Asimismo, Irina se va a sentar a un parque a reflexionar su penosa situación. Ella más o menos sabia los contactos cerca de su comunidad, en donde se podía ir a prostituir en secreto de su hija, pero estaba en un debate muy personal, si en realidad quería hacerlo, ya que fue victima de una red de trata de blancas cuando era adolescente, y que por suerte Harry, su antiguo esposo, quien era un ex policía retirado, logró sacarla de esa red, convenciendo a la joven de diecisiete años a que se fuera a vivir con él. Ella como no tenía más opción aceptó irse con Harry y salió embarazada de Mely ese mismo año, de aquel hombre quien era diecinueve años mayor que ella. Irina no quiso tener más hijos con él, porque veía que su comportamiento era algo violento, por lo que decidió quedarse solo con Mely. Entonces, la mujer quien era muy nerviosa y ansiosa, desesperada, sacó un cigarrillo que tenia en su bolso y muy preocupada sentada en se banco dijo en voz baja:
—Esa es la única manera en que podré conseguir dinero rápido. Debo ayudar a mi hija y conseguir un lugar en donde vivir. —Y lágrimas empezaron a recorrer sus mejillas.
Por otro lado, Mely quien salía de clases, se dirigió hasta su empleo que era repartidora de pizzas. Para ella no había problema en buscar trabajo porque era ciudadana americana, pero para su madre Irina, era todo un desafío encontrar un empleo decente siendo ilegal en ese país. Así que, la chica tomó su mochila, y caminando con mucho cuidado por si no veía a los maleantes, se dirigió hasta aquel establecimiento de comida rápida. Luego, pasaron unos cuarenta y cinco minutos y muy cansada logró llegar hasta allá.
—Hola, buenas tardes señor Mitchell, dígame que rutas me tocan hoy. —comentó Mely con voz de cansada luego de la gran caminata que se echó.
A lo que el dueño quien era un italiano un tanto amargado le gritó:
—¡Llegas tarde, tenias que haber estado aquí hace diez minutos! Tu misma sabes que no tenemos mucho personal aquí y que no hay muchos repartidores. Por llegar tarde tengo muchos clientes molestos y tú sabes cómo es aquí por esta zona que nunca perdonan. Toma, aquí tienes la lista de las rutas que tomarás. Javier no vino hoy porque según él está enfermo, así que, te toca tomar su lugar también.
Mely sin titubear, tomó la lista que le dio su jefe, y fue hasta su casillero para ponerse su uniforme. Entonces, con voz desanimada le dijo:
—Ya estoy lista. Deme las pizzas para llevarlas.
El hombre muy odioso le entregó un total de diez cajas de pizzas a esa pequeña chica un tanto delgada, y ella como pudo las llevó hasta la motocicleta que era el medio de transporte que proveía la compañía. Asimismo, Mely las amarró y con la lista de las direcciones en su mano, se fue a repartir de manera muy rápida aquellas pizzas. Por otro lado, Irina quien aún estaba sentada en aquella banca, decide irse caminando hasta otra parte de la ciudad, donde se encontraban muchos bares de mala muerte y club de strippers a plena luz del día. Entonces, la mujer nerviosa y sudada por la gran caminata que se dio, estando al frente del establecimiento, suspiró profundo y dijo en voz baja:
—Necesito ganar dinero en muy poco tiempo. Sé que este sitio es muy malo pero por lo menos puedo ganar más de cien dólares el día. En cambio si estoy en un trabajo normal, tal vez puede que no me paguen, o se tarden para pagarme por mi situación legal. ¡Vamos, se valiente. Todo por Mely!
La mujer tragó profundo, abrió la puerta y muy nerviosa entró a esos mundos, en donde se juró jamás volver a ir. Entonces, al entrar, el olor a cigarrillos y a alcohol se impregnaron de inmediato en toda su ropa. Así pues, la dueña del lugar quien era una señora como de unos sesenta años, cabello rubio, vestida con ropa algo estrafalaria y con un cigarrillo en la boca, la quedó mirando de pies a cabeza y muy extrañada le dijo:
—Hola, ¿qué quieres? ¿A quién buscas? Si eres de esas mujeres que vienen a pelear porque sus maridos se enredaron con algunas de las chicas, déjame decirte que estás perdiendo tu tiempo.
Irina muy nerviosa le respondió:
—Hola señora, no, no vengo por nada relacionado a ningún esposo. Más bien, vine para ver si usted tenia algo de trabajo para mí.
La señora subió una de sus cejas y muy extrañada le preguntó:
—Já, ¿tu? Con ese vestido de flores pareces una tierna ama de casa. ¿Por qué quieres trabajar en este lugar? Con tu pinta, puedes trabajar en cualquier parte. Eres bonita.
A lo que Irina le respondió:
—Pues, en realidad, no tengo nada de dinero, estoy quebrada. Quisiera ganarme una buena cantidad de dólares para aunque sea rentar algo donde vivir.
La señora la queda mirando muy desconfiada y le contesta:
—Lo siento joven, este lugar no es para ti. Los hombres ya las prefieren más jovencitas casi que aparenten quince años, y tu ya te vez algo madura. Dime, que edad tienes, ¿veinticinco, veintiocho?
Irina con cara de desesperada le responde:
—Tengo treinta y seis años señora. Si, todos me dicen que no los aparento. Pero por favor deme la oportunidad. No tengo documentos en este país, no tengo casa, y ni un centavo. Quizá a algún caballero le pueda gustar.
La señora arqueó una de sus cejas, puso la boca hacia un lado, y con la mano en la cintura le respondió:
—Ok, dame tu numero de teléfono y mañana lo pensaré.
Irina rápidamente le anota el numero a la señora, y ella saca de su bolsillo unos diez dólares y se los da a la mujer, quien se veía muy desesperada y sin nada de dinero. Por otra parte, Mely, quien iba retrasada por el trafico gracias a una marcha de un sindicato de trabajadores, muy preocupada decide tomar un atajo para llegar más rápido a repartir las diez pizzas que tenía pendiente. Entonces, ella doblando por un callejón piensa:
«Suerte que todas estas pizzas son por esta zona, si me retraso unos diez minutos más, quizá no las paguen y puede ser que me boten. Cosa que no quiero»
Luego, al salir del callejón, la joven choca contra un auto de lujo, haciendo que todas las pizzas vuelen en el aire. Alguna de las pizzas cayeron abiertas sobre aquel auto ultimo modelo, haciendo que se ensuciara toda la parte delantera, incluyendo el parabrisas y a su vez, por el choque, una gran abolladura en la parte de la puerta del auto se produjo. Por suerte ninguno de los dos iba a toda velocidad, o si no hubiera sido muy fatal para la joven rubia. Entonces, Mely quien estaba algo golpeada por el choque, tirada en el suelo ve todas las pizzas, las cuales ya no servían para ser entregadas. Enseguida, del auto sale un joven pelinegro como de unos veinticinco años, muy alto, de guapo semblante, piel blanca, ojos verdes, con varios tatuajes en sus brazos y cuello. Entonces, el hombre muy molesto mirando como su lujoso auto estaba sucio, y ahora con una gran abolladura, va hasta donde Mely quien tenía su casco aun puesto y pateándola le dice:
—Oye imbécil, mira lo que le hiciste a mi auto por no estar pendiente! Me lo vas a pagar.
Mely, muy adolorida se quitó el casco y mirándolo con mucha rabia, porque ni siquiera le importó su estado físico le dijo:
—¡Hey, soy una mujer y que malo eres! Ni te importa que me haya pasado algo malo.
El hombre levanta a la chica, de manera muy brusca con el brazo y acercándose a su rostro, muy furioso le dijo:
—¡Me vas a pagar el daño que le hiciste a mi auto, oíste tonta!
Mely muy molesta porque el hombre la estaba tratando mal, se zafa de su agarre, y de la rabia que tenia le dobló el brazo haciendo un truco de taekwondo y al tenerlo sometido le dijo:
—¡No tengo dinero para pagar, fue un accidente!