Capítulo CINCO

1016 Words
— ¿Cómo dices? — vuelve a preguntar cuando no respondo nada. — Todos te llaman ¨patrón¨ y aunque no conozco tu nombre, creo que ¨bestia¨ te va mejor. — digo en un ataque de honestidad, pero con el pánico vibrando en mi cuerpo. — Elías — responde y lo miro atónita. — ¿Qué? — Mi nombre. Elías. — Pues bestia serás — me encojo de hombros y trato de no saltar de miedo cuando sus manos golpean con fuerza la mesa. — Estás haciendo que pierda la poca paciencia que tengo contigo — dice con los dientes apretados — y créeme que tu padre no está ayudando para que te mantengas con vida — trago lentamente cuando veo sus ojos enfurecidos y todo rastro de valentía se esfuma de mi sistema. — ¿Qué es lo que buscas? — Lo que tu padre me robo. — ¿Mi padre? ¡EL JAMAS ROB…! — cierro la boca cuando veo su mandíbula tensa y a diferencia de Kerem, que solo logra enfurecerme e irritarme, este tipo logra asustarme La comida llega y aunque no tengo apetito, pero me obligo a comer unos cuantos bocados. — ¿Acaso no te enseñaron modales? — hablando del rey de roma… el burro se asoma. — ¿Acaso no te enseñaron a no ser un idiota todo el tiempo? — respondo sin pensar, pero lejos de enojarlo, este re ríe. — Si, pero me gusta irritarte, es entretenido — dice sonriente. Imbécil. — Kerem — habla la bestia, haciendo que el silencio inunde la sala, aunque no por mucho tiempo. Ambos se adentran en una conversación y por más que intente comprender de que carajo hablan, no se me da bien el turco, por lo que solo me concentro en la comida. — o güzel bir kadın // (Es una bella mujer) — Bu umrumda değil. Ben sadece lanet sevkiyatımı istiyorum. // (eso no me importa, solo quiero mi puto cargamento) — Peki sen istemiyorsan ben ilgilenirim // (Pues si no la quieres, a mi si me interesa) — aptalca şeyler söylemeyi bırak // (Deja de decir estupideces) La incomodidad que siento al notar que de vez en cuando me miran, me da a entender que la conversación es sobre mí, o mi padre en todo caso y me desespera al ver que ambos parecen molestos, o al menos la bestia y me niego a creer lo que Elías dice, mi padre jamás le robaría a nadie y mucho menos a un delincuente como este. Observo mi plato apenas tocado y suspiro, no me entra más comida y apenas la toque, así que cuando ya no tengo hambre y me canso de estar sentada junto a mis supuestos secuestradores, me pongo de pie para irme, pero la mano de la bestia me detiene. — ¿Qué haces? — Ya terminé de cenar, me voy a dormir. — ¿Acaso me escuchaste decir que puedes retirarte? — la rabia crece en mí y me contengo para no mandarlo a la mierda. — Hermano, no seas tan malo con ella, realmente se creerá que eres una bestia — y nunca faltan las bromas del idiota número uno. — ¡Kerem! — Solo digo. — se encoje de hombros. — Siéntate — ordena, pero estoy harta. ¿Hace cuánto tiempo estoy metida aquí, privada de mi libertad? ¿Una semana? Dos quizás. Y no me han hecho nada, por lo que entiendo que soy algo así como su ¨seguro¨ para recibir lo que supuestamente mi padre le robo y en un acto de valentía… ¿o quizá estupidez? lo miro con todo el odio que mi pequeño cuerpo puede contener. » He dicho que te sientes — repite, pero me vale mierda lo que pide, lo que exige. — Vete al carajo. — Arrojo la servilleta de tela que tenía en mano a la mesa y salgo caminando a las escaleras. — Vuelve en este instante a… — se queda en silencio cuando le enseño el dedo medio y subo corriendo las escaleras cuando lo veo ponerse de pie. Santa cachucha y virgen de los milagros, sálvame de esta. Corro por el pasillo y maldigo cuando me doy cuenta de que me equivoque ¿Qué tan grande puede ser esta casa del demonio como para equivocarse de pasillo? La respuesta es clara. La desesperación se apodera de mi cuando siento los pasos cerca y me meto en la primera puerta que tengo delante. » Si no regresas en este mismo momento, juro que te arrepentirás. Ahora si está enojado y me reprocho por ser tan impulsiva ¿Qué me costaba quedarme sentada un segundo más? Observo el cuarto donde entré y me doy cuenta de que es inmenso, incluso tres veces más que en el que me encuentro la mayor parte de mi tortuosa estadía; el aroma masculino desprende por todas partes y los colores grises y negros me confirman que es el cuarto de… maldición. Los pasos se escuchan del lado de afuera y rápidamente busco un lugar para esconderme y aunque mi primera idea es correr al baño o al vestidor, mi cabeza solo sirve para exigirme que me meta bajo la cama. Lugar donde definitivamente no hay espacio, por lo que me quedo tirada en el costado contrario que da a la puerta y tratando de controlar mi respiración cuando ésta es abierta. Silencio. Silencio es lo único que hay y luego de lo que creo que son los minutos más largos de mi vida, la puerta vuelve a cerrarse, suspiro con tranquilidad al saber que no me vio, o eso creí. El grito que abandona mi boca cuando soy tomada de mis piernas y arrastrada lejos de mi escondite, hace raspar hasta lo más profundo de mi ser. Lo observo de pie, junto a mí con los brazos cruzados y solo puedo implorar a dios porque todo esto acabe pronto. » Te lo advertí. — Por favor, no lo volveré a hacer, por favor. — suplico, imploro y, aun así, soy ignorada.
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