si yo quisiera matarte lo hubiera hecho desde hace mucho tiempo. ¿No te parece?
— No lo has hecho porque Sandra me ha estado cuidando en todos estos años, pero de no haber sido así me hubieras dejado morir en ese cuartucho donde he pasado los últimos años de mi vida.
— Fue la mejor opción que estuvieras en ese cuarto en vista de que no podía subir las escaleras.
— ¿Te parece justo que me dieras el cuarto de la servidumbre? Además esta casa tiene un elevador que facilitaba mi traslado a una de las habitaciones de huéspedes si no querías que estuviera a tu lado. ¡Pero no! Te aprovechaste de mi invalidez y de que no podía hablar para tratarme como una basura. ¡Pero se acabó Miranda!
— ¿Qué piensas hacer? ¿Me vas a obligar a que duerma a tu lado? Estás completamente demente.
— No estoy demente, y para tu información a partir de hoy voy a dormir a tu lado en nuestra habitación y tú vas a cumplir con tus deberes de esposa. Por otra parte te exijo que termines esa relación aberrante con el esposo de Katrina, o de lo contrario vas a pasar el resto de tus días en la cárcel porque estoy dispuesto a denunciarte ante las autoridades por haberme provocado aquel accidente.
— Tú no puedes obligarme a que vuelva contigo, estás loco si piensas que yo voy a acceder a esto.
— Muy bien, si no lo haces en este preciso momento voy a llamar a nuestra hija y le voy a contar la clase de madre que tiene, te juro Miranda que vas a perder el amor de tu hija y además vas a ir tras las rejas sin un solo centavo. Porque voy a encargarme de que pagues todo el maltrato y el daño que me hiciste todos estos años.
Las cosas se habían puesto difíciles para Miranda, Carlos la había puesto entre la espada y la pared y no le quedaba otra alternativa que aceptar lo que le estaba imponiendo o de lo contrario iba a perderlo todo, pero en el peor de los casos también iba a perder su libertad, ya que de denunciarla por intento de homicidio y teniendo como testigo a Sandra, iba a pasar muchos años tras las rejas.
— Está bien Carlos, solo te pido que no le digas una sola palabra a nuestra hija, de igual forma ya yo había tomado la decisión de terminar esa relación con Samuel. Porque las cosas no son como tú te las imaginas, yo no sabía que Samuel era el prometido de nuestra hija y cuando lo trajo a casa ya era muy tarde.
— No tienes excusa Miranda, porque aún sabiendo que Samuel se iba a casar con nuestra hija, de igual forma tuviste relaciones sexuales con él en nuestra propia casa y el mismo día de su boda. ¿O me lo vas a negar?
— ¿Sandra fue la que te contó todo verdad? Esa malagradecida chismosa tiene que salir de mi casa inmediatamente.
— Pues te equivocas, Sandra no se va a ir de esta casa y además te recuerdo que el dueño absoluto de todo soy yo y por lo tanto, no voy a permitir que eches a Sandra la única persona que me ayudó a que me recuperara del accidente que tú provocaste. No tienes salida Miranda.
Miranda estaba totalmente paralizada mientras miraba fijamente a Carlos con los ojos llenos de lágrimas e impotente sin saber a dónde ir y mucho menos que hacer.
Sacó un pañuelo de su bolso y se secó las lágrimas mientras trataba de reponerse, estaba realmente temerosa de lo que pudiera hacer Carlos a partir de ahora y aún más cuando se enterara de su embarazo.
— Está bien Carlos, las cosas se van a hacer como tú digas pero por ahora permíteme ir al hospital porque Kasandra me pidió que fuera y ya debe estar preocupada porque no he llegado.
— Claro que vas a ir al hospital, pero conmigo, porque yo también tengo derecho de consolar a nuestra hija. A partir de ahora vamos a ser el matrimonio perfecto ante todo el mundo. ¿Me entendiste cariño?
Se acercó a ella y le dio un beso en los labios mientras Miranda trataba de aguantar el asco y la repulsión que sentía cada vez que lo tenía cerca de ella. Sin embargo, no le quedó otra alternativa que respirar profundo y aceptar el beso pero sin corresponderle.
Luego se fueron al hospital en el auto de Miranda ya que Carlos aún no podía conducir, pero Sandra que se encontraba escondida en un rincón apartado de la sala, se había quedado llorando ya que había escuchado toda la conversación de ambos.
Solo pensó en voz alta mientras veía a través de la ventana cómo se alejaba el auto:
“no te atrevas a traicionarme Carlos porque si no yo misma voy a hacer que pases el resto de tu vida postrado en una cama.”