Después de tanto llorar por sus palabras arrepentidas, Morse, lejos de su pequeña población, en la hierba alta donde comían variedades de tórtolas alimento del suelo, recordaba el pasado como todos sus conocidos en los reinos donde él hacia parte de una de las tantas historias de las que siempre estaba presenta Tahara, el amor más grande que pudo tener, la mujer que había robado su corazón. Comenzó a recordar aquél estío tan triste cuando el ser que hacia brillar sus ojos, le comentó que se había comprometido, el absurdo juego del rey Montecristo, había hecho que su hija se casara con un do nadie: un malvado ladrón de pepinos.
Ildico Fhatercul, conocido como el Rey y gobernador de todo Kailto, esposo de la difunta reina Tahara, también tenía su origen, y es que muchos no lo conocían, algunos seguían pensando que pertenecía a una familia prestigiosa y de la alta realeza, —La tierra de los hechiceros—, aunque la mayoría se había enterado de ese oscuro lado de su majestad el rey, de que era un hechicero de magia negra, seguían creyendo que al igual que su difunta esposa, era poderoso y gobernaba un reino, el cual decían que lo tenía abandonado. —¿Dónde estará el reino del rey Ildico? —era la pregunta de todos—. Pues el único ser, el cual mantuvo con él por años, era Fátima, la única que sabia de él que cualquier otro, nunca pudo escapar, ni mucho menos llevarse al pequeño Jack, solo esperaba un par de años, uno más, uno menos, para sacar todo lo que en su interior guardaba al exterior y así liberarse del demonio vivo.
Zaya, la Reina de Nafar, todas las noches al salir la luna, le hablaba a las estrellas, nadie sabía que detrás de una sonrisa feliz se ocultaba el dolor. Nunca se les dio a su pueblo por pensar qué le había ocurrido aquella noche cuando llegó llorando, ahí nació su más grande secreto, ahí nació lo perdió unos años después. Zaya había tenido una pequeña bebé, en el inicio jamás aceptó, aquél pedacito de vida era producto de una violación palabra que cada vez que recordaba a su hija, que a pesar de todo logró amar, escuchaba en su cabeza, —¿Dónde estás hija? —era la pregunta que le hacía a las estrellas. Cada vez que lloraba, sus gotas de lágrimas caían hasta volverse diamantes, aquello provocaba inmensos enigmas a “la mujer que llora”, nunca supieron que lo que creían un mito, era realidad y lo más impactado era que se trataba de su propia Reina, aún nadie lo sabía, pero tantas cosas estaban por venir, que acabaría con toda paz hasta volver todo en violencia y originar el verdadero miedo y lo que es realmente la magia negra.
Mientras caminaba por su bosque recién poblado, Zaya, siendo joven y aún inocente, observaba como crecían los árboles que había planteado con sus padres, el bosque crecía y ya empezaban a dar frutos. El lugar estaba tan oscuro que, a ella no le daba miedo en lo más mínimo, hasta sentir un rato después, cuando sintió que unos pasos seguían su sombra y que detrás de los árboles, se ocultaba alguien.
—¿Quién está ahí? Hola, ¿Hay algún ahí? —decía mientras miraba
Ignorando sus presentimientos continúo caminando, al ver que las luces del pueblo se apagaban lentamente y las puertas del castillo estaban por cerrarlas, Zaya corrió rápidamente, mientras continuaba corriendo para llegar a tiempo y que sus padres no le llamarán la atención, sintió que alguien seguía detrás de ella, así que paró de correr por un momento, se quedó quieta mirando el lugar, sentía que lo veía más oscuro que antes, y sin volver a prestarle atención a sus presentimientos extraños, volteó para seguir corriendo, en ese instante alguien le jala los pies arrastrándola por todos los arbustos, no era un animal, no era un ser normal, al parar de gritar por el miedo, Zaya, vio que aquella manos que sintió acariciaban sus piernas, eran de un hombre vestido de n***o y que al parecer tenía un hijo que reía locamente.
—¡Mátala padre! ¡Mátala! —gritaba el hijo del hombre
—Espera hijo, déjame ver quién es
El hombre apartó la cabellera de Zaya y al ver su rostro la reconoció, supo que era la princesa de Nafar, por lo que decidió no asesinarla, pero le hizo lo que generó traumas y miedo a la princesa. Aquella noche Zaya fue violada, maltratada y golpeada, después de disfrutar lo que había hecho, el hombre se puso de pie, miró a su hijo y le dijo que se fueran del bosque, más el joven se enojó y le reclamó a su padre por qué no la había matado.
—Le hice algo peor que la muerte, Ildico
—Solo escuché gritos padre
—Son el dolor de ella, ahora vámonos antes de que despierta
Los dos fueron alejándose del bosque, después de tanto correr y correr, llegaron hasta un lugar rodeado de muchas rocas y cuevas, en las que había cantidades de murciélagos revoloteando sobre ellas. Descansando un poco y riendo sobre sus hechos malvados, el señor, que tenía por nombre “Ildico”, igual que su hijo, veía como volaban los murciélagos, mientras que su hijo solo lo miraba con odio, ya que buscaban a una mujer para asesinarla y volver a la vida su madre, quién había muerto siendo devorada por unos animales salvajes.
—¿Por qué estás riendo? —le preguntó enfadado
—¿Qué sucede hijo? ¿Por qué estás enojado?
—¿Todavía preguntas papá?
—No entiendo tu reacción, Ildico
—¡Íbamos a revivir a mamá! —le gritó
—Por Dios hijo, ¿Enserio crees que matando a una mujer devolveremos a tu madre a la vida?
—Tú me lo prometiste…
—Sí pero…
—Dijiste que un cuerpo sin vida, así mi mamá entraría a ese cuerpo
—¡Te mentí! ¿Okey? Todo fue una mentira, nadie vuelve a la vida después de muerto
—¡Maldito! ¡Me engañaste! ¡Me engañaste papá! —le gritaba llorando
—Hijo, lo siento, ¿Crees que no me duele la muerte de tu madre? Yo la amaba, ya no podemos hacer nada, entiéndelo, por favor —le dijo conmovido
—Mami, ¡Mamá! ¡Mamita! —le gritaba al viento
—Ildico, por favor, entiende que…
—¡Cállate! ¡Eres un hechicero y no puedes hacer nada!
—Tú también lo eres ¿Y qué has hecho? ¡Nada! Nadie puede regresar a la vida, no en este mundo, hijo mío
—¡No me llames hijo!
—Eres mi hijo, tienes mi nombre, tienes mi apellido, como en algún día se lo darás a tus hijos
—Te odio
—Pues tendrás que borrar ese odio hacía mi, porque soy lo único que te queda y conmigo estarás siempre
Mientras miraba a su padre con odio y con ganas de hacerle daño, Zaya despertaba del golpe aquél que la había dejado inconsciente, con solo recordarlo le daban fuertes dolores de cabeza y una gran herida en el corazón, cuando vio todo su vestido manchado de su propia sangre se puso a llorar, nunca imaginó que su virginidad sería arrebatada y menos producto de una violación, de la que nació su más preciado tesoro, que también perdió unos años después, cuando se enfrentó a Carlaykil, que estaba por regresar.
Al amanecer, el sol brillaba más que nunca, su luz dio punto exacto a los ojos de Zaya, quien se había quedado dormida en el bosque de Nafar, al levantarse, se llenó de miedo, empezó a llorar otra vez, no podía creer lo que le había sucedido, para ella era algo imposible de aceptar, sin más decide caminar hasta el pueblo, al llegar, todos la quedan mirando, entre ellos se susurraban al oído: ¿Qué le pasó a la princesa?, imaginaron que la habían golpeado por la sangre en su vestido, pero solo ella sabía lo que había ocurrido, aunque más adelante se volvería noticia de primera hora, pues para nadie es secreto y tampoco decir dónde está el esposo de Zaya y por qué está embarazada.
El hombre y su hijo habían pasado la noche en aquellas rocas bajo una cueva repleta de gigantes y espeluznantes murciélagos, el joven se levantó y hambriento se fue hacer lo que solían hacer diariamente: robar pepinos.
Al llegar hasta un pequeño terreno lleno de pepinos y maíz, se tiró al suelo y comenzó a arrancar cuanto pepinos cupieran en su camisa, en ese momento vio que una flecha venía hacía él, cuando intentó esquivarla, esta le dio en su pierna, lo que lo hizo gritar y llamar al dueño del terreno del cual robaba.
—No haré este juego absurdo papá —decía la voz de una joven
—Está hecho Tahara —decía la voz de un hombre mayor
Al escuchar las voces de unas personas discutiendo, Ildico se llenó de temor e intentaba levantarse para escapar, pero el lado por donde quería correr le parecía aún temeroso y peligroso, ya que venía un anciano que al parecer era el dueño de todo el cultivo de pepinos y maíz.
—No te asustes jovencito —le dijo el señor que estaba acompañado de su hija
—¿Quién es usted? —le preguntó asustado
—Mi nombre es Montecristo, Rey del Reino Kailto
—¿Rey?
—Sí y ella es mi hija, Tahara. Hija, voltea y mira al muchacho
—No padre, ya me quiero ir a la castillo y jugar con Morse, así que no voy a ver ese chico, no quiero ver a ese…
Cuando volteó y miró a Ildico, se llenó de tanta impresión que sintió que él era el príncipe que buscaba.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó ella
—Mi nombre es Ildico Fhatercul —respondió tartamudeando
—Hoy es tu día de suerte muchacho —le dijo Montecristo
—¿Por qué lo dice?
—He aquí a mi hija, futura Reina de todo Kailto, te la daré para que sea tu esposa
—¿Qué? —reaccionó sorprendido
—¿Quién está ahí? —preguntó el anciano
—Oh, no, por favor, ayúdenme
—¿Qué te pasa? —preguntó Tahara
—Estaba robando pepinos
—¿Por qué?
—Su majestad el Rey, ¿Qué está haciendo aquí, esta mi humilde cosecha? —dijo el anciano
—Nada, solo vengo por este muchacho
—¿Estaba robando mis pepinos? Maldito ladrón
—Deje al chico quieto, ven, vámonos muchacho
Después de todo, Ildico se casó con Tahara, Montecristo le había preguntado si tenía familia, pero este al recordar que su padre le había mentido acerca de revivir a su madre, contestó que estaba solo, el Rey le dijo que ya no lo estaría, pues ahora era esposo de su hija la futura Reina y gobernadora de todo Kailto. Al cabo de un día, cuando Ildico y Tahara llegaron al castillo y él tocó la puerta, fue allí cuando Fátima lo vio y se enamoró ciegamente de él, este era el origen de Ildico Fhatercul, que llamado igual que su padre marchó un día a las piedras donde se encontraba su padre, cuando llegó se encontró con este preocupado por su ausencia, allí le contó en lo que se había convertido, su padre se llenó de emoción, pero su sonrisa desapareció ese día de la tierra, porque su propio hijo lo asesinó.
Mucho antes de varios sucesos, Morse esperaba ansioso la llegada de Tahara, bajo un árbol de manzanas tan rojas como los labios del ser que más amaba, ella le confesó que se había casado, siendo tan joven ya era una mujer comprometida a estar siempre con el hombre falso que conoció más adelante y desenmascaró. Tahara se lo dijo de la manera más contenta, jamás pensó en la reacción tan mala del joven que consideraba su mejor amigo, solo pensaba que se pondría feliz por ella, bajo aquél árbol descubrió que él moría por ella, que él la amaba y que no la veía como una hermana o mejor amiga, allí aquella amistad llegó a su fin, nunca volvieran a saber el uno del otro, hasta el día que ella murió y él rezaba en la iglesia Fer.
Morse también tenía su propia historia y al igual que los destacados, era triste, pues solo era él, nadie conocía otro ser que llevara su sangre, él era huérfano tal y como los niños que cuida, por eso su preocupación a sus muertes, aquella decisión de ser monje nació por su pensamiento negativo al no ser correspondido al amor de Tahara.
—El amor no es para mí —decía
En Fer vistió de monje, conoció a su esposa, y con el pasar del tiempo se casó con ella y tuvo a su hijo Bruno, ahora y nada más ahora, faltaban los secretos acerca de Jack, Zaya y su hija, Carlaykil y su hija, sus regresos serían como una maldición olvidada, en donde menos nadie lo esperaba, ya venía por ellos, para reclamar ella su Reino y cobrar venganza por lo que le hizo Zaya en aquella batalla, de las cuales sus hijas fueron las perjudicadas.
Zaya tras la muerte de sus padres, heredó la corona y el trono, se convirtió en la Reina de todo Nafar, pero después de enterarse que dentro de ella crecía una semilla, solo esperaba los meses para que se desarrollara por completo y abandonar el pequeño, un hombre que murió en una guerra, fue el único que la hizo recapacitar, a pesar de que había muerto, Zaya siempre tuvo sus palabras en su memoria, aquél hombre, quien era el padre Nanly, fue quien sanó su corazón y la hizo descubrir que a pesar de que su hija era producto de una violación, no tenía la culpa y que debía amarla. Desde entonces Nanly se convirtió en una buena amiga de Zaya, la ayudó con el pueblo quien la recibió como Reina y que haría que la paz estuviera con ellos para siempre, aunque estaba a punto de terminar. Zaya no estaba preparada, pero aún estaba radiante y fuerte como el día de aquella batalla, donde desapareció a Carlaykil de faz de la tierra, lo que tampoco sabía era que su hija era hermana de Fhatercul, solo Ildico conocía esto, a lo que llamó secreto, para él todo secreto y fuerte era algo que mataba, pues la verdad dolía y lo que él guardaba a sus hijos, en especial a Jack, lo dejaría sin palabras.
Después de recordar el pasado y su pasado, Mose volvió a Fer, entró a la iglesia, se arrodilló, y en su mente pedía perdón a su Dios, al rato llegó su esposa, lo abrazó, le pidió perdón y él llorando la quedó mirando.
—No hay nada que perdonar, perdóname tú a mí, perdóname —le dijo y se le arrodilló
—Te perdono, levántate, vamos, continuemos cenando
Los dos se tomaron de la mano y caminaron hasta el comedor del orfanato, olvidando los momentos que los volvían rivales y una pareja a punto de terminar.
Pasaban los días, el hambre se iba y venía, Morse estaba dispuesto a enfrentar a su mayor miedo, el cual era su Dios, quien creían lo estaba castillo por dejar de ser monje, lo que más le dolía era la forma en que la hacía, traer el hambre a Nafar fue el peor castigo y el que menos esperaba, a pesar de todo no era su Dios quien había enviado dicha enfermedad al pequeño pueblo, sino Fhatercul, quien cada noche encendía tres verlas, las cuales eran Morse, su esposa y su hijo, aunque su objetivo era asesinarlos a través de brujería, no le fue fácil, ya que el Dios al que Morse le rezaba diariamente y al que le dejaría de rezar, era más poderoso que él, por eso trajo la muerte mediante el hambre, aunque fallaba cada día, ya que moría un niño y no la familia de Morse. Sin embargo, pronto sería descubierto por el ser que sabía más de lo normal, sobre sus hazañas, planes y maldiciones.
Mientras en Kailto, después de terminar de comer, todos se levantaron y se dirigieron a sus cuartos excepto Ildico y Fátima, quienes se quedaron en la mesa para platicar, sin darse cuenta que detrás de las paredes, escucharía el pequeño Jack, varios secretos y confusiones, que lo llevarían a conocer el bosque al que su padre nunca lo llevaba, por un posible secuestro como el que sucedió hace ocho años atrás, cuando las tierras estaban plagadas y llevaba a los siervos a suicidarse.
—¿Qué es lo que quieres ahora, Fátima?
—¿Sabes que es lo mejor que has hecho hasta ahora?
—No, ¿Qué?
—Tocarme
—Ja, ja, ja, ja, ja, ¿Tocarte? Por Dios, Fátima, ya estás viejas y oxidada, mírate
—Sí, lo sé y doy gracias por eso
—¿Por qué? ¿Por qué ya no te hago el amor? ¿Por qué no te beso?
—Doy gracias que el tiempo ha estirado mi piel como cuero viejo...
—No pues sí estás vieja
—Porque esto me hace fuerte ¿Sabes? Muy fuerte
—¿Fuerte? ¿Qué no te has visto en un espejo? Estás vieja, ya eres una mujer mayor, no estás jóven, está desgastada, Fátima
—En fin no quiero hablar de mí
—¿Entonces?
—Sobre Jack
—¡Ay, por favor! Vas a revolver mi estómago con ese niño
—Es tú hijo
—No por mucho, ¿Qué es lo que quieres hablar de él? ¿Qué?
—Sobre el trato que le das
—Lo trato muy especial
—Porqué te conviene, sino no fueras lo que eres hoy en día
—¡Cállate!
—¡No me callo! Sabes que digo la verdad y te duele
—Cállate sino quieres volver al calabozo
—Hagalo y me encargaré de que todo el mundo, en especial Jack, se entere de la clase de Rey que tienen
—No me subestimes, Fátima
—No me subestimes tú a mí
—¿Qué quieres? ¿Qué quieres que haga eh? ¡Dime! ¿Qué quieres que haga?
—Que le des el trato que se merece
—Oh, Dios, Fátima, ¿Qué acaso no viste que le pedí a sus hermanos lo respetaran? ¿Qué acaso estás ciego?
—¿Y qué acaso me crees estúpida?
—Sí
—Yo sé que eso lo dijiste para hacer sentir bien a Jack, ¿Qué acaso crees que no sé que a espaldas de él lo tratas como a un animal y lo maltratas vulgarmente?
—Pues una vez mas me has descubierto, pero nada puedes hacer
—Te equivocas, recuerda que sin Jack...
—Sí, sí, sí, y sí, por culpa de la maldita de Tahara debo tener conmigo a ese gusano
—Porque tú quedarías como gobernador
—Mejor no la hubieras matado
—¡Yo no la maté!
—¿Fátima asesinó a mi madre? —reaccionó Jack sorprendido
Jack no podía creer en todo lo que escuchaba, ya estaba malentendido de que Fátima había asesinado a su madre la Reina y no había muerto por una enfermedad como le habían dicho, empezaba a hacer sus propias conclusiones, unas ciertas y verdaderas y otras que eran totalmente mentiras y que nada de eso había sucedido, pero lo que sí afirmaba y sin dudarlo, era que su padre no era lo que él creía y que realmente no lo quería y no los amaba, ahora comprendía por qué el comportamiento tan alejado con él a diferencia de Jacob y Jacok, a quienes llevaba diariamente al bosque y los llamaba hijos, porque a él solo le decía niño y lo llamaba por su nombre.
—Claro que sí la mataste, tú eres la única culpable de su muerte
—Yo no le hice nada malo y ningún daño a Tahara
—¿Ah, no? ¿Y lo que hubo entre nosotros qué? Ella murió sin saber que la mujer a la que le dió tanta confianza, se revolcaba con su marido
—¡Cállate maldito! —le gritó dándole una bofetada
Ildico se levantó, tomó su mano, y le dijo que nunca más se atreviera a ponerle una mano encima, porque sino la volvía a a encerrar en el calabozo.
—Tú me mentiste
—¿Yo te mentí? Tú decidiste estar conmigo, tú decidiste ser mi amante, tú decidiste ser mía aquella noche en el cuarto de pajas, tú decidiste amarme, o dime ¿Alguna vez te obligué?
—Yo aún te amo
—Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ¿Y cómo puedes amarme después de todo lo que te he hecho? Fátima, yo no soy sensible y creo no tener corazón
—Lo tienes, solo que es n***o, ese día que te vi, vi un ser hermoso
—Tampoco lo soy, ahora ve a la cocina y deja ya tus palabritas cursis sobre el amor y deja de mencionarme a Jack, no soporto cuando hablas de él
—Vas a escuchar su nombre todos los días, porque hasta tú mismo lo mencionas y sin su nombre en Kailto, todo lo que ves se vendría abajo, todo esto se volvería polvo y las criaturas del bosque de los pantanos vendrían esta vez por él y nunca volverías a tener todo lo que te hace un Rey